miércoles, 23 de febrero de 2011

Arquitecto de rutas del tiempo

Eres mi puerta y ventana: eres mi mejor salida y entrada”


Este es un amor de primavera, de flores nacientes, cielos celestes y soles bellos. Amor de silencios, represiones y secundaria a destiempo. Amor de bancos, sillas, profesores y esquinas, ésas que los separaban pero que los unía una amistad cruel y hermosa.

Esta historia es entre Carolina y ese chico sin nombre, que nadie escribió, que todos olvidaron. Él enamorado de su amiga que conoció con escasos años y conocimientos, pero que le iluminó campos, caminos y senderos. Hay amores que quieren hacer caso omiso a la caída de la arena, se sostienen con ávidez entre piedritas, pero cuando el cinto no se sujeta a las circunstancias, éstas se caen como tantas veces se le cayeron a él porque las sujetaba con las manos, pero que al estar sudorosas y doloridas, no soportaron más y las liberaba por excasos minutos hasta que retomaba la fuerza necesaria.

El amor no se puede guardar en cajones, no se puede utilizar para otra cosa ni persona y sólo encaja ahí, en ese corazón del cual se enamora. Cuando intentás esconderlo, solo lo acumulás para acrecentarlo más y más y se empieza a escapar en miradas, silencios e indirectas, por ello él prefirió muchas veces escaparse aunque nunca pudo hacerlo fehacientemente porque significaba su sueño, sus ganas y el costo del peaje hacia el futuro, pero el tiempo que, es cruel y sabio, se hizo desear. Qué linda que era, qué bella adolescente, y qué gran persona, no era para menos su enamoramiento: dejó sonrisas en su camino, chistes en el viento, complicadades en sus ojos, palabras de amor en su garganta y aire en sus frustados abrazos, mientras los labios se mordían entre sí. Cuánto le costaba tenerla tan cerca y lo mataban sus cariños amistosos

Además él tenía un marco, un contexto bastante complicado: su familia con constantes problemas, era discriminado, no tenía prácticamente amigos pero ella a todo podía porque le dibujaba pensamientos, le borraba la realidad cambiándole la hoja y subrayaba su amor para que un libro, que hoy leo, la vea a ella y sobrepase las dificultades. Amor fuera de tiempo, amor a destiempo.

Carolina era soltera, él también pero por rutas paralelas y así fueron andando cada uno en su camino, juntos pero separados, amistad de élla; amistad y amor por parte del sin nombre. Un amor a bocas cerradas, a dientes apretados y sólo esa habitación que muchas veces lo vio llorar sabía que el amor oxigenaba su piel. El tiempo que avanzó como un sopetón y se estiró: ya en tiempos facultativos, de responsabilidades en el maletín e insomnio en la vista pero con amor en el corazón, ése que nunca se fue pero se iba resguardando mediante la preparación de su cama para dormir para siempre, ya que era invierno y circulaba julio por el calendario; pero saltó la sorpresa y él saltó de su cama, élla se empezó a confundir, con o sin intención, y creyó que lo correcto era cruzar caminos, hacerse perpendicularles. Por diversas circunstancias el trazado se demoró en diseñar, principalmente por la incertidumbre del arquitecto que tanto tiempo se fijó si tenía todos los instrumentos consigo mismo, pero llegado el momento de la construcción algo lo hizo dudar, aunque finalmente lo diseñó para que confluyeran las rutas un 30 de septiembre, en los despertales de la primavera, cuando el minutero se enamoró del segundero, cuando el tiempo se acarameló y el silencio se hizo palabra, las indirectas en directas y el aire en ella; todo comenzó, ¡qué hermoso !Un beso dejaba atrás esa historia para que una unión que duró sus interesantes segundos abandonó los años sin dificultad, y el camino se hizo común para los dos.

Hoy ya van casi cinco meses de un amor inexplicabe, osado, envidiado y recomendado. Hoy están juntos, en los días se ven y en la noche se encuentran y se escriben en canciones y cartas. Se aman, se extrañan y se disfrutan. Ahora está más hermosa que nunca, siendo una mujer completa desde adentro y afuera y no perdiendo nunca su esencia, y él cambió en demasía y su vida dio un giro intempestivo desde que el polen llegó a la flor.

Carolina le regala una “M” y se empieza a escribir un nombre, con un pasado dispar en elecciones, un presente enamorados y un futuro que siempre escribirá en el vacío del apellido: te amo mucho.

lunes, 21 de febrero de 2011

Cinco minutos

Cinco minutos, cuatro minutos cincuenta y nueve segundos, cuatro minutos cincuenta y ocho segundos. ¿ Para que tantos cables para un televisor que apenas se ve? Pared blanca, techo blanco. Las ventanas se fugaron. El sol explotó. Cuatro minutos, cincuenta y dos segundos. El norte se pierde en esta cama incómoda, dura y hostil que no me deja parar, me abraza y debilita. Hace días que no siento sed y hambre ni me levanto al baño, ni recuerdo lo que es caminar. Silencio que se adueña, que se sienta a mi lado y no lo puedo echar porque no le puedo hablar al tener la lengua dormida y los dientes enamorados, acaramelados y unidos formándose una pared blanca que se asemeja a las cuatros que practicámente me aprietan.
Tengo imágenes, tengo concentración a tal punto que sé que ahora estoy en cuatro minutos y treinta segundos sin tener un reloj que me ayude a tener la exactitud. A veintenueve, veintiocho, veinteseis, venticinco segundos de llegar a los cuatro minutos exactos. Las fotos me sostienen despierto y la melancolía pega los párpados en la piel superior. Los bomberos se han reído tiempo atrás cuando les dije que tenía un incendio interior, que algo ardía porque sentía un olor insoportable a quemado constantemente, que revisé toda mi casa y no; era adentro. Sin sangre, sin calma, sin agua y un viento, de los comunes, fue determinante para comenzar la llamareda que fue intermitente, a tal punto que no siento nada: se quemó todo. Estoy, me fui, estoy, me voy.
¿Qué escribí recién? Ah que me voy: parádoja si las hay porque no me voy si no me puedo mover, que me llevarán eso sí, pero si me preguntás a dónde no tengo idea pero me moverán para algún lado de esos que nadie revisa, donde la sombra se asusta ante tanta oscuridad. Las religiones insisten en una nueva vida o la eternidad, gracias pero paso; además vaya a saber dónde está mi alma: ¿la tengo aún?, ¿habrá resistido al incendio?, es más, ¿ alguna vez la tuve? Todo se reduce a una fe incomensurable de la cual no me puedo alimentar porque me quedé sin estómago y ganas a tan sólo tres minutos.
Una cruz barnizada al frente de mi cama parece mirarme- y, ¿cuidarme?- la cual es lavada con lágrimas de familiares desesperados que le ruegan y por suerte mi ADN no forma parte de la humedad de esa madera, esa béndita humedad que tan pesada puso mi propia cruz. Cuello duro, pelo grasoso y escoliosis; cambio de lugar la cruz que hasta duerme conmigo, ¡ máldita!. Para colmo hay algunos que le clavan más culpas, miserias y huecos a mi karma y compañera fiel desde hace años pero que va por detrás rayando el camino y cuando es momento de volver a pasar por la ruta ya está poseada.
Dos minutos y medio y corre: veintinueve, veintiocho, falta menos. Me dio claustrofobia ante tantas puertas abiertas, me perdí con el mapa y la previsión. Pasé del patio al departamento através de la ventana, y de allí al patio por ese minúsculo espacio cuando tenía a la derecha e izquierda una puerta de cada lado para ir y volver cuantas veces quisiera y sin la necesidad de lastimarme o exigirme al máximo. Faltan dos minutos y diesieste segundos. Diesiete, la desgracia. Desgraciado fui en el amor que exponenció tanto las buenas como las malas emociones. Tan felíz fuí cuando amé, cuando ella me hacía sonreír y desdibujaba cualquier ojera, dolor y sueño facial; extraño esos abrazos que ya no puedo llamar, que como una vela ante la ausencia de luz natural y artificial se fue apagando ante su propia cera que la ahogó y un hilo que resistió hasta que se incendió; mi propia culpa me va afixiando y el hilo del corazón se va extinguiendo, a tal punto que le quedan dos minutos de vida. Ay, qué dolor cuando la veía mal, cómo me mató la indiferencia esa que te muestra la espalda constantemente, como si la tuviese linda. Me enojaba el triple con ella que con cualquier familiar, amigo o conocido simplemente porque la amé.¡ Oh! esta costumbre de hacerme el estúpido es parte de la cera que quema.
Críticos putos de la Real Academia, que se adueñan de lo indueñable que son las palabras, que creen tener la capacidad de dictaminar qué es literatura y qué no, porqué no le dejan esa tarea al lector que sabrá decir si esto es un cuento o no. ¡Ay! ¿llego?; ¿llegó? A éllos va dirigidos, a ese público está escrito porque el personaje, el problema y la solución al problema interno y externo está ahí, en vos. No seas obstinado, no porfíes. No voy a pelear en el último minuto de vida, en el cual recuerdo un cuento que alguna vez me contaron el cual de la tinta a la hora estuvo a escasos metros y sucedió.
Qué raro me siento y también no es para menos, si no veo el televisor. Viste, les dije a los técnicos vestidos de blanco que eran demasiados cables, que iba a haber interferencia. Qué aburrimiento, me quedo sin ver la pantalla y sólo visualizo a estas cariñosas paredes que me abrazan. Todo es blanco, pero es bueno eh, porque ya me cansaba lo oscuro, lo sombrío. Quince, catorce, trece, doce, once segundos. Los dedos se besan fuertemente y se afierran entre sí como pueden, la poca sangre que están en mi dedos se forman en dados que juegan al azar, y me voy transformando en arena del desierto. Cinco segundos, el televisor pierde la señal definitiva y se forma una línea recta, cuatro, tres, dos, uno y sí, nunca me lleve bien con la matemática.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Enrique

Vivir no es el camino, sino sentir que caminás hacia la vida”

Enrique, con su barba blanca de días sin afeitar y su pelo hacia la derecha camina lento mientras observa a su alrededor cada uno de los pasos que ha realizado que se han grabado en la tierra, esa arena fina, que más allá de los vientos, lluvias y tormentas permanecen intactos, en donde también hay pozos que de memoria evita, pasándolos por el lado deslizando una rápida pero sonrisa al fin que nuevamente se repite al verse reflejando en un estanque, viendo en reflejo del agua a un pequeño con pies descalzos corriendo en el medio de los viñales antes que el sol cortara la inspiración de un niño, ésa mágica creación de juegos con nulos elementos y con un sólo ingrediente: las ganas de divertirse.

Sigue su caminata hacia el viñedo, toma una plata observándola con añoranza y sabiduria, sostiene una de sus hojas, la acaricia con el dedo pulgar de arriba hacia abajo sintiendo en ella parte de su vida, más alla de la rigurosidad que tiene la misma. Camina en línea recta como el alambre que sostienen las plantas, mientras sus pies se hunden en la tierra labrada, la cual por los últimos calores está algo seca y visualiza otra, la cual está infectadas por las plagas pero sigue sosteniéndose, esperando que el sol le de las fuerzas necesarias para sobreponerse y dar los frutos que su dueño tanto anhela; él que compara esta situación con la vida donde había pequeñas cosas que lo sostenían como podían de pie, quizá con el sacrificio de tomar médidas extremas y enfríarse lo más que podía cuando el sol quemaba, situación que pudo haberse vuelto un hábito apesar de que en muchos días las nubes marcaban presente y trabajaban, dejándole el lugar después a la luna pero continuaba manteniéndose frío internamente.

Retrocede, avanza. Pierde, gana. Recuerda, camina. Vive.

Vuelve hacia el hogar y antes de entrar por la puerta blanca de vidrio, se saca con un borde el barro de sus zapatos dañados, ingresa y se dirige a la cocina. Enrique se apoya sobre la mesada, no ve el mate ni el azucar. Piensa y alrededor hay un vacio que no le sorprende ni le llama la atención. Las ventanas están cerradas; los roperos se encuentran ocupados con menor cantidad de ropa; los colchones están desnudos y el olor a encierro es insoportable, agregándose al polvillo reinante en el aire. Apesar de todo su pensamiento no se inmuta en el marco de una concentración exquísita que lo mantiene apoyado y balanceando levemente su espalda hacia adelante. El silencio no le habla ni lo distrae porque le pasa desapercibido por delante, atrás y el costado, que siente que ya no siente lo que sabía sentir antes pero no sabe si esa sensación que siente es realidad o una creación de su mente que consigue una paz insusitada saliendo constantemente de los múltiples bolsillos del jardinero marrón claro que lleva puesto.

En esa casa no hay hora, no existe la obligación, la pereza ni el apuro, por consiguiente estuvo mucho tiempo en la posición antes mencionada. Sale por la puerta de atrás, camina por un jardín con rosas blancas y rojas y dando una corta vuelta regresa nuevamente a la puerta blanca, en donde se vuelve a quitar el barro e ingresa, pero esta vez las ventanas están abiertas, corre un aire fresco y hay nuevos integrantes, que no viven ahí. Todos pasan, chequean que todo este bien mientras otros pasan la escoba, acomodan los cuadros y limpian los vidrios. Enrique observa como se perdió el silencio, como hay dentro suyo otro recuerdo muy grande y una necesidad imperiosa que fracazará en el corto plazo, sólo debe esperar un poco más en la cocina hasta que alguien se mude con él, pero sabe que demorará en llegar los nuevos moradores porque hay que sacrificarse en demasía para pagar el alquiler.

Acá estoy corriendo la mesa, viendo que la mesada está algo sucia y me dirijo a limpiarla aunque pienso rápidamente que lo puede hacer Enrique pero al razonar lo hago personalmente.Lo acompaño y me acompaña; está, estoy; vive y me ilusiona en que alguna vez yo viviré.


jueves, 3 de febrero de 2011

El ropero del futuro

Pobre. Da lástima. ¿ Y ahora? Es lamentable la situación que enfrenta Benjamín a quien todos le auguran un buen futuro, prospero y lleno de felicidad, pero él siente no saber qué hacer con el presente. No le importa qué pasará mañana si el hoy le resulta oscuro, en donde la razón se le escapa de la cabeza y la desesperación ocupa el lugar dejado por los pensamientos que en fila militar caminan alejándose de manera elegante pero con el cuerpo transpirado, escondiendo el miedo.

Benjamín vive constantemente cerrando las amplias ventanas que con celeridad abre los ventorrales del pasado donde ingresan y se sientan en la mesa, mientras que el presente encera los pisos. El día no termina con esa luna tapada con nubes blancas porque el sol se tomó vacaciones veraniegas y la luna lo reemplaza constantemente.

¡ Cuídado se te está incendiado la biblioteca!, le grita un vecino de la parte superior del edificio ,antiguo y con historias por contar, al escuchar ése grito sale corriendo hacia el cuarto de los libros, observa con los ojos bien abiertos, lejos de quedar estupefacto busca raudamente agua en la canilla del baño, dándose cuenta que se acabo el insumo que el futuro le prometió que recompondría cuando tuviese tiempo. Todo está en el futuro, todo no está en el presente, en realidad no tiene nada. ¿ Para qué mentir? ¿ No era así Benja?

Él lamenta toda la situación, no por el fuego que el mañana le prometió que se extinguiría cuando no haya más hojas ni madera por consumir, sino porque se olvidó de leerse a sí mismo en tantos libros publicados y ninguno leído por su propio autor. Dedicó su vida a enseñar caminos, a despolvorar historias guardadas por años en los interiores del ser para que él pueda ser arreglado, habló sobre la importancia del amor, la amistad y familia. ¿ Se acordará sobre el libro de la risa, el autoestima y el bienestar? Vaya a saber uno. No se leyó y se perdió, escribió a los demás pero no escribió a sí mismo.

No duerme, no come, no bebe, no fuma ni escribe. Sólo camina y mira un reloj que apesar de tener pilas no giran sus agujas. No tiene vida porque el presente es la lismona de su futuro, ésa promesa que le hicieron el cual hace olvidar sus necesidades primarias, secundarias y terciarias. Al moverse hace cansar un poco a la desesparación que le deja de murmurar constanmente, lo cual permite estar más tranquilo. Caminó, caminó y caminó hasta que logró una tranquilidad nunca conseguida en los últimos tiempos y un soldadito de batalla de la sabiduria, que escondido detrás de los miedos tiró una idea, la cual ante la falta de otros proyectos fue acatado por un cerebro que tuvo una pequeña dosis de cordura.

Benjamín a pasos apresurados se dirigió al antiguo ropero de su habitación antes que la media azul que ataba la ventana de su cuarto no soportara los fuertes vientos del pasado y nuevamente volviera a ingresar ese aire que lo marearía. Al momento de abrir las puertas de su ropero y meterse allá adentro, justo la ventana se abrió y el viento velozmente disparó contra el centro de la casa pero él llegó antes a cerrar la puerta de su nuevo refugio, el cual no tenía agujeros ni espacio suficiente para que ingrese el aire, por ello tampoco tenía suficiente ventilación para poder respirar durante mucho tiempo, tan sólo aguantaría lo que duraría una vela en una cena romántica. El ayer buscó, urgó y no encontró a nadie a quién torturar, el presente se resbaló a si mismo con el piso y el futuro llegó, al igual que Benjamín. Sí llegó, no en cuerpo pero sí en pensamientos, donde todo está en calma y donde el tiempo se desplaza durante veinticuatro horas y termina el día, lo cual es suficiente como para leer lo que escribí varias veces, pero que esta vez lo leo, porque yo mismo me escribí el futuro pero al no leerme desconocía qué pasaría después del hoy, creyendo que mediante Benjamín podía cambiar el futuro o las relaciones de los demás con el mundo pero era simplemente me redactaba letra a letra, centímetro a centímetro lo que vendría en mi vida, quizás siendo un excelente redactor mediante los dedos de él pero un muy mal lector con sus ojos, por ello si me hubiese leído habría escapado de esa pesadilla antes, pero todo llega tal cual me prometí a mi mismo, ya que este futuro ya lo viví y lo escribí en unas hojas que se han transformado en humo despertando un soldado que solito peleó contra la locura.


martes, 1 de febrero de 2011

El norte del ser

Sucede que muchas veces todo deja de funcionar, en donde las agujas del reloj pierden la noción de dónde están los números y giran intempestivamente de derecha a izquierda y de izquierda a derecha. El suelo se hace barro, el barro en lodo y el lodo en arena movediza. El vaso con agua te ahoga y la molestia se hace enfermedad, acompañada por una melodía que perdió el compás. Los sueños que formaban fila para pasar por el ropero, ponerse la camiseta de la realidad dejando las pantuflas y el gorro con el pompom provenientes de un largo sueño, retroceden nuevamente a sus camas.


Los momentos, las etapas, las circunstancias y la vida en general no siempren tienen claro su norte, no sabés hacia dónde ir y todo te parece que te embarra más y que la tierra te traga sin piedad haciendo perder la esperanza; situación que puede verse empeorada cuando no sabés quién se cae con vos y quién se anima a tocar fondo a tu par.


Leía tiempo atrás a un reconocido personaje de los medios que habla sobre la espiritualidad sobre que logramos ser felices cuando no dependemos de otra persona, cuando vemos que nuestro ser es independiente y tenemos que confiar en él. En éste análisis disiento totalmente. Para mí ningún ser es independiente, partiendo desde que cualquier persona es un ser social que nace en el seno de una familia, que después mediante la educación incurciona en nuevos grupos humanos y más tarde llegará integrarse con la sociedad mediante el barrio, la facultad, el trabajo, etc.


Sostengo que las personas pueden ser felices, en su totalidad cuando consiguen a las personas que van a estar siempre, los cuales soportartarán cada uno de tus defectos y no intentándote cambiar constamente características propias que no son de las más preferidas por el mundo ajeno. Por ello, el ser encontrará su plenitud y su norte cuando consiga una prolongación de sí mismo en el otro.

Duele vivir con un grupo de personas que te critica, ataca o sugiere de mal forma que dejés de ser así, asumiendo en primera parte que es fácil cambiar, después ignorando que hay aspectos de la vida pasada que han afectado para que seas de tal forma y cegando características tuyas favorables, lindas y rescatables.


¿ Cuántas personas son incondicionales?, ¿ cómo sos vos?, ¿ te pusiste a pensar? Quizás con el uso de las indirectas o bromas herís a la persona que querés o amás. ¿ Qué necesidad de machacar constamente sobre los errores? Basta de buscar la perfección en la otra persona, velemos sobre levantarnos y caernos al mismo tiempo con la persona que elegimos pasar nuestra vida, con nuestros familiares más cercanos como así también con esos amigos que valen la pena.


El norte no se encuentra con la brújula, sino con esas personas especiales que nos marcarán, más allá de su forma de ser, el camino otorgando las soluciones de los problemas. Pensemos en ser mejores persona cada día, que ése sea nuestro objetivo diario para lograr una tolerancia para que cuando todo marque al sur, el reloj vaya hacia el otro lado, la tierra te trage, alguien, más cercano de lo que se crees, va a aparecer para mostrarte que las cosas son más simples más allá de lo complejo que aparentan, al igual que vos que apesar de todo, de la complejidad de tu ser hay una simpleza que contagiará cada elemento de la vida de los demás, aunque quedarán en ellos quedarse con lo superficial o encontrar en tu persona lo que realmente necesitan.