miércoles, 24 de abril de 2013

Enigmático


Me expandí por fuera del castillo atraído por besos friccionados con pasados, presentes y futuros, todos condes de la entelequia. Soy primogénito desconocido por sus propios autores, sin ceremonias entro y salgo por las grandes entradas y salidas. Es la misma, se empuja y se tira. Guardianes empastillados hasta las orejas observan unas ovejas sin pastor. Entre la exasperación del continente desunido recito un arcano.

Mi casa amamanta metáforas para no llegar a verdades con trucos fallidos de magia colorada. Fanático de los misterios más escondidos, por debajo de la oscuridad que está a treinta centímetros de la estabilidad física delimitada por líneas horizontales como verticales, jugando a paralelas entrecruzadas sin motivos ni causales al menos deslumbrantes. Experto de la inexperiencia teniendo cero hojas en la impresora llevándome a entregar una carpeta con sólo una sonrisa tímida. Sin rutina ni maleta.

Planeo entre luces que prendo y apago según la ocasión o la molestia, mientras pensaba en aplaudir para llamar al mozo que siempre se ofrece para saciar menúes pre-históricos, pero yo quiero visualizarte una vez más aunque nuestras miradas sean imanes sin atracción.

Melodía sin LA, esbozo todo en menor. Así lo siente el tenor de lo racional. Intento agarrar ese aire que dejó de contener los tubos más hermosos construidos a tiempo completo. Necesito sostenerlo entre mis manos para sentir qué se siente navegar por los paisajes que vos reflejas al mundo que inmediatamente se vuelve estúpido. Yo soy el socio vitalicio de este lugar descuidado, donde los brazos se me duermen y los sublinguales son asquerosos.

No reprimo más las campanas de las cuerdas vocales, varios se tapan los oídos mientras caminan por esta misma vereda, yendo, viniendo, escapándose sin mirarse. Otra sintonia, la misma adicción. Este cable no hace más línea a tierra, siento que floto y no me enojo hasta que pierdo tu saludo volviendo a ser masticado por los tiburones que se escapan de las remeras de feria de domingo, menos mal que les falla los dientes zafando provisoriamente hasta que el circulo cierra por todos lados, otra y otra, tantísimas otras veces.

Soy testigo de lo trágico y generalmente no florece nada por este jardín. Sin embargo, trabajo la tierra a destajo, construyendo canales de riego para el campo colindante que quiera y necesite. A pesar de los cercos desterrados, más allá de los mitos tipificados como juego, no debes obedecer a nadie más que a mi sinceridad, la que te pides que sientes y leas este enigmático.

Un hombre que también puede amar

Suspiro entre los manteles de la antelación a un futuro que parece estancarse entre las patas de una mesa sin contracturas.  No voy ni vengo, más allá de los cinco kilómetros de rutina éter. Desearía dejar tu recuerdo en el basurero de la memoria pero no puedo desprenderme del deseo inmediato de saber sobre vos. Garcia me identifica: "porqué me tratas tan bien, porqué me tratas tan mal".

Soy el plan Z3 de cualquier mujer. Tengo que esperar a que te decepciones dos millones trescientos mil doscientas treinta veces de tu amor actual; los cuatros meses que no queres saber nada de ningún hombre; la vuelta del primero; el regreso inexplicable del ex sin muerte, ése maldito que te abandonó y te abandonará porque un hombre jamás cambia: si es un fugitivo de profesión siempre lo será con su orgullo tirándose entre los pelos; debo rogar que no te transformes en monja; que con tu mejor amiga no te emborraches y vuelvas con el primer ex ni con el segundo ex, tampoco que termines en un convento ni que te agarres a un paseador de su aburrimiento; debo desear que no te guste tu amiga; también rezo que tu amiga no se enamore de vos; mucho menos que tu amiga guste de alguno de tu ex; ¡uh! y si se acostó con alguno te encerrarás por tiempo indefinido acribillando al aire electrificado; después deberás descartar toda posibilidad con esos amores de fotografía que tenés en el cuarto sagrado, algo desordenado; recuerdo que seguido te olvidas de cómo estoy; después, mientras espero que pase la melancolía, me contarás cada paso, me describirás cada sentimiento y yo te espero. Quizás al último, con el miedo de morirte sola veas que soy un hombre que puede amar, dejando atrás esa imagen a madera auditiva. Tampoco creo que sea tan mala opción.

Sé de mis melancolías sin justificación recordando una construcción invisible a raíz de la nada. Conozco mis limitaciones externas. Cómo no reconocer esta curvatura que me asecha cada día. Al menos, no me peleo con mi espejo porque no le pido mentiras ni le exijo nada. Soy así, ¿no? Mi moda es única, entre clásico y no sé qué más. No sé contar anécdotas. Por allí me cuesta cerrar puertas sin metales ajenos de bolsillo lateral.

Como contrapartida, desde la vidriera de frente mirando instrumentos, te digo que te cantaría cada beso matutino, cerraría tus penas, te buscaría al trabajo, te devolvería a la cama, te cebaría mates acá, allá, en el sol o en la sombra, escucharíamos música, veríamos películas. No me olvidaría de tu libertad. Déjame amarte. No te pido otra cosa. Del resto de las cosas yo me ocupo. ¿La verdad? Quisiera que salga todo bien, como en mi mente, no prometo nada literario, sólo amor terrenal. Espero que te entusiasme esta publicidad banal, asquerosa y desquiciada de un texto malo acarreado por un escritor que perdió los hilos blancos que sabían manejarlo. Y menos mal que los extravió.

sábado, 20 de abril de 2013

Siempre

Siempre pierdo mujeres perdidas.
Siempre entierro amores enterrados.
Siempre voy para atrás y soy cangrejo de rutina.
Siempre salgo de las salidas.
Siempre voy a tu lado aunque no estés en ningún lado.
Siempre tomo tu mano, amor manco.
Siempre me duele este dolor cotidiano.
Siempre te pierdo, mujer desorientada.
Siempre creo que te creé y sos increable.
Siempre creo que te maté y vos eras mi asesina a domicilio.
Siempre te llamé. Vos me respondiste cuando te convenía.
Siempre esperé que me llamarás. Yo quería responderte mañana, tarde, noche y día.
Siempre me despertaste de mis sueños con vos.
Siempre intenté despertarte de tu pesadilla.
Siempre me viste como amigo. O tu conveniencia.
Siempre quise ser tu preferencía.
Siempre fue un fantasma.
Siempre vos andabas con el cuerpo tapado por una sabana.
Siempre estuve esperando acostarme a tu lado.
Siempre desinflaste mi lugar en ese colchón de dos plazas.
Siempre quiero invitarme a tomar mates a la plaza.
Siempre me quedo acostado todo el día.
Siempre sueño con dibujarte tu día.
Siempre imagino imaginarte diciéndome "tu eres el que me imaginaba".
Siempre imagino lo anterior.
Siempre me puse este pantalón.
Siempre todo me quedó mal. No me gusta esta ropa.
Siempre me disgutó mi postura anormal que no garpa.
Siempre pagué los precios de no cerrar la historia.
Siempre me gusto la paranoía.
Siempre creía que te escribía.
Siempre se me rompieron los esquemas.
Siempre me fotocopiaste unos cuadros conceptuales
Siempre te dije que no los entendía.
Siempre te importó un comino. Y me diste un par más.
Siempre me disgustó estudiar.
Siempre te estudié cuando vos te machetabas.
Siempre eres el motivo de mi día.
Siempre lloro en la soledad y vos creías que yo aparentaba.
Siempre quisiste variaciones.
Siempre quise jugar.
Siempre jugaste conmigo.
Siempre quise cantar. Y canté tus desafinaciones.
Siempre quise.
Siempre me deshice.
Siempre sueño besarte en todo el cuerpo y dormir respirándote en la nuca.
Siempre digo siempre.
Y nunca digo nunca.

viernes, 19 de abril de 2013

Enojado

Llevo aproximadamente treinta o cuarenta arranques del escrito. Borré cada uno. Me rehúso a mis emociones más usadas. En el borde mágico de la catarata, desbarato mis convicciones más caras. Quito la tierra de las expresiones más atípicas. Los preparo. Mientras juego con el piloto automático. Le conocí la cara a la hija de puta de Alegría, sin corazón visible, sin razón ni lógica se fue. Ando desnudo con el viento pegándome en las bolas. No soporto más esta persecución con y por vos. Corres. Corro. Corremos. Vos. Yo. Nosotros. Aunque este presente no venga en un par.

Vení o andate. No me jodas más. No me ilusiones. No me destruyas. No me dejes. ¡No! Nunca me des espacio si después no voy a tener habitación. No me prestes zapatillas si esto que me dibujás es un camino imaginario con devolución de calzado. Soy recto, tu andas dando vuelta en una rotonda. ¿Por qué podés llevarme tan alto con sólo una mirada? Esa sonrisa perfecta. Tus ojos. Hoy mis hombros te aplaudieron cuando apoyaste, por excasos segundos, tu cabeza en mis convicciones políticas, mente melancólica, puta, destructora de la realidad real. Para leer un escritor en serio, búscate otro blog, una página, no me interesa. 

Es un texto maldito. Son palabras furiosas. Son las lanzas puntiagudas de un loco desquiciado que no tiene ganas de volver a poner ni una coma en toda la oración porque se rebeló mi única verdad quien ya no cree que seas una reina para llevarme a la paranoia de la internación sin medicación aunque ahora reconozco que no estoy a la altura de ninguna circunstancia y vos sos una de la más lindas de allí. Me cansé. Bajo al otro párrafo. Bancame. Pobre Maduro. Pedraza hijo de una tropilla de putas. Puto vos y todos los que mataron a Mariano Ferreyra. Ivan Vella, recuperate pronto. Y el noticiero que se vende a si mismo. El televisor sólo reproduce mierda. Basura. Y mentiras. ¿Ahora pensás en mí? 

No capto nada. No sé cuál yo preferís de todos los que te presenté. ¿Querés que baile con vos? ¿Lloramos juntos? Te ofrezco odiar el mundo y nunca cansarnos de insultar. Sé que debés estar puteándome por tantas malas palabras puestas una tras otra. Giro. Sustancialmente podría ser el refrigerio de una eternidad molesta sin alicientes. No soy jardinero de tu paraíso. Tampoco te lo voy a construir  ¿Quién te crees Disney para ilusionar a cada dama con un príncipe azul? Lo más cerca que estuve de serlo fue cuando me ahogué dos o tres veces con los caramelos Fizz. 

Destruido. Me restablecí con un poco de tu piel. Yo perdí la mía en cada cuerpo a tierra, que se transformó en mi estado anti-pastillas multicolores en cajas inocentes. Intenté pasar desapercibido para estar bien cerca tuyo, lo estoy, pero me ubico a 10 mil kilómetros de tu corazón. Al menos así me lo indica tu música. Algo escucho a través de esos grandes auriculares  No quiero que seas mi enemiga. Quiero amarte. O quizás ya lo comencé a hacer. ¿Quién carajo lo sabe? Soy un boludo de mierda por no buscarte. Perdón.

Te pido disculpas por mi mal gusto. Éste no soy yo. Tampoco te prometo nada( rezá si queres) Sentía un enojo que no podía traducir en banales metáforas sin idas ni vueltas. Necesitaba estar en modo manual y más cerca de mi realidad.  No puedo con el dolor de amar no correspondidamente  Yo te entiendo perfectamente, casi como si yo fuera vos. Y eso me hace recuperar la esperanza. 

martes, 2 de abril de 2013

Alfonso


El viento lo corrió un poco. Desde chico, el miedo lo llevaba a cerrar los ojos. No recuerda con exactitud si le pasa éso desde esa primera vez que se aterrorizó con el pedido de sus padres para tirarse desde un tobogán. Tiempo después, con la cara semitapada, decía "que sea lo que Dios quiera". Estaba detrás de una pequeña pero extensa montaña. Llovía. También caían fatalidades del cielo. Tenía que levantarse levemente, darle continuidad a su cuerpo mediante su arma y disparar a los que se le venían en contra de él y ellos. Nunca había tirado su buena vida por la borda. Por ello, fue un momento largo motivado por gritos inescuchables. Las muecas eran expresivas mientras los pies se resbalaban con el barro y la espalda se abrazaba con algunas piedras. Intentó hacer la vertical pero su cabeza explotó contra el esporádico techo. Volvió a mirarse las rodillas. No había más camino. Era salir o salir sin manual, a improvisar sobre el escenario más frío que conoció su nariz roja. Y por delante de su vista la tierra se hacía cada vez más expansiva, representativa y dolorosa. Levantó un poco la mano e hizo un pequeño surco en la parte superior. Y sin pensar. Aguantándose la respiración. Moviéndose con agilidad. Derrotándose. Poniéndole su nombre a la decisión borracha. Por Analía, No se olvidó de Susana. Puso el arma y cerró los ojos ordenando quimicamente que el dedo índice de la mano derecha apretara el pequeño arco. Apretó y no sintió ninguna presión contra el pecho. Se inclinó levemente. No entendía el mecanismo, pero golpió su arma saliendo de nuevo a la superficie. Cerró los ojos y repitió la formula.

Alfonso. Joven de 20 años. Nació y creció en Santa Rosa, La Pampa. Tuvo grandes momentos, una buena infancia desarrollándose de manera correcta en la secundaria. En el curso, en extremos distintos, conoció a Susana empezando una sostenida amistad con apenas 13 años, y 24 meses después arrancaría un noviazgo, que tuvo sus momentos más críticos en los espacios iniciales pero después se normalizó sin llegar en ningún momento a ser un juego infantil ni una rutina con artrosis. Cuando egresó de sus estudios, se abocó a trabajar con Celestino, su padre, en una panaderia familiar. Al ser el hijo mayor era casi una obligación seguir el legado.

En una luminosa habitación, sin tela de araña ni cortinas, recibió la noticia que iba a ser papá. La alegría fue incomensurable por varios días. No pudo descansar ni dejar de abrazar a Susana. Decidieron que Analía o José Luis sería el nombre adecuado para su primogénito.

En una manaña sin carteles se quiso levantar para perder el mareo de tantas vueltas sobre una goma que sufría escoliosis. Se vistió rápido y ligero, si de todas maneras, el verano todavía no se había despedido. Su novia se despertó y le alcanzó a consultar adónde iba, él respondio desde la puerta "voy al kiosco a buscar unos puchos y vengo".Nunca olvidó esa voz ronca. Salió por la salida lateral, caminó en diagonal mordiéndose los labios por la ansiedad sin maquillar, llegando a la esquina pasó un camión de tamaño mediano con la parte detrás descapotada. Dos militares lo obligaron subir. Inmediatamente pensó que lo detenían por una confusión con algún activista político.Inmediatamente recordó al "Gato", vecino suyo, un peronista invencible. Creyente y deboto de las revoluciones. Sin embargo, con el camino lleno de pozos, ligándose pequeños pero dolorosos saltos y con el polvo en los pulmones empezó a mirar las otras caras, y ninguno lo visualizaba; nadie modificó su postura cuando subió kilómetros atrás. Inmutables. Silencio. Y desde ahí supo que había algo raro.

Alfonso no era fanático de los diarios, la TV ni de la radio. Su fuente de información eran los clientes madrugadores que iban a comprar algo para desayunar. Alguna vez, desde la harina escuchó un discurso sobre unas islas argentinas. En sus anales descubrió tapada a la clase de historia con Olga, quien mencionó sobre la soberanía de Malvinas, de igual manera, jamás imaginó, sentado sobre la rueda auxiliar, con sus codos sobre las rodillas, que él sería uno de los elegidos para ir a recuperarlas.

Después de un discurso pelado, le concedieron cinco minutos para ir a buscar lápiz y papel para escribirle una carta a una persona. Él eligió a Susana, aunque dejando mensajes para su familia. Pero fue una postal escueta con mucho sentimentalismo y un miedo sin fronteras como no conociendo bien adónde iba, para qué, contra quién pelearía y si volvería. Pidió cuidar a su hijo o hija. Y el papel quedó marcado con lo más puro.

Así se fue. Tan solo un mes después de ese día tan homogéneo como los demás. Viajó vomitando en el avión y un poco más tarde, también lo hizo en un barco. Llegó palido e indefenso. Los primeros 5 días estuvo escéptico. Y a la quinta jornada, convencido que tendría una hija llamada Analía, cerraría los ojos, con mucho miedo. Como aquella vez, en el parque, empezaría a descender desde lo alto sin mirar el suelo. Quizá sintió tranquilidad porque varios nenes caerían al mismo tiempo. Se sintió acompañado por sus hermanos anónimos. Y sobre aquella tierra caminan dos mujeres, una llevando a la otra, pero sosteniéndose mutuamente, para visitarlo. Parece él. Pero es ella. Sin dudas, son dos gotas de agua: son las dos islas juntas.