miércoles, 16 de octubre de 2013

El olvido que no olvida

Fui olvidado como cuantas veces el olvido se acordó de mí. Esos refucilos de clandestinidad en noches de amores profundos hacen un pozo en mi pecho que se llena de lágrimas no lloradas, gritos silenciados, esperas eternas, momentos no vividos, todo por esperarte en lugares que nunca pisaste.

Me encuentro destruido y atado a sabanas de soledad que abrigan en momentos de furia pero asfixian al intentar encontrar calor humano. Y ahí estás, tan social. Acá estoy, con sobredosis de individualismo.

Ya no sé si prefiero que al momento que pases, tan escandalosamente bella, apagues o no la luz. Si nadie me volverá a ver, déjame cegado, si alguien encontrará en los pasos realizados la respuesta a sus problemas prueba con darme luz. Seguramente, hagas lo que hagas, quedarás en un lugar privilegiado de mi mente aunque he intentado de mil maneras desprenderme del recuerdo, éste sin embargo aparece como una fotografía, un sonido, un olor y una figura.


No es fácil compartir conmigo mismo una botella de vino tinto mientras por fuera el mundo brinda amores cuasi eternos. La atroz borrachera ni la resaca son dolores similares a los que siento sobrio mirándote los ojos que escapan de tu espejo.

¿Hasta cuándo formarás parte del libro de visitas de este hotel de una estrella? Desordenaste el cuarto y dejaste naturalizar el champagne: hemos pérdido las burbujas que nos hacia flotar en los manantiales del día a día. Desapareció la llave y todo quedó guardado en ese cuarto imposible de limpiar, pero está ahí y desde allí se sueltan fragmentos que irrumpen en los cuartos colindantes.

Yo y mi olvido sentados en el pasillo olvidándote hasta que él desconozca su función primaria. 





domingo, 6 de octubre de 2013

Círculo


En tiempos que hay que morir para que recuerden tu sonrisa, o al menos una caricatura de ella, gritar al vacío, sin escuchas atrás de la pared, puede volverse un actividad cuasi fatal. Y más cuando escaparse es volver exactamente al mismo lugar.

Intento salir de un circulo que no para de girar, que me tiene como punto de salida, también de llegada. Es devastador el proceso de ser olvidado antes que amado. Peor. El no sobre el si. Empeora. Se fue antes de llegar, algo de lo cual intento convencerme, nunca existió: construcciones sin libertad de una mente a cien revoluciones, de ésas que no ganaron ni salieron en los libros de historia, no fueron en contra del sistema sino en dirección contraria al sentimiento de bienestar algo olvidado en los audios radiales.

Su sonrisa ponía simplemente las cosas en su lugar ubicando mi mentalidad en cómo seducirla, pero tan sólo tuve que escucharla atentamente para saber que estaba peleando a puñetazos contra un molino de viento.

No hubo despedidas, tan solo perdí las manos.

El espacio que ocupa este fin deja sin puesto laboral al corazón. ¿Adónde estará? ¿En qué puerto estará bebiendo los alcoholes culpables de una soledad de larga data? Todos se están yendo avanzando sobre la misma calle que caminábamos juntos, me quedo atrás, otra vez solo. Un amigo me ofrece volver a poner en funcionamiento el circulo en sentido horario pero prefiero desistir de la oferta, no podría volver a resistir el manoseo de un amor que no habló y que ya me dejó sin orejas.

Te pido que no me trates de entender.

Quédate en silencio así te escucho mejor. Por lo pronto mandale saludos a tu boca de parte de mis mejores besos, los nunca dados entre silla y silla. Tal vez quede dando vueltas sobre la mesa de madera para marearme, perder la noción del lugar y salir de una vez por todas de acá.

Vuelvo al comienzo, insistes en entenderme... en tiempos locos quiero una mente sana, en tiempos hostiles quiero un corazón feliz. Y tu no me lo puedes dar. Tan simple, doloroso, y mortal como ello.

Si me permites un consejo: antes de anteponer el chau a tu hola, di al menos un tal vez... alguien podría morir intentando conocer tu afirmación.

martes, 1 de octubre de 2013

LA


Nunca me imaginé desempolvar acalambrado los manteles de varias mesas al cuadrado, allí donde cenan- jamás almuerzan- frases pegadas entre animales atemporales. Hay uno que es voraz.

Recuerdo las primeras melodías que escuchaba de Andrés Calamaro, el primer rockstar que me terminó por convertir al palo, que decía " si para tocar rock hay que saber tocar en LA; porque sin tocar en LA no se puede tocar rock". No creía que un espacio recóndito del pasado se pudiese volver egocéntrico y ocupacional de una mente sin freno.

Hoy mi vida suena en LA, gira en rock, distribuye en terceras que no se aprietan dejando a interpretación del otro mi felicidad o tristeza. Por allí enciendo las luminarias haciendo fricción con mi espiritú, en otras tiro a la borda mi cuerpo condenándome con ruidos psicoanalíticos, sin interponer los dedos al teclado te digo "te quiero".

Quisiera llegar a ser maravilloso, inteligente, doblemente compositor, menos suicida, más improvisado, acrecentar la tonada, disminuir los trajes oscuros, ampliar los horizontes de las líneas a los costados, achicar la tortura, silenciar, acallar, mutear los libros. Me desprendería de lo pendiente si la chapa que me vende está oxidada abajo de un auto en Buenos Aires. Estaría bueno no volar tanto, apostaría a ser muchísimo menos realista.

Mi compositor, rey de la bailanta en Brasil,  me repitió de una manera cruel, soy parte de un estribillo asfixiante sin salida. Soy monorítmico: LA. No subo ni bajo.  No me hacen girar en ningún aspecto público ni moldeo los silencios. Ante la nada del amor, sólo busco ser rock and roll; nadie me compone, destellos de tinta me ensucian la cara asotándome al olvido de un mal cd. Están sucian las compacteras al menos podría zafar de volar por estar rayado: trabarse cuando cantas en el planeta es repetir los errores insistentemente hasta cansar al escucha.

No puedo más en esta noche. Te pido que me escribas al menos un acorde más. Retírame del LA, ya no quiero saber. Sácame del entierro anticipado, de las visitas a mi muro de Facebook para dejar las memorias de un músico pérdido en los parlantes de tu habitación, ésa que inspira a autodestruirme, a ser menos, viejo y cascarrabia para probar un perfil acorde a tus sonidos esos perfectos que me enamoraron, se desplazaron por menor, mayor y bémol: jugaste con los pases y los bajos.

Soy un pobre acorde, te marcharás sin tocarme, dejarás tus pensamientos en el teclado, quitarás el aire del pedal para matarnos a ambos. Te dejo el libre albedrio para hacerme canción, una que cantes vos sola en cada espacio que construyas, donde silbes, rías, llores, grites, alientes, calles. Ahí estaré. Toma la lapícera y escríbime, seré lo que tu desees, mi amor.