jueves, 25 de junio de 2015

Redudancia

Tengo un pesar que me pesa. Un dejo de tristeza que no me deja. La redudancia redunda, pero ya no importa. Cuanto más intento desenredarme, más me enriendo: las palabras apalabrean y más me alejan.

El dolor duele- y cuánto-. Es horrible sentir lo que siento. Peores se vuelven los términos de diccionario al ser empíricos y no poster de papel. Hoy la cercanía me acerca a que te alejes más y más lejos.

Dios es un esclavo con el ego alto. El amor desenamora. El olvido se olvida de olvidar. Yo no te olvido. Ella sí. La represión se reprime así misma sin reprimir a lo ajeno. Frase cortas de largo sentido.

El tiempo te cuenta las gotas de sudor, mayor sea el sacrificio mayor será la demora del tiempo en pasar. Hay cosas que no pasan. Lo pasajero es duradero. Lo duradero es duro. Se incrementa la irracionalidad y vos me pedis cordura.

El ánimo desanima, ya nadie me mima. ¿Poesía?, se pregunta el pequeño poeta aplastado. Sueño sin sueños, descanso sin descanso. Esta forma estúpida de escribir no es tan estúpida porque alguien me dijo que los sentimientos es lo único sincero en un mundo de cuerpos ficticios.

Redunden términos a ver si alguien se despierta. Lo dormido me atrae, enamora, pero lo despierto me hace feliz. Uno puede enamorarse pero ser infeliz. Las contradicciones se contradicen, y ya nada dicen.

La solidaridad es un egoísmo con sonrisa. Pides, pides y aún me pides. No te pides a ti misma dejar de pedir. La ausencia se hace carne; en la carne se perfora sin límites las lanzas de los sentimientos, que sienten de todo, menos lástima. Como diría Gustavo Cordera "lo que más me lastima es la lástima"

Las mentiras mienten, en cambio las verdades no aparecen, son fugitivas del viento. El abrigo me da más frío.

Las despedidas ya no despiden. Acá estoy.

sábado, 20 de junio de 2015

¿Sabés corazón?

¿Sabés corazón que podría soportar que me mates en cada rincón en donde hemos estado como esas viejas escaleras, que me desaparezcas del reflejo de tus ojos oscuros, que aunque me desarme por dentro tus manos ya no me toquen, y esos labios inflados de un amor reprimido ya no me besen con esa pasión desconocida por vos pero que jamás aguantaría que me quites de tus pensamientos? Quiero sobrevivir adentro tuyo, en el punto justo al que llegue con este amor. Es probable que allí esté mi mejor versión. La que no habla. Esa que no la arruina con comportamientos inoportunos y egoístas. Sólo mi sentimiento desnudo dándote vueltas, haciéndote perder horas, como una forma de compensar que tu pensamiento le haya ganado a mis otras preocupaciones.

¿Sabés corazón que no debería estar hablando de vos y estar pensando en otra cosa? ¿Sabés corazón qué distancia separa la teoría de la práctica, o la idealidad de la realidad?

¿Sabés corazón que hay que algo del orden de lo impuro que purifica al cien por ciento a lo puro, siempre tan impuro? Hasta que te conocí descreía de lo impuro, siempre visto por mí desde la visión más purista. No lo podía razonar. Hoy entendí que estoy impuro y que con más impureza, la que vos me das, voy a ser puro. Soy ávido de esa impureza tan mágica que me purifica, me hace un hombre deseante que se organiza alrededor de lo que le ocurre.

¿Sabés corázón que cuando hablo de vos pierdo toda capacidad cognitiva y ni quiero hablar de la poesía que se sienta en la antesala del sueño que desaparece cuando intento nombrarte en la realidad?

¿Sabés corazón que hablo de vos?

Lo peor de un sentir es que te enrieda en poemas internos de una inspiraciòn dudosa, con cero alcance y una menor captación del objeto de deseo o del causante de una locura exquisita. Quisiera que esto fuera la aurora, pero se parece mucho más a un final. Cuando algo no se transmite no cumple su misión y ése es un final; final triste, pero al cabo es un fin. No puedo escribirte un poema porque el mío se posiciona en la ficción y no es actuante en los papeles, a donde quema la realidad.

Debe ser la peor pintada que hice sobre este corredor siempre tan zigzagueante. Si me desprendo de tu impureza habría entendido que debía seguir una línea recta, sin embargo hoy más puro gracias a tu impureza, comprendo que voy de punta a punta en atardeceres dolorosos y que este es mi rumbo.

¿Sabés corazón que hablo de vos y que no debería? Siempre lo puro aplasta. Y lo impuro levanta porque deshinibe, reconstruye y quita en segundos años y años de una pureza de dudosa homogeneidad.

domingo, 14 de junio de 2015

Inabrazable

Hay un punto en que la tristeza se vuelve inabrazable. No alcanza la extensión humana para apretujarla, reducirla, hacerla propia por un instante y que deje de ser ajena a nosotros, a mí. Todavía los años ignorantes no pueden explicarme en la cara cómo algo ajeno se vuelve tan gigante y doloroso. Nosotros, o yo, y la tristeza vamos dejando un tendal de cariño mutuo, ya sea por la convivencia o esa necesidad mutua, la terca retroalimentación, pero somos ajenos. Inabrazables.

La mujer termina siendo un juego de cartas, o en mi caso, de malas cartas. La suerte se empodera del destino, sin embargo ésta nunca se hace presente en mi, ergo, termino solo, sin suerte y con un destino dudoso. Aunque la tristeza se queda conmigo, prácticamente sentada-no entra- en el cordón de la calle de la ausencia. Pero mi brazo ni mis brazos pueden abrazarse a ella como para inclinarme de una vez por todas y refugiarme allí. Inabrazable.

Es triste, doloroso, luctuoso no poder abrazar. Pienso en cuántas veces en el cariño de los brazos con la espalda se vuelve en el descanso de dos cuerpos hartos de pelear, en el acto más empírico de la inutilidad y la vanidad de las palabras. Necesito un abrazo y la tristeza se niega a romperse en fragmentos más digeribles, más abrazables. Y otra vez. Inabrazable.

Vengo pariendo mujeres aunque no sea mujer. Ninguna de ellas se queda-creo- porque no soportan que camine junto a esta enormidad, bestialidad, eternidad. Sospecho con la vista dañada que es falta de suerte o de coraje para desprenderme de lo innato. Inalterable. Inabrazable.

Si me preguntan cómo estoy respondo "con tristeza". Nunca solo pero si mal acompañado por su egoísmo propio de la grandeza que la adjetiviza. Inabrazable.

Entendí, con un puñal en la espalda, que el amor es el disfraz más apacible del orgullo, es pionero en las lastimaduras de primer grado, se aferra a los milagros antes que a la realidad y termina por ser una mentira de chiste corto: el amante sabe que se mete en una mentira pero mientras dura la risa es una plácida desmemoria y cuando se deja de sonreír el uno con el otro hay tantas mentiras que nadie sabe cuál es la realidad. A tal punto que no sé si la tristeza es inabrazable, o si el inabrazable soy yo.