miércoles, 30 de diciembre de 2015

Instrucciones para un buen morir

¿Hay un buen morir?
Las cosas que uno se entera del partir,
debe ser el primer caso que
la bajada
enfrenta al título.
Morir.
Búsquese sus zapatos más viejos
véalos.
Mírelos.
Ahora toquese con las yemas de sus manos
sus pies
¿Están iguales?
Antes de ir, gástelos,
déjelos,
inclinados, con parches de piel, rotos.

¿Hace que cuánto no canta a los gritos?
Báñese, y cante lo más fuerte que pueda.
Salga de la ducha desnudo, y camine así
disfrute de su cuerpo,
sienta cada parte suya rozarse,
sino lo siente acáriciese.
Muera afónico y conociéndose.

Sea negativo, téngale miedo a la muerte
los positivos nunca podría hacer este ejercicio,
creyendo en estupideces sin reparo.
¿Adónde siente miedo? ¿Huele?
Los positivos quedarán quietos,
usted disfrute sus buenos últimos ratos.
Ser negativo, un gran placer de sorprenderse
después de la sorpresa que pueda dar el objeto atacado.
Y sino,
ya lo sabía, ¿no?

¿Cuántas veces le dijeron que no?
Si fueran muchas, perfecto,
si cree que no,
vaya y búsquese un par de no.
Pida un crédito,
solicite un buen sexo sin mediar palabras,
intente convencer al tarado,
camine por donde no es correcto,
mánchese,
no se escude,
siga buscando no,
pídale a alguien un café en la peatonal,
y a su mente olvidar.

Los no se fusionan con nosotros,
los sí dan vueltas y se van con sus dueños,
no se vaya vacío y sea negativo.
Cuánto más duelan los no,
mejor hizo su trabajo.
Términese llenos de no
y que los vivos se guarden los sí,
espérelos.

No espere gente en su muerte,
es una espera solitaria,
vea a su alrededor y quiérase.
Ojalá que no tenga mucha gente por despedirse
intente no hacerlo, nadie podría soportarlo,
entiéndalo,
es mejor irse.
Se muere solo,
muy solo,
¿para qué intentar lo imposible?
Déjele esta enseñanza,
es preferible,
a un adiós con tantísimo dolor.
Nosotros nos iremos, y se irá la despedida
posiblemente en algún gusano o en una humareda
pero ellos se quedarán,
sin oír
sin entender,
en su interior
y le quitaremos la posibilidad de un buen morir.

Tómese unos buenos mates,
como a usted más le guste.
Póngale azúcar, café o grapa,
piérdase en un buen tango,
si está borracho mejor,
a los anticipos no le haga caso.

Recuerde a su ex más bonita,
la que infectó primero,
la que lo hizo estallar de amor,
escríbale unos buenos versos.
Amarte esas piernas largas,
oscurecidas como la noche,
no me importaba que hagan,
sólo las quería arriba de las mías
y más si no querías.
Tu amor como una lágrima,
pequeñas y perfecta dosis de amor,
¿qué más podrías?,
que humedecer un espacio desértico
así como una obra de arte,
y me amaste,
me llenaste,
con una gota tras otra gota.
Se extraña la lágrima de tu amor,
en la cama de dos plazas a tu corazón
descansando bien estirado,
porque confiaba en mí,
porqué confíaba en mí.

Sino le sale copíese esto y modífiquele algo
no se haga tanto problema,
juegue como un niño, invéntese un juego
de esos que una cosa nunca es tal,
siempre es otra,
la vida misma nunca es
lo que es,
siempre está cambiándose,
nadie lo entiende,
todos le creen.

Si hizo todo ésto,
créame que está más cerca de la vida que de la muerte.
Sea fuerte.
No será justo perder a alguien como usted,
recién ahora que lo ha entendido.
Pero vivir es no gastar,
 no amar de más,
no jugar,
no emborracharse
no cantar,
y cuánta equivocación.
Pero si hemos usado un día para esto,
y nos vamos con no,
todos los días anteriores se justifican para llegar a la sabiduría.
Sabios del vivir.
Sabios del morir.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Besos

Los besos saben a despedida. Los besos saben de despedidas. Los besos anticipan, siempre anteceden. Advierten, avisan, sugieren. Suelen hablar bajo, casi en susurro después del primer beso, en esos momentos únicos de despegue que vaticinan un segundo, tercer, cuarto beso y en ese impase se empieza a delimitar un futuro. Nadie los escucha. Una voz que se irá incrementando en intensidad directamente proporcional a la cantidad de besos, y que llegará a su máxima intensidad en el último, que se besa como tal pero que nunca se presenta así en la previa.

Me gustan los besos en el cachete que son anteriores a los labiales. Esos que forman un camino entre el deseo y su consecuencia más inmediata. Me gustan los besos que callan antes, durante y después. ¿Quién podría agregarle siquiera una coma a ese acto?  Me gustan los besos por celular y que luego se replican en el devenir.  Me gustan los besos suaves, los que empiezan de poco, como aquellos repentinos cargados de una espera insoportable. Me gustan los besos al rayo del sol porque se calienta tu cara y puedo enfriarla con mis labios que están frescos después de unas copas. Me gustan los besos nocturnos que van a la oscuridad pero que hacen sentir bien y prenden. Los besos ciegos, exploradores, aquellos desconfiados. Cuánto miedo dan los besos que van a lugares desconocidos, aparentemente de ingreso prohibido y qué felicidad cuándo van quedándose; mientras tus pupilas se dilatan. Tu cuerpo se acerca. Gustan. Me gusta.

Los besos en escapadas, clandestinos, a las apuradas, en la cama, parados, apoyada en mi cuerpo, los que sorprenden de atrás. Los anteriores a los abrazos, a que te apoyes a mis hombros porque ya no soportas más eso que silencias. Me gustan. Los que buscan seducir, los resultantes del amor, los cortos que van en punta, los que salen del aburrimiento, como los que felicitan, avalan, certifican y sellan: me gustan.

La despedida como aquello que intenta delimitar a lo inexplicable mediante una palabra. ¿Quién entiende que dos corazones se rompan porqué sí? ¿Quién me garantiza que es lo mejor? ¿Adónde van los abrazos, dónde quedan los recuerdos comprados por ambos, las mejores risas, las anécdotas, los brindis? ¿Qué despedimos? ¿Se puede despedir? ¿Quién despide a quién? ¿Cómo termina esto? Despedida, mala palabra pero utilitaria a los fines, ¿Qué pasará con ese amor? ¿Es utilizable por alguien o queda así en la nada? ¿Existe en la nada?, o peor, ¿puedo ir a buscar algo a la nada? Demasiadas preguntas, propias de las despedidas. Las que no sabe muy bien qué pasó, cómo, cuándo. Algo se rompió y se huyó, se escapó, nos perdimos. Pero algo me quiero centrar en los besos visionarios.

Los besos saben de antemano si un amor durará, si esa mujer es digna de recorrer kilómetros puertas adentro de este cuerpo. Los labios son la primera frontera. Tienen tacto. Quizá ahí está su magia. Pueden palpar un amor siempre tan intangible. Quizá allí también radique porqué saben a y de despedidas: los amores huyen por la boca, tanto en palabras, dolorosas palabras, y en besos. Siempre supe que te ibas. Incluso cuando te abracé y nos dormimos, en esas tantas noches mentirosas. También lo sentí con el calor y la tarde melancólica que vino a continuación. Los besos me dijeron que lo disfrutara porque se acababan. Los besos me acogotaron con el "yo te lo dije...". Uno no quisiera creer en su percepción, y usa otras sin puntería, más acorde al enamoramiento. Los mejores besos, paradójicamente, son los que se van. Debe ser porque cuando perdemos la naturalización del besar  y recordamos el menester de ser besados por esos labios, los intentamos aprovechar. Son mejores besos porque están llenos de ese no sé qué.

Esos besos son los mejores porque al ser los últimos volveremos sobre ellos, apretaremos los labios, los moveremos de manera conjunta para buscar el sabor del pasado, de la despedida, de la imposibilidad de explicar algo posible: ya no estamos juntos. En esa lluvia pobre labial nos intentaremos refrescar, volver a sentir y a recordar. Sin embargo, nos tendrán de hijo porque llegan los cuestionamientos como "porqué no lo bese así", "para qué me detuve" y tantas otras formulaciones banales que no tendrán sentido porque fueron excelentes. Exquisitos. Inmejorables. Y esos últimos besos serán el punto en común de todos los demás recuerdos.

Mis besos me lo anticiparon, me la señalaron, indicaron que venía el dolor, besé, besé y más besé, los intenté acallar y sólo me quedé con unos besos de despedida. A un corazón colgado en la plaza, le quedan unos besos de despedida mirándolo desde el alrededor.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Uno

Uno solo quiere fundar un poco de cariño en un tiempo maquiavélico.

Uno quiere algo de agua labial en el desértico paseo diario.

Uno quiere una vuelta alrededor de su linealidad, para que gire en los enrosques propios.

Uno desea eliminar los fantasmas de la casa y sólo termina negociando con ellos quién prepara los tragos.

Uno solamente escucha pedidos que inhabilitan los propios y le urgen necesidades.

Uno simplemente quiero un poco de luz en tanto túnel, recovecos y secretos. Andamos en puntapié para no despertar a las maldades que duermen de día y se anticipan de noche.

Uno necesita calma. Respiro. Aire, señores. La soledad a la que todos volvemos, se caracteriza por su falta de oxígeno en desveladas jornadas.

Uno quiere desprenderse de miedos que termina por guardarse más profundamente, más miedosos y reácidos a deshacerse.

Uno termina siempre en la pregunta porqué. Andamos con preguntas y sin respuestas. Linda vida acéfala de certezas.

Uno desea encontrarse consigo mismo cuando está seguro y protejido. Y cuando estamos así no nos encontramos más que con otra persona olvidándonos de nosotros.

Uno vive acostumbrado a estar equivocado.

Uno se acostumbra y solo quiere desacostumbrarse, alejarse de lo conocido y ver algo diferente.

Uno sabe que hay amores que se van a perder tarde o temprano y seguimos en la pérdida, en la derrota alzando la bandera del disfrute hasta el último segundo.

Uno conoce cuáles mejillas son las mejores para reposar. Y olvidar, corazón.

Uno sólo quiere prestarle la remera para que duerma y el amor para que viva.

Uno pierde más de lo que gana.

Uno desea únicamente poder comprar un poco más de felicidad en esas tardes feroces de adioses que ya ni nos miran la cara.

Uno espera que esos pestañeos nocturnos que danzan alrededor de la cama provengan de su habitación. Insomnio compartido. Sus pestañas en mi cama. Mirándome. Desvelada en otro lado pero con sus pestañas por acá.

Uno quiere suavidad; unas manos que nos acaricien el cuerpo rugoso y lastimado.

Uno busca imperfección para que no vean estos defectos con los que andamos creciendo. Solemos encontrar dolores perfectos que se clavan por esos lados débiles.

Uno anda perdiendo tiempo para ganar más tiempo. Uno anda ganando amores para perderlos. Uno anda en paradojas inentendibles.

Uno quisiera eliminar lo residual como lo hace con el teléfono pero todo se contamina en el pecho llenándose de humo la cabeza.

Uno es prófugo de lo imposible, que es escapar. Siempre volvemos de donde nos quisimos ir.

Uno juega para no recordar la seriedad que implica vivir.

Uno calla porque sabe que ya no hay palabras que alcancen para persuadir a esa otra persona. Callar suele ser la última forma de resistir.

Uno desaparece, o intenta hacerlo, para ver si así se le aparece al otro.

Uno busca a otro uno. El otro uno busca a uno. Pueden pasarse al lado sin darse cuenta que ese era el uno. Lo uno mucha veces no se une. Y otras veces sí.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Realidad y querer

Realidad. ¿Qué es la realidad? Hay otra pregunta que me inquieta más: ¿por qué la realidad molesta?, si todos queremos otra realidad más acorde a nuestro bienestar. Todos queremos estar bien, y sin embargo la realidad nos da la ñata contra el piso. Entonces, me dejo llevar por la intuición entendiendo que la realidad no es impuesta. Ahora bien, ¿por quién?, ¿quién es el hijo de puta que hace una realidad tan mal?, ¿cuál es su realidad? El creador de la realidad, ¿tiene otra realidad o es preso de su creación? Con estas preguntas ya me voy hacia la seguridad que nuestra realidad no es nuestra, sino suya. ¿Suya?, ¿será uno solo? ¿Es hombre?

La flaca me dijo que no. Realidad. La flaca debería decirme que sí. Mi realidad, o mi irrealidad. Mi ausencia. La flaca me ofrece su cuello como recompensatorio ante la negativa de darme su corazón. Realidad. La flaca tiene corazón y debiera ser mío. Mi deseo que parece no ser suficiente para modificar la realidad. ¿Y cuál es la realidad de la flaca? ¿Será tan molesta como la mía? Y si la respuesta es afirmativa, ¿por qué no me dice que sí y me da su corazón como una forma de resistencia ante lo que nos avasalla? ¿Alcanza un sí y un corazón para resistir? Si fuese así, ¿por qué otros no lo hicieron? ¿A nadie la flaca le dijo que no y le dio su puente oscuro a los besos iluminados con dinamita que hace volar a cuanto hombre la bese? Lamentablemente un hombre puede ser amputado de sus extremidades pero mientras quede al resguardo el corazón volverá como pueda a esa mujer que entiende que le da pulsaciones. Un hombre no siente que se desprende de su cuerpo, solamente se da por abatido cuando le tocan el corazón, cuando se lo rompen a martillazos de besos, de no, de motivaciones para volver.

Si mi realidad me lástima dicen que debo cambiarla, ¿pero no era qué la realidad era algo ajeno a nosotros? ¿Cómo la cambio, rezándole a Dios? ¿Dios, quién es Dios? ¿Dónde está? La flaca me lastima y no puedo cambiarla porque es mi realidad, es la que me enamoró. ¿Qué es enamorar? No sé, pero no puedo cambiarla. ¿Por qué quiero a quien no quiero querer?, ¿quién me hace querer a este ser?, ¿qué es el ser? Es una contradicción que queramos a quien no queremos querer. Otra imposición. Estamos atravesados por imposiciones:  ¿quién nos impone? Mientas más quiero querer a otra que si quiero querer, quiero más a la otra que menos quiero querer y caigo en sus lastimaduras que hace "sin querer". Lo querible es otra imposición. ¿A quién la realidad le estará imponiendo que me quiera? ¿Cómo se deja de querer? Si quiero dejar de querer ¿recuperaré mi querer para quererme un poco más y cambiar?, ¿qué hay que cambiar? ¿Y si querer no es querer y es una estructuración mental para justificar lo injustificable? ¿Por qué hay que querer? ¿Cómo se quiere?

No tengo hambre. ¿Por qué se me acabó el apetito? Sin embargo estoy con sed, y quiero un poco de Mix Tail. Voy, abro la heladera, tengo un poco que es suficiente para saciarme. Ves, quise, fui, tuve satisfacción y vuelvo a lo que estaba haciendo. El otro querer es algo que no se quiere pero se quiere igual. Y nunca volvemos a lo que estábamos haciendo. Un querer nuevo nos aleja más de lo que éramos y terminamos siendo otra cosa totalmente distinta que será aún más distinta cuando tengamos otro querer. No sé si es otro querer, un nuevo querer o una renovación del querer. Me pasa lo mismo con la realidad, más quiero otra más me alejo de la posibilidad de graficarla, encuadrarla, hacerla mía. Y nunca termino queriendo lo que quiero. La realidad y el querer parecen ser una misma cosa, al menos se mueven por una misma lógica. ¿Lógica?

Mis amigos me dicen que me afecta leer libros de filosofía, que soy insoportable con las preguntas. Puede ser cierto. Pero no sé si me afecta más la lectura o la negativa de la flaca y querer a quien no quiere ser mi realidad: mi tan inconstruible, realizable, manejable realidad. Si hubiese una persona que me construya la realidad quisiera que fuera ella. Pará. Ahí está la clave, boludo. Tantas preguntas para llegar a un fundamento. Ella lo está haciendo o a decir verdad me está haciendo una realidad que me conduce a ella pero no tanto, es decir, como no me puede dejar me mima, me lástima y me vuelve a explotar para que vuelva sumiso a que me cure, me mime y el círculo se hace perfecto. Ergo, la flaca no está siendo mi realidad, no quiere que nos duela la realidad que ella misma está construyendo y me está haciendo otra realidad para escaparse y volver como sombra. Pará, otra vez. ¿Dos realidades? ¿La flaca tiene poderes? Con razón no puedo dejar de quererla.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Balotaje

Estoy ante un histórico y ansiógeno balotaje: dos hombres, dos propuestas, dos realidades por una modelo, una señorita que ata mis convicciones como corbata que aprieta en noches de aguardo, de bunker, de seducción. Ella tiene para elegir la continuidad o el cambio. Puede optar por continuar con un amor que la devalúa, tanto a su sentimiento como a sus acciones que para él ya le son insignificantes o no suficientes, lo cual hace que se esfuerce más y más. La ajusta, la moldea, la cercena. La vuelve a su década del 90', cuando era una niña sin decisión. La hace pequeña, indefensa, hermosísima con esa cara tallada a gusto de los dioses y con inocencia pero al descubierto de estos lobos sin tapujos. Ella es hermosa en el mercado ilegal, ahí nos encontramos sincerados, sin cepo ni ataduras con un sueldo insuficiente como para llevarla a Barcelona, Londres o al mundo de sus sueños.

Me encantaría que pises con los dedos bien abiertos el pasto que bordea las flores de la República del enamorado.

Por acá vengo yo, bailando a duras penas con propuestas inconducentes, que se acentúan en la posibilidad del cambio, un cambio posible en donde sus sentimientos atrapados, maltratados hagan la revolución. Le propongo la revolución con dos piedras que junte a la mañana cuando saqué a mi perro a la plaza, y mucha libertad para negociar con quien quiera. Le doy libre mercado de amistades, y sólo actuaré cuando sienta que mi modelo me está fallando. Apuesto por ella y por el cambio. La quiero alejar de lo anti democrático de sus decisiones unilaterales, dictatoriales que la desplazan por años, imposibilitándola de avanzar.  Mi mejor estilo es desmerecer al otro, polarizarme. Nada que tenga el otro le propondré, yo seré distinto, mejor, superador. Le pido una oportunidad, le sugiero que no se deje devaluar. Él me retruca que yo seré quien la ajuste en serio, le respondo que "de casualidad me sé ajustar el cinto" y juro que jamás podría ir en contra de ella.

Hice una convergencia con mis amigos para demostrarle la unidad, la extensión federal del pedido para que cambie, para que me elija, para que cambiemos juntos. No se decide. El otro la interpela con "¿para qué vas a volver a retroceder, volver a comenzar?": presentarme sus padres, toda la familia, luchar por la pareja, defender el amor contra los buitres. Él dice, con desagrado, que también soy un buitre. Perdón, señor o como quieras que te diga, el único buitre desalmado sos vos. La menospreciaste, te hiciste tirano de sus lados amables y sensibles, la alejaste del menester de sus amistades, la mareaste, se perdió y ahora que la ubiqué quiero detenerla, frenarla, besarla y que me elija. Ella tiene miedo. No conoce otro estilo, otra forma de que la entiendan, representen y defiendan sus intereses.

Tengo poco más que estas promesas de renovación. Él tiene la seguridad de mantenerse: "mejor malo conocido que bueno por conocer". Ella indefensa, muerta de miedo. Estoy seguro que está enamorada del cambio. Daría las piedras, la camisa desabrochada y transpirada de tanto laburar y mis convicciones a que ella está enamorada. Yo desfachatado, hasta las manos por su amor. Mis rutas están averiadas, algo rotas por el peso de la soledad, de la espera, de la inspiración vencida.

Su elección no tiene fecha, ella es la única votante. Ella decide. Nosotros esperamos; qué feo ponerme al par de este mamarracho. La campaña es agotadora, desgastante por donde se la mire, toque o analice. Ella estira lo máximo posible el escrutinio, lo cual favorece a mi contrincante que le asegura la rutina, lo de siempre con un toque berreta de perfume de sábanas. Acá estoy, como siempre he estado, desde la más férrea oposición a tu peor extensión corporal y sentimental, y ahora quiero demostrarte que se puede tejer verdaderos puentes a lugares menos estables, pero verdaderamente hermosos. Mi amor, la inestabilidad es la vida misma. Cuando hay estabilidad es porque a la vida se la ha filtrado una y otra vez. Elegí movimiento, elegí bailar en situaciones que se mueven más rápido que vos, elegí pasión, deseo, incorrección política, moral o la que vos quieras, elegí que nuestras caderas se unan en un mercado único al valor de nuestro amor. Tengo reservas para resistir cualquier embestida externa. Tengo experiencia en resistencia. Tengo gestión sentimental y expresiva para escribir cuantos comunicados quieras, besarte en cada reunión con la tristeza, abrazarte después de cada acto externo para decirte que me enorgullece en lo que te transformaste. Tengo un amor sin cotización. Elegime. Y si todavía no te alcanza este escrito, descansá que saldré a seguir haciendo campaña por vos, para que cuando despiertes mañana veas otro camino, otra salida, otro puente, otro hombre que solo quiere amar- o que lo dejen amar- a su mujer.


lunes, 23 de noviembre de 2015

Amor no correspondido

No quiero olvidarme de vos y volver a enamorarme de vos mujer, porque no recuerdo cuánto mal le haz hecho a este hombre . Me quiero acordar aunque me boxee con mi lengua para no hablarte. Tenerte presente y que me quites futuro, que baile tango con mi pasado más aburrido pero no repetirme en tus pequeñas tetas que han sabido sacarme alegrías.

Prefiero verte aunque no pueda verte, o me angustie verte. Saber que tengo que verte para no verte después con otras intenciones más cercanas a las iniciales. Mejor tenerte más cerca de tocarte, que alejados porque manos que no tocan y se relegan vuelven cargadas de prescripción a acariciarte el pelo, agarrarte la panza y apretarte contra mí. Sentir tu aire y que me de un poco de respiro porque no quiero llegar al momento de asfixiarme y vos tengas que hacerme respiración boca a boca, besándome como si nada de mi esfuerzo te haya hecho cosquillas en la elección. Prefiero que seamos algo, un invento de la historia a ser nada, ya que ésta viene con una lanza a querer ser leyenda y caeré otra vez en un ruego permanente, en la degradación del orgullo, en ser un déspota de mis impulsos más pelotudos.

Escuche que "quien gana, manda; quien pierde, acompaña". Ganaste, mandas. Ahora sí, ahora no, tampoco ahora, después cuando sea nunca. Perdí pero desistí. Ya no puedo ver eso que tanto me gusta escribir, pero poco vivenciar, tus abrazos mal estacionados. No revisas tus actos, en escasos espacios entregas una lástima por mi sufrimiento que elijo dejar ahí, cerca pero no tan pegado al cuerpo, así recuerdo que no debo volver a creer. El amor no correspondido es una renovación de la creencia erigida permanentemente sobre la imposibilidad. Es levantar a un amor sobre una relación que no existe. El objeto amado y el amante se separan cada vez más por la no correspondencia. El amado huye de lastimar, aunque a veces cae en la parte pesada de ilusionar al lado más desmesurado por tristezas propias que cuando se ven saldadas se escapa chorreando lástima, pena, mientras que quien ama persigue, atosiga, busca reconocimiento, un premio a la insistencia, a los golpes, a las ilusiones mal dadas y que duermen con él, a hacer con un poco un amor inmenso. Y nada es. Nada son.

El amor no correspondido podría hacer que uno entregue la vida creyendo que el otro lo valoraría y moriría por él. Quien no ama no daría ni su despertar, menos daría su última decisión. El amante ya murió esperando con un reloj de plástico la eternidad.

El amor no correspondido hace que el amante de sus días de punta a punta a quien solo ofrece de muy vez en cuando una tarde melancólica de domingo, sin sábanas ni cena.

El amor no correspondido cuando no corresponde mata. Desarticula. Deconstruye. Desanima. Pero nunca se olvida, por suerte.  Por la no suerte de presenciarte en los alrededores, ya no busco suerte en tus muecas. Málditas elecciones inconscientes. Maldigo mi conciencia que se inventa razones para que la prefieras. A quien pone primera a la mujer que lo ve último. Pero último veo más cerca a la primera que me está por pasar. Puta madre.

Pensé que un amor necesitaba palabras, gestos, acompañamiento, sentimientos compartidos, mimos, pero no se aplica en el no correspondido. Se rige mediante reglas especiales con consecuencias exclusivas a los amantes. Acércate un poco, verás cómo un perdedor de esos talentosos puede seguir derrotándose para que lo quieras un rato, lo acurruques al menos con dos dedos en punta. Los secos de la historia desisten de los transpirados por hacerla.

El amor no correspondido continuará siendo texto, porque afortunadamente sigue, peor sería volver a comenzar un tránsito sin saber cómo, dónde, cuándo acaba, si es que acaba.

viernes, 6 de noviembre de 2015

La belleza de una mujer

Viajaba en un colectivo pequeño leyendo un libro de filosofía esperando llegar, cuánto demoré en llegar. Llegaría sentado y desde chico nos enseña que para llegar hay que caminar. Sin dudas este libro me estaría haciendo mal. Cuestionándome todo. Para colmo, me sumo preguntas existenciales y cotidianas a otras no tan existenciales y cotidianas que ya traía antes de leer este libro. En uno de los descansos que suelo hacer después de alguna frase complicada y perdiéndome en algún costado mientras digo "qué carajo quiso decir este tipo" me encuentro casi a mi lado con una chica que venía dormida. La conocía en esos andares en que dos se ven, se reconocen, se gustan-o al menos uno de ellos, en este caso yo- pero no se conocen. No sé su nombre, apellido, ocupación... tal vez una andadora por los mismos lugares por lo que ando. ¿Colega?

Qué mujer bella. Hay que reconocer que no está bien vestida, me parece que se durmió y agarró lo primero que encontró. Pero qué belleza. No le combina la ropa, y cómo duerme, sin dudas que se durmió antes de subir acá y despertarme a mí. Todo esto más los efectos que hace este libro, me empecé a preguntar sobre la belleza- y cuánto me faltaba para llegar- La belleza es una fugitiva que va tomando diferentes siluetas, transformándose constantemente, camuflándose. Entonces pensé en cómo distinguir a una mujer bella, o la belleza de una mujer o cuando la belleza se camufla en la piel de una mujer.

Procedamos. La belleza duerme, tiene que descansar. Ahí reposada es cuando mejor se la contempla. Los únicos momentos en que no es fugaz, aunque para un hombre enamorado que la mira generalmente de costado evitando todo movimiento brusco le resulta efímera. Se sacrifica insomnio por esa mirada silenciosa y sentir que se cazó a la belleza eternamente. La ficción del enamorado.

Es una distribución equitativa, perfecta de belleza sobre su cuerpo. Veamos. Allí yacen pequeños sus dedos de los pies, a veces pintados, otras veces no y a veces en esa mezcla rara que detesta. Se los pinta aunque sea invierno, y otra veces se lo deja al natural. Ella se queja de sus pies fríos pero cuando toca los míos todo se calienta, y se siente una protección total aunque solo cubre una mínima porción de este cuerpo descuidado. Tocárselos le genera cosquillas pero le gustan unos masajes bien cuidados como sus pies. Hay que tener coraje para besar sus tobillos. Sus piernas que tantas cremas recibe y que tanto crítica son dos misiles que apuntan contra todo lo que se le oponga. Yo prefiero la paz ante eso, pero cuando las desarma voy derecho a su munición y subo hasta donde Dios se esconde a que lo adoren en la sombra más hermosa, mágica, que pone un poco de divinidad en el mundo que me llama a ser ateo. Es la única capilla a la cual voy a visitar con respeto, sutileza, creencia y fe. Si le pifio puedo caer en sus caderas que suelen ser la antítesis, el infierno. La causante de mis pecados y mis malas acciones: mi deseo me llama a desagradarme y desarmarme para ir subiendo por su pecho donde intento distribuirme por tantos lados que me resulta imposible. Sus manos, sus codos, los brazos, sus costillas, el centro de su pecho, sus hombros pueden ser un destino placentero y un llamador a una acción que desequilibre a la psiquis. Podría seguir detallando la mirada, el pensamiento que se contradice con impulsos pero prefiero seguir escribiendo de otras formas que toma la belleza.

Se puede apreciar una belleza a los quince segundos de despertarse porque es el tiempo que le cuesta llegar a ésta a sus ojos que suelen estar achinados, como llega apurada se rebalsa formando unas bolsas por debajo de éstos. Es encantador verla despertar, ver una cara libre, auténtica, hermosa, despejada, desmaquillada de la sociedad y los productos. Me encanta sus "no me mires", "no me hables". La belleza ha de no ser molestada, interrumpida después de un descanso, en la antesala de escaparse en varios movimientos y formas. Lo que no varía en nada su perfección es el rodete, el pelo suelto, recogido, corto, largo o como le salga de las sábanas. Tampoco sus trapos que son merecedores de ser rotos para que la desnudez sea la más fiel expresión. Cuando una mujer se desnuda, el hombre agraciado entiende que la fantasía es una inyección en la carne que desconecta la noción del tiempo, la vocación y deja restos de sed de revancha, una mareada espera, carteles imprecisos que parecen apuntar a ella: el deseo se alcanza y se renueva con ella, ya no querré otra cosa que volver para retomar el deseo de volver. Qué lindo es regresar, siempre y cuando sea para repetir el tour o cambiarlo; no hay rutina en el cuerpo femenino, siendo una ciudad a la que espero llegar, arrastrado por los empujones del destino, mis mejores versos, su ímpetu o porque ya nada quedar por perder. Cuando nos gana la pérdida, mejor ir a jugar ciegos a las cartas para calentar la piel y refrigerar las angustias, para fumarlas después de habernos terminado. Nos completamos por instantes, nos anhelamos completar casi siempre. Llevare un par de minutos completo en esta vida, que acontece en falta.

Una belleza es tal cuando no se va aunque se ventile la casa. Abro cuatro ventanas, que hacen un festival de golpes, pero ella está ahí. El aire levanta levemente su pelo, ella lo sopla, como en una suerte de contra corriente, para que no le caiga en esa boca, que yo creo que me espera. El hombre siempre espera hoy lo que la mujer ya decidió ayer: su fanatismo por el alargue televisivo hace que le ponga puntos suspensivos a una oración terminada. Ergo, los hombres saltamos sobre inexistentes puntos en suspenso para llegar a la isla de lo definitivo. Los que se caigan no serán dignos de sus decisiones. Una marea los llevará a la playa de los puntos hermanos a crearse. Los que lleguen, sabrán que sus acciones en casi nada modifican una decisión ya tomada. Pero el camino hace a la belleza, cómo alguien puede elegir con tan poco tiempo lo que será su tiempo.

Cuando mira a su alrededor tengo miedo a que otros salten, capaces de donar su sangre y orgullo, a conquistarla. Ella me dice el oído que es mía y que más tarde me lo demostrará. Si el tiempo pasa volando, maestro, le canto truco diciéndole que se puede volver un martirio esperar a que caiga la noche y la promesa sobre cualquier espacio. Las horas se anclan en la espera. Juégame el re truco, que ya tengo preparada la próxima carta. No quiero que me caliente el sol, sino su espalda interminable sin corpiño y una remera que le queda corta. Me dice de ese costado que me quiere. Jaque mate.

La belleza no termina sobre una figura, da vuelta sobre sí misma renovándose y arrojando motivos de sobra para apreciarla, buscar el roce y contagiarnos de semejante don. Los hombres salimos de esa belleza, claro, somos hijos de las mujeres, por consiguiente, de la belleza, pero como un teléfono descompuesto en todo un pueblo, la vamos perdiendo, mutando, se escurre por debajo de los dientes. Salimos con poco de mamá y demasiado de papá. Los hombres heterosexuales nos transmitimos el error de repetirnos en las mujeres. Si el error nos pone así, aguante.

Una mujer es una maquina generadora de insomnios en el amor y en el desamor; es un pensamiento constante e ininterrumpido; es un riesgo, un acierto, y a veces un error, no la mujer en sí, sino ella que a veces se olvida de su profesión; es una adivinanza, un "qué más puedo hacer", una sutileza; es un espacio interminable, un laberinto, un retroceso y un avance; es una duda, un libro de filosofía con varias preguntas, pocas y concretas respuestas; es una locura porque su cuerpo es una locura; es un sueño, en algunos ratos una fantasía, una realidad; es un vacío que queremos completar, aunque termina siendo al revés; es un "no creerías", "no sabes lo que es" en ambos terrenos; es una ida, una vuelta y un permanecer; es natural y sobrenatural cuando así se lo propone, si a mí me dieran a elegir me quedo con su no elección, su naturalidad; es un balazo y una caricia casi de continuado; es un unir del tiempo inservible con aquel que vale la pena vivir; es un saber exiguo, un aprendizaje constante y no aplicable; es aprender que todo lo sabemos no nos sirve para nada; es una cura y la enfermedad; es el té de media tarde, la resaca en vela y el jarabe que más nos contamina; es un sorbo de la mejor bebida que siempre nos deja con sed; es esperanza, con todo lo que implica, y una puerta nunca cerrada, tampoco abierta; es una devolución perfecta a un cariño bien dado, pero también es un abrazo mal estacionado en cuerpos no merecedores de ellas, ni de nada; es superficie y subyace constantemente, que la lógica me lo intente destrabar; es años de escritura, música, poemas que no terminan por contenerla; es verso, prosa, líneas inútiles que nos escriben en la piel; es eternidad, aunque nos alce o nos tire al diablo; es la belleza con todo lo que eso implica y nos arriesga.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Que nunca

Que nunca te llueva en el camino seco de la soledad que hace a la búsqueda de un amor, y que tu cuerpo esté resbaladizo, en donde se deslicen las soluciones que te acarician con ganas y se van motivadas, por dentro todo se pone más crocante y frágil.

Que nunca te dejen besos que prometen despedida porque se te quedarán eternamente anunciando que se van pero siempre quedarán vibrando encima de los míos; nombrándote en las madrugadas que ya no me oyen. Ellos no serán lo que fueron y consiguieron. Estos labios, cielo, son un hospedaje para los tuyos que duermen; cuando sueñan me llevan a un placer descontrolado que se sacia constantemente y quieren más; cuando cierran sus ojos sé que para no sufrir ni mirar para atrás se enceguecen pero dicen chau en un eco labial que me hace mal. Vivo sintiendo algo que ya pasó. Mi sentir es un resabio de lo que no fue.

Que nunca te miren como vos a mí, esas lunas con un eclipse de tristeza pidiéndome que desoiga tus ordenes. Que no te dejen la mirada enamorada, porque sabrás entender que hay amores no correspondidos y eso no debería de corresponderle a ninguna persona.

Que nunca desplacen a tu deseo por detrás de un mural imposible de permear.

Que nunca nadie vuelva a vos porque sus dioses estén jugando a la ruleta rusa sobre su cabeza, para que no te sientas su necesidad. Entenderás la diferencia entre necesitar y desear.

Que nunca te suspiren después de unos besos en el cuello porque sabrás que la felicidad es aire, o que anda en el aire. Yo entendí que la felicidad anda suelta, pero que para llegar a ella debo ponerme lo más cerca posible de tu cara. Eres mi puente al júbilo.

Que nunca se vista con lo que primero que tenga y te parezca igualmente bello. Entenderás lo subjetivo y anormal de la belleza, ubicada en un recoveco de la sorpresa: la persona bella- seguramente de la cual estamos enamorados- siempre nos sorprenderá-. Me llama la atención que todos los días de mi vida me enamores, cuando me levanté esos mismos días prometiéndome olvidarte y desayunando motivos para hacerlo.

Que nunca te falten mimos que traigan aparejado sospechas que persiguen independientemente de la movilidad o la pasividad. Que no recuerdes cuándo eras libre y todo sean dudas. Dudar que estás dudando. Preferir al otro por encima de vos. Ser preso de un enamoramiento que vacía, seca, quiebra, hace grietas y desequilibrios. En donde ser introspectivo no solo me permite conocer el vacío, sino ver que lo doloroso ya está en nosotros. Nacemos dolidos, ausentes, faltantes y el afuera únicamente toca esas fibras sensibles.

Que nunca te corran la cara.

Que nunca nadie crea en vos como yo en vos, sabiendo que estabas escondida en los escombros de la ideología miles de veces destruida. Con polvo de cal crees que podes unificar lo que sos y lo que deberías. Ni te digo que tengas la capacidad de contar de tantas maneras diferentes a la tristeza porque comprenderás, tiempo después, que hay algo que te reconforta de todo esto. La tristeza se escribe y se dice de una manera. El placer prohibido toma diferentes caminos para esconderse y dar sus toques reconfortantes para él, sólo para él.

Que nunca veas a la persona que amas guardarse para un otro que ayuda a enterrarla. Él sabe que vos en vez de guardarte te enterras, transformándote en imperceptible a todos; varias veces te pierdo, no te ubico, escapas de mi vista y este corazón. Te estás poniendo bajo la tierra de un sucio que no sabe jugar. Estás como muerta a años de que eso suceda. Decís que no "te pasa nada", ante mi pregunta. Lo que sucede querida es que te encuentras con la propia nada que saca a la luz lo superfluo de todo lo que te rodea, extravías los hilos conductores de un raro razonamiento para que explicarle a los demás porque sos feliz, mientras se te va quemando la mecha del deseo.

Que nunca veas al otro y te preguntes. ¿Por qué lo amo?, ¿qué es amar?, ¿de dónde sale esto?, ¿lo siento realmente en mi corazón o en mi cabeza, pero si es mi cabeza, lo estoy sintiendo o pensando?, ¿el amor es un pensamiento?, ¿qué pienso?, ¿cuándo paro de pensar? Cuando tengas certezas ingresarás en la seguridad que caracteriza al desamor: ya no siento lo mismo, no quiero más esto, no te quiero cerca. El amor puro es un gran signo de pregunta, tanto por su origen, las elecciones que hacemos y por la continuidad que le damos.

Que nunca te pase nada de esto. Primero porque jamás te desearía el mal. Y porque si algo de esto te ocurriese estarías a mi lado en este lugar de errados, donde yacen los equivocados, los inoportunos y los no correspondidos. Aquellos que la historia nunca realza pero que la conforman, ya que la historia la cuentan los ganadores, pero necesita de perdedores. A vos te ganaron, o te dejaste ganar (o vencer). No me interesaría escuchar qué te pasó, tampoco tenerte al lado. Dos no correspondidos en un mismo espacio y tiempo, que alguna vez fueron algo, no merecen más que el olvido.

No quiero olvidarte, ni tenerte aquí.







lunes, 26 de octubre de 2015

Equivocación

Mi casa se encuentra derecho por una larga fila de sospechas, pasos cercanos, tenues luces, suciedades que se juntan para soportar la amenaza de una noche gélida, sin embargo sentía que retrocedía. Había algo de lo cual no podía despegarme. Posiblemente de tus incertidumbres, de tus ganas inconclusas de resultados, de un amor que florece en cada espacio de tu cuerpo pero que intentas tapar con esas manos pequeñas, donde sobresalen tus uñas levemente comidas por unos dientes popularmente conocidos. Pero hay más. Llevo unos desastres indisolubles de mi ser: ya no sé si son muchos o yo soy un desastre. ¿Habrá algo desastroso que es tarde para quitármelo? Acaso, ¿no podré dejarme abandonado en algún espacio para encontrarme cuando tenga sed de error?

Me encantaría perderme, dividirme, extraviarme, ocultarme en lugares públicos porque sería la única manera de evitar repetirme. En donde estoy me vi reincidir en desastres, porque soy el desastre. Me reparas de a partes, me desarmas con martillazos de miedo. Si tan sólo me dieras una mirada despreocupada, te invadiría en besos, abrazos e iría con mis ejércitos a resguardar una cabeza que te está consumiendo la vida. No te deja perderte, dividirte, extraviarte, ocultarte... tal cual es mi deseo. Nos escapemos juntos. Hagámoslo. De todas formas, muéstrame de verdad que lo queres. Una mirada y nos escapamos vos, tu cabeza, yo y mis miserias; o vos, tu cabeza y yo la miseria. No profundicemos.

Escribir es sobrescribir lo mal escrito, de ninguna manera es una actividad para olvidar. Qué estúpido quien lo piense. Si te estoy escribiendo, aunque esté lleno de frustración es porque te quiero presente en estas líneas más miserables que el miserable del escriba, lleno de miseria y letras, que no te pueden destinar porque te ensordeces para el lado equivocado, igualmente provocador.

De las mejores personas han salido las peores relaciones. Probemos lo contrario. Sin miramientos podremos ser pecadores hermosos, demostrándonos como tal, perdidos pero amándose equivocadamente. Hoy reniego de esta equivocación. Todo sería diferente si la confusión la vivimos los dos haciendo de ésta algo horrible, pero juntos, en odiseas que sean visuales pero que siempre que baje por mi hombro derecho viendo al finalizar mi mano está la tuya haciendo una  "v". Nunca se pudo comprobar qué suman dos locos porque posiblemente se hizo una persona, sentir, o algo cuerdo que se perdió en lugares que transitan los normales- o mejor expresado, los normalmente aceptados-. Acéptame este razonamiento: dos errores que nos mienten está dando un amor que es verdadero, ¿qué sentido tiene llevar el disparate a la cordura que solo conducirá un sentir frío, natural y calculado? Desestimo todas las ofertas, prefiero quedarme silente a tu lado, esperando la verborragia de lo que no fuiste insultándome por no dejarte escapar. Cuando te canses, estaré ahí inmutado mirándote igual. Sin nada que aportar, ni contestar. Esperando que seamos una suma de demencia en un mundo que nos ve nacer incompletos. Allí hablaré para decirte cuánto te estuve esperando. No me creas, posiblemente esté exagerando. No creas la verba del loco, simplemente déjame llegarte con mi vocabulario sano, lo único que resguardé de las malas épocas para dársela a quien me hiciera un poco más agradable la estadía en la habitación de este hotel denominado tiempo que va en movimiento.

Tu maquillaje de señorita bien tapan tus enormes ganas de cortar la benevolencia con las tijeras del mal. Estoy rodeado de porqué que hacen a mi todo y a mi nada que la justifica desde afuera, como para soportar tu desánimo para arrancar, huir o construir el error en este mundo correctamente equivocado. Es posible que estes dispuesta al error, pero no a éste, no podría decir que tu elegir es un error, sí podría atestiguar un inmenso dolor.

Ya no quiero verte triste, ni perdida en la inmensidad del ser: entre lo que deberías y resultaste ¿Sabías que de las ausencias nace el amor? ¿Te permitiste analizar de dónde salí? Tengo las pocas cosas que necesito arriba de la mesa sin mantel para agarrarlas apenas me des el "ok".

Y si las derrotas son miserias que no me sueltan, y si esta última derrota que se está consumando hace que sea una miseria, una derrota con patas. Le da lógica al sentimiento de ir a la inversa del camino a mi hogar: el derrotero es un cangrejo que camina para atrás. Mis uñas se rompen al intentar sostenerme de los bordes levemente levantados de la vereda. Quizás tus uñas estén erosionadas no por tu boca, en cambio sí por esta misma acción, empero no deseas, o no podes, volver para atrás conmigo. En retroceso, solo, lastimado, enamorado. Estoy sintiendo frío y tus manos escribiéndole en el piso mensajes de amor a quien te manipula y te empuja a volver a donde no te mereces. "Salí de acá", te grito y vos con un puñado de fe crees que todo tiene un porqué, seguro que sí, es la única manera de romper con las naturalizaciones, el problema es que no hay respuestas. Te inmolas innecesariamente. Te quiero rescatar más te me escapas.

No puedo viajar en paz. Necesito entender toda esta locura. Un poco de claridad en nubarrones sentimentales. Si mi destino es no avanzar, lo podría aceptar a los 300 km atrás de los demás. No quisiera que eso me pase solo, lastimado, enamorado, confundido, jugado, bañado en lágrimas, deseoso de revancha, todo por vos que no te permitís, ni me permitís equivocarnos.

jueves, 22 de octubre de 2015

Poema del llanto

De qué costado que no recorrí sacas la maldad que hoy me apuntas
En qué fracción de la piel que ilumine con mis ojos tristes dejé la sombra
que hoy oscurece el presente.

Hoy cruzaba la calle y nos hicimos esquina: tu parada en la cortada
yo te mire mientras mis piernas avanzaban a un cuasi trote.
Estamos unidos, formamos un espacio físico de dos calles
que no llevan a ningún lado, solo a nosotros para una coartada.
Inventemos. Total qué va a pasar.
Vos lapicera y yo papel.
Mientras escribís en cualquier lado, garabatos sin swing
a mí me hacen un bollo marcándome el fin.

Sabe antojarse con jugar. Y yo un pecaminoso de aquellos.
tiro ciego un as,
la espío en los espacios a donde se escapa del bien
y entre los entretelones de la duda nos hacemos certezas.
Somos un dúo que se caído pero que de las nubes grises no se cansa
Las tormentas nos ayuda a entender que los astros nos dicen que no
y sin embargo, imanes del amor nos juntamos y apretamos.

Apretá más tu pecho contra el mío, que exploten las dudas sobre las remeras
que se haga una agua que limpie lo que nos esconde.
Sácame esta migraña y la telaraña del alma donde se atascan tristezas.
Guía a este entelequia a la terrenalidad.
Mis alegrías se han vuelto de una forma irremediable perezosas
despiértarlas con la creatividad de tu sola deidad.
Abrázame hermosa,
sin dudarlo y a dos manos que se unan en mi espalda, en mi fin.

Soy capa que se defiende de los bombardeos insospechados
vos una espada que corta con tanta maleficio.
Creer en vos se ha vuelto un digno oficio
repitiendo una y otra el procedimiento para enamorarte.
Eres la mujer con más de un millar de enamoramientos.
La pierdes en alguna parte.
¿Es la culpa que no deja libertarte?
No la encuentro.
Te vuelvo a enamorar sin importarme.

Acá hay culpa, mi amor.
Demasiada y a un alto costo.
No hay margen para maniobrar, el destino es estrecho
o nos hacemos historia o pasamos al desecho
allí donde nacen los que nunca amaron en libertad.
Ahora dime la verdad.
¿Me estás esperando?

Exploté. Parecía que no.
Necesito un poco de suavidad sobre la rugosidad de las horas.
Siento frío en esta primavera con dudas.
Punto. Punto. Punto.
Para abajo.
Punto.
Sácame de elegir siempre mal. Suplico una tregua.
La inconstancia de tu espera me desvela.
Hablo de dos en vez de una.

Un hombre se recibe de hombre
cuando llora sin honra sobre los mosaicos fríos
apoya sus manos en ellos porque es la ultima resistencia
algunos piden ayuda a Dios,
otros saben que el último apoyo, será el último
y empezarán a subir.
Yo pido tus hombros
¿los tengo para erigir?
Que las historias pasadas no sean leídas acá.
Ya he consumido en mi vida reales cuentos
como para volver a ficcionar la realidad.

El llanto expresión de vida.
Ella pasado que se resiste.
Vos una duda que el sueño me quita.
Descanso cero.
Paciencia en la cuerda floja.
Música mucha.
Piano demasiado.
Lectura abultada.
Realidad afilada.
Olvido empezado.
Tu nombre inscribiéndose en mis manos que acaban de secar las lágrimas...
llanto estremecedor hasta para el perro que mira atónito
llevándose a mi cuerpo a la frontera que no sé bien que divide,
tal vez evita que por ahora me cruce de carril, enterrado demonios
sembrando besos en tu ombligo,
para cosecharlo más tarde atrás de tu pelo.

Poema del llanto. Sin verso ni canto.
Deja que el agua sea fruto de dos pechos apasionados
y no de lo que reflota entre mierdas el antaño.
Las lágrimas saca a relucir el Principio del placer
y ella lo poco bueno que queda de mí.
Meritorio trabajo de moverse sobre lo ruín
a pesar que a veces sea parte del displacer.
De las lágrimas.
De no encontrar caras.
De signos extraños.
Ella permite que viva entre preguntas.
Sí.
Pero vivo. Hoy prefiero romperme el cráneo
para responder en pequeños diámetros enfebrecidos
las dudas que le seguirán,
a otras preguntas
que a morir en la seguridad del adiós que certifica que ya no volverá.






domingo, 18 de octubre de 2015

El escritor

Sé de muy buenas fuentes y unos cuantos apretujones interiores, que quienes escribimos- bien o mal- lo hacemos para escribir lo que otros ya tienen dibujado adentro. Algo nos falta, necesitamos tenerlo y escribimos. Como no resulta volvemos a intentarlo. Tenemos una biblioteca escrita y un vacío sin poder completar. Y debido al tiempo atroz nos vamos apagando y seguimos sin escribirnos internamente las ausencias que pesan. El tiempo es escritura, sobreviviendo en líneas que aunque se lean lindas esconden insatisfacción y angustia.

Como nos repetimos, reiterativos de las palabras y los sentimientos, daría todo esta verba inservible por estar escrito internamente. Sintiendo menos, escribiendo nada; a tener nada y escribir (casi) todo.

Los escritores, somos entonces, unos peleadores de la ausencia con armas desleales, pero tampoco hay otras-al menos conocidas- Nada nos completa, toda acción por ínfima que sea cala hondo, rebota más y tiene mayor acústica. El amor y el desamor se vive con la antinomia clásica, pero potenciada en miles de veces. Los otros sufren a partir de una mayor completud-nadie está completo, todos estamos en falta-

Preferiría estar más escrito y no escribir más: porque cada vez que hablo denuncio una ausencia y termino otra vez preso en una cárcel con un guardia sin la llave de esta celda turbulenta y que se la pasa escribiendo boludeces incompletas.

Vos y yo estamos enamorados- lo discutimos después- pero no sangramos por igual.

Hay una sonrisa distinta cuando nos vemos en pequeños escapes de nuestras vidas: hay algo de mí en esa risa. Tal vez porque me la estabas guardando. La que tenes periódicamente me gusta. La segunda me enamora y me coloca en vos.

Ya lo dije: el desamor es un regreso a casa. Me desenamoré de vos y de mí. No alcanzó con perderte, que también tengo que soportar un desarreglo sentimental que no puede parar.

El dolor es una resistencia a la locura, un reordenamiento psíquico, y un tour cercano a la muerte. Cuánto más nos duele algo, es mayor la cantidad de fotografías que sacamos desde atrás de un vidrio transparente a la muerte que no espera cuando ya no haya dolor propio y reine el ajeno, que se acercarán tan cerca a la muerte como quienes pasaron la raya, y son una retrato mental. Ergo, el duelo es una aproximación a la pérdida afectiva, una promesa de visita, un pedido de ayuda y un desesperado grito de auxilio a una energía disipada.

El amor es una redefinición constante, hoy, en esta situación, es una larga línea de puntos suspensivos... un aguardo en línea, mientras el mundo suena esperamos un poco de silencio en alguna noche descendiente y con la mitad del colchón comprado en la cotización del deseo, sacrificio, compañía, ilusiones y amor. A veces la vida se vuelve en un sonido constante y el amor una intermitencia para no quedarnos sordos; ni locos.

El enamoramiento es la compra de una imprevisto, pagadas en cuotas con intereses de previsibilidad a lo largo de los años.

El olvido es capa y espada; héroe y villano. La felicidad es una de las tantas formas que toma el olvido. La melancolía es su faceta más conocida. Olvidarse del destino, es una caricia en el alma reflejada en la cara.

El paraíso al que suelo pisar, está lejos de lo prometido y más cerca tuyo, sucediendo cada vez que te acuerdas de mí.

El saber es una promesa ignorante de quienes no saben nada. La nada suele ser todo. Y todo es menos que nada. La naturalización de las cosas: el pecado humano. Perdemos de vista a la belleza y al terror casi con la misma vara.

Él no es sin ella. Ella está incompleta siguiendo la regla del ser humano, pero se vuelve imperfecta sin él. Son complemento, pero juegan a relleno en otros terrenos infértiles.

Es una paradoja escribir sobre desolación en un mundo tan habitado.

Extrañarse suele ser un alimento que llena de ilusión y juega en el plano de la idealidad del amor. La tristeza abona a la soledad. Y vos me dejas ilusionado en una eterna soledad.

Estoy arrancando similares a los últimos párrafos y no sé a qué es. La "e" no me resulta mi letra favorita. Las definiciones limitan, pero me voy escribiendo adentro lo que no hay. Estoy definido, aunque no sepa cómo. Dícese. Tal vez para ser una definición debe haber un definidor. Nadie reclamó ese puesto. Esta realidad está dura para pelearla desde el vacío. Antes que trompear al viento prefiero escribir. Ya estoy gastado.

Erradamente, en mi aspecto lúdico, seguiré comenzando otro párrafo igual, como en mi vida. Retorno equivocadamente a juegos que causan gracia a pesar de conocer el desenlace trágico.

En un permitido destornillo a la rutina, viéndola como previsible y me preocupa que siga allí sin aplicar ninguna acción.

¿Existe la escapatoria? En todo caso, ¿escapando de mí llegaré a vos?

Estaría en el final. Se va acabando.

Escribo menos.

El escritor.

El adiós.

Ella.

Él.

E.
.



miércoles, 14 de octubre de 2015

Desamor

Mi realidad se ve distorsionada como mis dedos verdes alrededor de un vaso de gancia que llevaba sus semanas ofreciéndose para olvidarnos juntos. Desistí, no quería olvidar. Quería pensar. Ahora sí: a desacelerar el ritmo vertiginoso de sostener lo que está roto de fabrica.

Ella vino de sur al centro buscando su norte, ahora vuelve a su origen sin amor y sin norte. Cayó con poco, se va con menos. Hizo un par de apuestas, se va con deudas y con este amor que poco a poco se le irá disolviendo en la boca. Confió demasiado en la paciencia ajena desestimando la necesidad de dar, abrirse, dejarse lastimar. Lastimó e intenta escapar de la devolución. No quiere sufrir lo que su (ex) par está viviendo. Ella sabe que será olvidada, pero no lo quiere presenciar. No puede verse desaparecer en el mismo lugar donde tiró sus bolsos. No soporta la idea de perder el poder, desde donde controlaba el sentimiento de enfrente. Lejanamente movilizaba los hilos de lo más interno, puro y presencial que un ser puede construir- o que se le construye-. Más que hábil. Se y no se metió en mí. Tenía miedo de quedarse atrapada. Ella dice ser libre, pero está cercenada en la entelequia del amor con control y sin marcas.

No trajo los sueños, y ahora quiere ver si los dejó allá. Se vuelve. Se va. Deja miserias que debo saltar. Están en cada parte. Su perfume todavía me debilita. El olor se internaliza, capaz que así fue la primera vez que entró aquí. Ya no sé cuántas veces salió y volvió a entrar. Esta vez, la última, me reserve el derecho de admisión. Te llevas el rencor, lo cual es buenísimo porque no lo quiero cerca. Acá simplemente no podes volver a ingresar, pero te aseguro que no hay odio.

Hoy el desamor me dio su primer regalo: alivio. Despreocupado sigo tomando.

Perdí el gusto por lo agridulce de cada tanto, la amargura como el plato de cada noche. No soporto la incongruencia de tu discurso autoritario. Detesto haber sido una bala que rebotó en tu piel sin haber permeado tu resistencia. Ahora con resistencia y todo emprendes el regreso. Me dejas los proyectiles oxidados tirados en el inodoro. Te llevas todo lo que nos debemos. Me dejas la sensibilidad. Decidiste partir con el gato. Me desprecias al perro. Te llevas la cama, pero no al insomnio. Te cargas el lavarropa sin los trapos rotos, que quedan flameando a media asta, asumiendo el duelo. Te guardas la sensualidad dejándome huérfana a la sexualidad. No compartís tu blanco o negro, me apartas para mí los matices. Guardaste dentro de un folio, en el bolsillo delantero, a tus risas, quedando a cara larga. Te volves con insensibilidad, y yo con ciertas ganas de llorar en cada rincón. No guardas fotos, las mías se reproducen a cada instante ahí donde no podes ver. Viajarás con superficialidad, yo ahora estoy embalado en un viaje profundo a descubrir en qué he fallado. Eras futuro, ahora eres pasado. Yo soy esto que va cambiando.

Viniste con frío y tristeza... pocas veces pude quitártela. Payaso frustrado en velorios visitantes. Doblaste nuestros porvenires, a medio tejer, dejándome los bellos recuerdos. Al fondo de la valija queda tu discurso anti-amor, y por estos lados queda dando vuelta la ideología de inmolarse para salvar a otro corazón. Nunca pudiste construir un hogar en donde había calor. Vuelves al frío para ir en búsqueda de las respuestas a tus incertidumbres. No te olvidas de tu lindura, pero no podes quitarme el privilegio de haberla tocado, unido, emprolijado.

Negra de mi alma, ¿porqué me haz dejado?, ¿qué te faltó para haberla peleado? Parece que no te alcanzaron los momentos en que nos volvimos perfectos y rimábamos en lo desacertado de nuestro destino. Te olvidaste de los abrazos protectores cuando se nos derrumbaba la vida sobre la cabeza y cuando se te descomponía el ego, vomitando suplicas y fastidio. No alcanzaron las comidas, ni las madrugadas destinadas a irte a buscar al fin de tu soberbia, donde comenzaba y terminaba, en un par de pasos, tu suplicio.

El desamor está comenzando a cuenta gotas. En cada una de ellas, me derrito en fiebre, migraña y una tensión muscular que desobedece al cerebro resistiendo a duras penas la misión, que ya parece imposible, desagotarme de vos.

Flaca, tenes mucho. Te falta poco, empero no salís a buscar las tuercas que te hacen falta para que gires en cuasi perfección. Te conformas, para colmo exigís. No puedo olvidarme de esa figura, que teniendo lo que tenga por encima, metía más signos de exclamación a un amor, que nunca te gustó que te lo reconociera como tal porque sos fugitiva de la cursileria del amante, que hoy lo mataste tanto a él, a su amor y a toda expresión de amor. Vuelve a intentarlo, ya no conmigo. El desamor es un sepelio de un amor. No de todo el amor . No morí. Falleció lo nuestro. Volveré a amar, no a vos, a otra mujer, en otra dirección. En lo inmediato recibo con la cabeza gacha los pesares y lamentos.

Te llevaste al sur, me dejas el norte.

domingo, 11 de octubre de 2015

Volviendo

"Romántico empedernido", me definió. Y dijo que ese era el causal del malestar.

"Ya superaste cosas peores que estas", me alentó un amigo en el medio de la peatonal de las cosas vividas.

Cuánta vergüenza me da este dolor que nace de adentro tirando todo para su terreno. Cruje el exterior resistiéndose.

Vaya a saber cuán romántico soy al momento de caerse la ropa y desgarrarme en sentimientos. Tal vez solo sean contracturas sentimentales, pero son a causa de esforzarme para no caer, y no dejarte caer. Soy calculador, empero no frío. Me enojo, pero no me desenamoro a la primera cara de piedra, y por lo visto tampoco en la última. Quiero que sucedan cosas, pero no son las que están sucediendo.

"Sí, la cosa es no pensar"... leo. Ya no tengo escapatoria. Todo es un boomerang que me deposita en la almohada que da al frente a su refugio. Ahí en plena soledad donde se derriten las alas de volar e irme más allá. Esa almohada es el epicentro de la soledad. Empiezo a besarle los pies, a esquivar sus cosquillas y pudores, yendo por el cuello termino estropeándome contra esa pieza blanca. No llego a su boca. Travesía larga por un cuerpo pequeño, divinamente diseñado. Oscuro, como su interior. O nocturno, como su pelo, a veces recién mojado por baños a los cuales me gustaría ser invitado.

Es increíble que una allí dos caminos, que entiendo que provienen de un mismo puerto rojo, o es lo que hicieron de mí. Alerta que se denota en signos, a veces imperceptibles en el afuera. Salto pozos, caigo en acertijos. Y la cosa es no pensar. Cómo no voy a razonar la búsqueda de respuesta. Después me cuestiono la falta de descanso. Claro, pobre cuerpo resistiendo las embestidas del pensamiento circulando, haciendo un surco donde se esconden los dolores para no contarle a nadie esto que me avergüenza mencionar.

Manipuladora. Perversa al llevarme al juego de la contracción: vos o yo, pero que si me elijo termino perdiendo. Ya te dejé ganar. No importa el resultado, solo quiero abandonar, pero no del todo. Quiero bienestar, y ése sí enteramente.

El mundo de las promesas soy un deudor serial. En el planeta sentimental sos un eclipse desertor. Y yo una especie que necesita luz, claridad, visualización, fortaleza, calor. Vos estás hecha de cartón. Zafas de la angustia. Yo no huyo de lo que me pasa. Vos pones el mantel a la despedida, y yo me hago el boludo poniendo la pava lejos del fuego porque no estoy preparado, pero me cebo agua fría para apagar el verdadero fuego.

Durante la mañana había pensado cosas interesantes, ahora ando por esta llanura de inspiración. Cegado porque todo me lleva a mí y necesito ayudar para finalizar. No quiero más responsabilidades de las que ya me machacan en casa. Quisiera volver a escribir poemas de amor, de ilusiones, de mentiras con ternura, de mordedura de labios, de tus uñas sin pintar y amarguras maquilladas. También sobre la gentileza del tiempo al regalarme horas para mirarte mirándome enamorada, en aceptar que el bien o mal no es una objetividad universal, sino una concepción sentimental. Dejarnos llevar es el bien.Todo lo que hacemos después, el mal haciéndonos mal.

Se cae todo. Se va todo a su eje central, el interior. Necesito ayuda para externalizar y volver a subir. Poder descansar de lo que me agotó, recuperar la voluntad de volver a creer, desestimar los ultimátum unilaterales. Engañar a la memoria. Recibir a la paz. Apagar los motores. Aceptar que salir del amor es también una forma de volver.

viernes, 9 de octubre de 2015

Adiós

Los adioses no se dicen, se hacen.

Hablemos del adiós preciosa, y haceme precio. Los hasta nunca lo paga el perjudicado... y la otra parte se lleva gratis los sentimientos, creencias, secretos, intimidades, miedos del deudor, que se multiplican sistemáticamente por vacíos intransitables que lanzan golpes desde todos los costados.

Mareado te diría que te extraño.

Desearía, ya con la insolencia del fastidio y la angustia que desfigura mi cara, poder sincronizar de acá a un mes, ponele, el olvido. No quisiera olvidarte ya, no es que no ande apurado, sino que al menos te pienso en borracheras amistosas, en soledades azules y con canciones lentas que me desean suerte. Pensándote te tengo un rato más conmigo, quizá la racionalidad del dolor sea la cura a la terquedad de este amor, que anticipó, desvariando, el final. Callada ahí, sin un torbellino de mentiras que desbaraten a la verdad, con tus tobillos pequeños, una mirada que traspase la cara de este estúpido y encuentre algo  para entretenerse- entretenernos-, con una piel que cuando se deja mostrar estremece a los dedos que se acurrucan para no tocarla, o romper algo que se ve tan frágil y hermoso. Tu piel esconde su capacidad asombrosa de la opacidad amorosa. Sin embargo, si llegas a pasar un rato por ahí, te desean suerte. Te abracé hermosa, con sumo cuidado, aunque terminé pagándolo y me llevaste sin protección a las miserias de tu desamor. ¿Por qué hablas? ¿Por qué no me escuchas?

Te fuiste y dejaste en banda a las promesas que hablaban solas sobre unos almohadones. Pero claro, sos oído sordo a la felicidad. Tu recepción del otro está en mora.

A pesar de la hora nocturna, mis tristezas desayunan un pan con queso en el living de este hogar por el cual caminan a taco alto y beben mis últimas ganas de seguir con un desprecio como si fueran una gaseosa de mala muerte. Para colmo, hacen gárgaras y estragos al frente de este tipo acostado debajo de un perro que le promete fidelidad.

No es el momento para fotografías, estos son los momentos más caros del olvido, de todas maneras creo sentir un cobro de intereses desmedido. Todos parecen esconderse de la posibilidad de instalar en su mente estos fragmentos puros de la hijaputez de ponernos acá, porque carecemos de toda protección, creencia, somos peces pataleando en gotas de agua que salen de nuestros ojos. Quién quisiera verse desnudo y desprotegido ante el otro, desnutrido de amor, hambriento de cariño, sediento de una espera desinteresada, carente del color que otorgan los abrazos. Ya que andamos por acá, te habría agradecido si hubiese habido un abrazo, un perdón, un silencio. Ahora ando tirando los brazos buscando alguna cadera que desee darme asilo nocturno porque las noches me entregan palizas estremecedoras.

Las patas sucias hablan a la legua que transito el olvido. La que no aparece es la respuesta ante la pregunta de cuándo termina. Me gustaría sentir que mientras doy rodeos en un lodo violento, me abraces un rato. Que vea tus pies parándose en punta, consolándome. Te pago el olvido, pero abrázame. Y cállate. Por favor. No arruines, posiblemente, el gesto más digno que podrías tener. Sosteneme hasta que sienta que puedo volver a caminar. Huí, si eso es lo que tanto queres. Pero ahora, abrázame en silencio. Y que hable la promesa del tiempo, que por ahora patea alivios con dos piernas izquierdas.


miércoles, 7 de octubre de 2015

Corazón

Hay corazones que no siguen a la risa. El tuyo es uno de ellos. Mirá que sonrío, me río, me tiento y sin embargo tu cuore es entregado a la perversión. Señorita de inocencia radiante, no le des más el corazón a la tristeza o no dejes que corra tras ella. En mi casa no hay felicidad, jolgorio ni júbilo. Hay risas. La forma positiva de llorar.

El silencio se olvidó de mí, dejando eternamente su recado. Se hizo música creyéndose sonido con notas de silencio que no dicen nada; sólo figuran. Silencio que aplasta, corazón que no elegís y yo, sin embargo, te espero aquí. Suelto carcajadas para darle una superficie a la nada y nadar sobre ella. Y otra vez, dejo mostrar el interior de mi boca para que de una vez por todas alquiles estos labios por tiempo indefinido. No sé si al gastarme los labios de besos seguiré sonriendo, tal vez sí; tal vez no. No lo sé. Pero sí asevero, que habrá algo cansado de rodar, alimentándose de los días y haciéndose grande y será un amor, el cual todavía no inauguraste. La tijera y la cámara está en el primer cajón al lado de la sinrazón.

Tejo con unas agujas que llevan tu nombre un futuro incierto con puntos que no sé cómo destejer. Ya parece que no tiene vuelta atrás este punto arroz. Y varios puntos se han caído, como mi cara al verte infeliz y lejos como el viento de anteayer.

Te vi bailar con una soltura que hablaba mi idioma... dijo que dejaba el dolor al costado de tus caderas, alejándolo ante cada caderazo. Me volví loco. En ese swing se mareó mi enamoramiento y éste reconoció entre copas de más tarde que está presente en mí, que estoy enamorado de una mujer que corre atrás de otro corazón. No sé cómo te moves así, ni porqué está tan cerca el abismo.

Ya dejaste de ser la confusión de noches sin alma, sin pasaporte. Noches que anduvieron metiéndose de pecho entre las patas de un caminante que solo vuelve a casa para reír tristeza. A mis reflexiones de lado A y B las congelas en el refrigerador de la razón sacando a relucir un desmesurado juego de misterios, adivinanzas y besos sueltos al azar que ya no dicen nada pero anticipan todo. No obstante, espero llegar a la gloria con una identidad, una ocupación, por ejemplo médico de un corazón golpeado, policía de tu bienestar, bombero de los incendios de tu vida personal, locutor de tus emociones más intimas que debería tomar voz y voto, oficinista del papelerio de tu pasado, amo de llaves de cada uno de tus misterios-aunque señalame algunos sin resolver-, músico que se inspira al momento en que tus ojos lleguen a su puesta máxima y empiecen a iluminar, un mendigo que vaya a tus sábanas buscando refugio de murmullos que duelen, o un simple apicultor que junte toda la miel que se cayó mientras pensaba en vos.

No seguís la risa, me dicen que tampoco a la incertidumbre. Dame un beso y veremos a cuántos años nos podemos proyectar. Déjame limpiar el nombre de los hombres, tu dolor y esas cuantas lágrimas que han marcado tu piel. Otro beso. Otra proyección. Una nueva promesa de que pronto al sentir una risa correrás porque te haz cansado de estar del lado del dolor y buscarás demostrarle al mundo cuán perfecta puede ser una mujer al reírse, ésa misma que se tira a los brazos de otro caballero que le promete la lluvia, la rutina, los silencios, pero un amor que creció entre la maleza del dolor y a tu sombra, sin sol. Esos son amores robustos e imposibles de olvidar. No intentes que lo haga. Si quieres huir hazlo, pero acá estaré, atrás de estas murallas esperándote, haciéndome más grande. Haciéndolo más potente. Siguiendo el ilógico crecimiento de este amor que hoy se reveló como tal y no lo quería callar.

domingo, 27 de septiembre de 2015

La religión de nuestra mirada

Dios miró a un costado buscando su lado eterno. Y murió de espalda al que no quiso ser, un humano. Murió desafiando a la muerte. Con el pelo cayendo como una cortina que tapaba, no eliminando ese lado donde estamos todos. La muerte aparece aunque miremos para otro lado, en una mera construcción mental imposibilitada de vencer en el campo de lo material.

Todos morimos. Menos las miradas. Las miradas marcan. El mirar es una acción de tajear. No cualquier mirada. La verdadera mirada, la que dice marca. Y cómo. No puedo olvidar sus ojos rogándome que no le crea a sus palabras. Para hablar la persona se prepara, se posiciona desde un lugar, generalmente racional. Para mirar es un acto de amor, de desafio, de oposición, como de admiraciòn, respeto, amor y también, de un doloroso adiós. Las palabras y la mirada cuando van de la mano suelen ser un arma explosiva que termina por vulnerabilizar al otro, de hacerlo implosionar. Las contradicciones entre ellas dejan a la clara quién apalabrea y quién sugiere un camino, quién señala su dolor, quién indica que no puede más.

La religión se alimenta de un Dios muerto y no de las miradas de los fieles que buscan respuesta, una religiosidad imposibilitada de su fin último: la búsqueda. Desde lo sagrado nos hacen mirar a un tipo de espalda que ha muerto creyéndose más de lo que pudo ser y hacer. Evitar la muerte es una distracción de la propia muerte viniéndose en sentido opuesto. La Creer que se puede escapar una estúpidez puramente humana. Ergo, Dios fue humano y estúpido. Hoy es algo duro como su convicción de escape. La vida es despertar al revés de la muerte, de la oscuridad, de lo que enceguece y asusta e ir girando poco a poco con distracciones, soles y tajos. 

Lo sonoro suele ser nada. La presencia plena en su estado solido, como liquido, iluminado como la luna, radiante como el sol descartan de plano cualquier otra necesidad. Quién no se inmolaría por un mirar. Quién no quiere dejarse marcar a fuego por una mirada. Segundos sosteniéndose plenamente. Mostrándose defectuosa, pero rogando complentud, o un arreglo que suba las persianas de lo destruido puertas abiertas durante su crisis. Ventanas rotas, palabras desahuciadas, cigarillos ajenos apagados en fuego propio, copas sin terminar, bailes sin aprender, dedos pisados, silencios desbastadores, heladera sin comida, poeta sin poétiza, promesas incumplidas, futuros cobardes, presente censurador, pasado asfixiante se expresan en el lenguaje de la visión.

Corazón, ¿dónde dejaste tu mirar de enamorada? Podrás decir lo que quieras pero haz pérdido tu amor reflejado en esos ojos nocturnos. Tu mirada no me dice más nada. Pero, suficiente ya ha dicho. Sigo por los viejos tajos, esos tan preciosos, asesinos acaramelados, los que te dejan al borde del giro brutal pero no terminan por empujarte del otro lado sino te dejan deliciosamente en el filo. Ver lo que perdería si te vas y querer más. No querer fin. No tener fin. 

Y vos... ay. Siempre tan sincera con esa visión achinada. Creo que es así porque tu razón quiere apagar tu mirar porque no la puede controlar. Es imposible. Nunca vi tanta sinceridad en una mirada. Mientras que me envuelves en palabras para que te deje de mirar porque sabés que allí puedo entrar. Mis palabras suelen ser ignorantes para llevarte a la nada. Mi mirada te anticipa que estoy atado a llevarte a donde quisieras, pero te tranquiliza mi sinceridad. Te asusta cuando hablo, pero cuando te miro me dejas romper con ese rostro tan duro. Darle vida con mis manos, aflojar músculos que responden a la tristeza de mis labios, te moves al ritmo del amor prohibido. Solo sucede al no mediar las palabras. En esos segundos de lejanía pero de conexión nos sentimos libres, nos entendemos, dejamos que fluya lo que no entendemos. Cuando aparece el habla te dejo retornar a tu lugar.

No creo en nada. Ni en mí. Sólo en mi mirada que mira lo que no entiende y se enamora, y en la de los demás. En especial la de ella que me enseñó que la mirada destruye y renace todo en épocas de muerte sin remedio. 

Moriría por otra mirada tuya, porque sé que podré desaparecer pero jamás nuestras miradas de enamorados ante la visión de un planeta que atentó contra nuestro plan de cercanía pero cuando duerme nos escurrimos por algún pasaje y nos metemos en el sueño que nuestras miradas solo pueden entender.

martes, 8 de septiembre de 2015

Psicoanálisis

Es difícil reírse desde la libertad absoluta. Qué otra cosa es la risa sino una acción descontracturante, de liberación de tensión, una simpática lucha ante las amarguras que ponen verrugas a los costados de estos labios constructores, enmarcada en una opresión constante. Hoy reí con libertad. Posiblemente porque algo se rompió en alguno de esos escalones reprimidos por tanto taco, suela y enojo.

Salí por primera vez de psicoanálisis riéndome locamente, despreocupado del otro. Debuté en una caminata no reflexiva, tampoco graciosa, pero cargada de libertad. De saber que me limito, desprecio y aíslo por decisión propia. También que me pongo último en una eterna fila de elementos vivos y no tanto para recibir eso que no está en su construcción. Conozco, entonces, que soy libre al elegir, elijo pésimo, pero sigo eligiendo elegir mal y me da gracia. Ya resignado, suena más cómico.

Es posible, en realidad lo confirmo, que hay algo mal en esta cabeza, que el corazón ya no despierta a la mañana. Sin embargo, todo cambia al darse cuenta que depende del poseedor de la cruz y no de aquella que la deposita, porque ésta lo hará en cada cadáver sin perfume de mujer una y otra vez. Los que perdimos la fe llevamos la cruz más pesada, inamovible y eterna. La descreencia hace que ante el movimiento de las cosas uno sienta que está haciendo todo perfectamente mal.

Calibro malestar con fina y subestimada maestría.

Creo que las barreras de las que tanto hablé allí son las que me hacen olvidar la posibilidad de elegir libertad. Me encierro en sentimientos de todo color y forma para olvidarme de la elección.

El psicoanálisis es la tapa de presentación de nuestros dolores en su lado A y B. En su comienzo suena a una suave melodía, que se va destartalando hasta quedar en duros golpes sin ritmo, mucho menos  con armonía pero que tiende a recuperarse para un final siempre inconcluso. El diván es la única ruta sin final. Mi camino está teñido de negro con dos conos rojos. Entonces la terapia es una música sin cierre, conclusión. Es una letra carente de poesía pero concreta, áspera y palpable. Ese cuadro sin forma  intenta ejercer la gravedad para sostener gotas, que se dividen irregularmente entre obedientes, y adolescentes. Adolecen. Y se rebelan al patrón que no se puede rebelar.

Te siento otra vez transformándote en mil estados dentro de mí. Se rompió el canal de contención y me ahogas de emoción. Ruego que los santos dejen de cuidarte para que te atrape este mal que camina nuevamente para atrás. Parece que tenemos la formula de repetirnos. Somos previsibles. Ser lo que no somos es una paradoja bastante cariñosa sobre todo en noches olvidadas en esos lugares que ya no nos reconocen. Vamos de la hermosura al error con suma habilidad. Y todo vuelve a empezar. No nos alcanzarían los café para explicarnos entre nosotros qué queremos; dónde estamos; cómo evitamos el pasado en el mañana. Sin leer los diarios sabemos qué está ocurriendo en este mundo que hemos construido sin querer. Con qué beso, en qué caricia nos volvimos constructores de los que nos demuele. En cuál de las despedidas está la seguridad. Nos aprieta la ciudad y nosotros miramos el cielo rogando que el otro no avance, que no nos deje repetirnos. No nos podemos dejar.

Este amor y el psicoanálisis se unen en lo eterno.

La esencia de las cosas se explican desde el error. Nos elegimos para que en esas pequeñas entregas de amor nos carguemos de una energía que nos vuelve más invulnerable. Es ir al norte para conocer el sur. Es elegir unos pequeños chapuzones de calor para enfrentar el invierno.

Preferiría que no hayas conquistado este corazón. Preferiría. Preferiría. Preferiría. Ya no lo preferiría.

domingo, 2 de agosto de 2015

Mujeres

Juan, escúchame vos. Yo no sé nada. ¿Sabés que un hombre nunca sabe su destino, siempre a expensas de ellas? La mujer en cambio, sí. Deciden. Cambian. Modifican o dejan todo igual. Yo me resisto a escucharme, aunque haga el intento hace un buen rato que no escucho otra cosa que el cabezazo de estos hielos contra el vaso secándose por este calor infernal. Sé que de fondo suena un coro desafinado y en otro idioma, pero dicen que enamorarse es la resignación de los cinco sentidos por un solo sentir. Bastante cursi, ¿no? No me contestes. No me interesa, y si asi no lo fuera, tampoco podría por eso que te dije antes. ¿Entendes? No me respondas, dije.

Ves aquella flaca, debe tener metro sesenta. Ponele que con mucha honra, actitud y unos buenos tacos llegue a la sombra de los sesenta y cinco. Mirá si te clava esos tacos aguja en un músculo se parecería bastante al hueco que me hizo mi ex. Los hombres podemos morir de amor, no es un defecto, tal vez morimos de pie, con los ojos abiertos absorbiéndose las lágrimas para escurrirse por dentro pero maestro, lloramos, ya sea sin demostración, en la oscuridad o con una maravillosa teatralización de la fragilidad de la materia. Qué otra cosa podría decir. Vos sabés Juan cuántas veces me humillaron en el trabajo, amigos que me aplastaron por migajas y familiares que se convirtieron en magos sin galeras, sin embargo desaparecieron pero nada de esto afectó, ahorcó, a lo sumo abolló pero no agujereó. Mi ex sí. La anterior pincho, entró y salió. Y bueno de las anteriores... emmm. Entendido. Un caballero no tiene memoria, o sí, una bastante selectiva. Elegimos señoritas imborrables que nunca conocimos para ser nuestro punto de salida y llegada. Saldría de sus piernas, de esas dos bifurcarciones paralelas y verticales, para reposarme en la otra división perfecta, también paralelas pero esta vez horizontales. Parece Juancito, que en algún punto la belleza se divide, cómo no soportándose a sí misma, pero, gracias a no sé quién vuelve a unirse.

Cómo se llamará. Te juro que debe tener un nombre poco convencional, o tradicional. No creo que semejante hermosura se llame María, Soledad... sí, disculpa Juan, ¿tu hermana no se llamaba así? Bueno, bueno, ya sabes. Me la juego por Abril. "Dios santo qué bello abril", diría Fito con el Flaco. Sí, le caería justo. Es bella. Es el calendario de cualquier hombre, no Juan, no esa berreteada de los mecánicos sino que manejaría mis tiempos, mis planes, pará, no soy gobernado. Sería el muelle de mis desembarcos. Te aseguro que podría nadar desnudo. No, no, no soy pervertido. Simplemente porque ante semejante regalo de la naturaleza quisiera despojarme de todo para devolvérselo al mundo como una recompensa, un agradecimiento y también para quitarme ropa vieja, gastada, con olores de perfumes que ya no me pertenecen. De todas maneras, debo confesar algo. Del amor frustrado, del no ganador, de esos que pierden, sin importar si fue por goleada, o un arrebato del referí, solo te quedan dos cosas: un perfume y un reflejo de ojos. Por eso, estimado compañero de copas, te digo que en mi olor y en mi mirar llevo a quienes me han sabido- o no, pero lo han intentado- amar. Desde el primer olor y la primera mirada ajena nuestra vida es otra. La mirada hacia el sol ya es afectada. Nuestras ex influyen en la búsqueda de la nueva, cuando la encontramos, dejamos como en un bolsito eso que llevábamos, y si se rompe lo que venía siendo, al momento de salir lo agarramos y caminamos con un poco más de peso. Qué querés que te diga, yo no quiero llegar a casa con diez kilos de perfumes y miradas. Quisiera llegar con Abril, o como se llame. No, no se llama Abril. Quiero llegar a Abril.

Mirá ese talón de Aquiles, ése no puede ser su punto débil. Con esas piernas, que muestran fortaleza, seducción, suavidad, acompañamiento, inclusive el riesgo de ser una extensión de mi orto. Son piernas bastantes largas para lo que es ella, en algunos fragmentos parece hueso pero se infla en sus pantorrillas poniéndose en claro que no es una cualquiera, que las guerras hablan en las piernas de las señoritas. Me imagino a ella en la ducha. ¡Basta con la idea de que soy pervertido! Escucha. Imagino a las gotas cayéndose sobre el cuerpo y a ellas hablándose entre sí sobre el duro desafío de llegar a sus pies ante las montañas que se enarbolan de sus piernas. La gravedad su riesgo. El placer de tocar sus dedos siempre pintados es el paraíso de la unión de partículas en una línea que seguirá el curso. Nada será igual después de apreciar su piel.

Dame un cigarrillo. Me pongo nervioso no solo por Abril, déjame pensar un apodo para ella. Ya va. Sino aquella señorita, no pelotudo, la del otro lado. Pero la puta madre, pispeá cautelosamente. Listo, ya fue. Sí, esa que está a la izquierda. Me mira, me mira. ¿Qué quiere, acaso un hielo? No te rías. No me gusta que me acosen. Me mira de abajo para arriba. Hasta me bulteó. Desubicada del orto. Rubia teñida y mal... sí, sí eso. Hay mujeres que se creen no sé qué.

¡Mozo!, ¡Flaco!... bueno, no va. El muy baboso va a las mesas de mujeres. Clávate una peluca Juan, o róbate un labial, por ahí tenemos suerte y con tu cara afeminada logramos que no atiendan. Bueno, che... un chiste. Qué susceptible. Te sigo hablando de Pulguita. Ja ja ja, claro, le digo así porque es chiquita. Pero en ese diminuto cuerpo, de piernas hermosas, puede llenar esta ausencia talle 46. Dicen en el barrio que un pequeño cuerpo se prueba cualquiera de tus ropas y le calza justo. En cambio las grandotas te rompen las prendas. No, no. No hay mejor regalo que una mujer con la camisa propia sin corpiño recordándote cuán libre es el mundo, que uno se olvida que da vuelta, que quema, que está haciéndose mierda...y que afuera hay anarquía. Una mujer con mi camisa es la antítesis del tango que ya canta disfónico y carraspeando en mi casa. Es lo más cercano a la perfección. Rompe con el tiempo. Qué puede interesarte un trabajo con ella que te invita al desempleo que otorga la pasión. Sus caderas hacen el rock más subversivo al sistema. Esas mismas que parecen dos brazos que te abrazan. Seguramente los exploradores no salen de allí, calculo que es el triángulo de bermudas camuflado en piel. Prefiero ser el más anónimo explorador si me aseguran la eternidad envolviéndome en metros y metros de alfombra de piel.

No voy a detenerme. Podría irme para el costado, Juanchi. Y subir por las escaleras que forman sus costillas marcadas para saltar directo a la aurora de la creación que es el cuello. Yo lo llamaría a ese espacio el testigo. Por allí se sueltan palabras, en su mayoría, sinceras que tienden a ascender para llegar a unos oídos deseosos. En ese lugar se ve una cabeza que va pidiendo permiso para subir, y principalmente, bajar. Si de allí no se bajó la barrera del peaje de lo permitido todo se hará. En ese trecho muchas veces despreciado se entierran los besos que encienden bajo tierra el fuego, robándose toda lógica, física y química. Escuché una vuelta, creo que una noche de pena, de esas tantas que pasé en este bar, que el cuello testifica a favor o en contra del hombre, y lo que decidirá su postura es cuán sinceros hayan sido esos besos, que es difícil de engañar y que calcula casi de manera perfecta si esa persona será para el resto del cuerpo o si será para el resto del olvido.