sábado, 25 de agosto de 2012

La revolución solitaria



Me sincero conmigo. Desabrocho el cinto. ¿Dientes lavados? Allá voy. Ahora blancos, como para sonreírle al mundo. Pero, ¿si no quiero? Si ese círculo donde habita gente me tiene bastante harto, ¿qué me obligaría a ser cortes?

Ese desatino e ir contra la corriente obligan al redactor a encontrarse solo entre osos de peluches de amores descorchados volando en el aire del pasado, poster de publicidades viejas- che, antes qué buenos productos venían- además de maderas escritas con la inocencia perdida sobre patines sin freno.

Acá estoy, esperando respuestas de preguntas formuladas una y otra vez, quizás con el infortunio de jamás ser respondidas. Por eso, estoy aquí solo. Buscando unas y otras. Aquellas, estas, las de aquel lado, las que bailan sobre un suéter rayado.

Revolución: “cambio o transformación radical y profunda respecto al pasado inmediato” (Wikipedia, fuente infinita de todo tipo de información)

Para modificar, instalar o erradicar un pensamiento o una actitud no hace falta tener una barba sin afeitar, añares encima ni dolores de hueso por doquier. Tampoco ser hippie. Se empieza por uno.

¿Cuál es la contra? Ser incomprendido. Este corredor de tinta (escritor sería demasiada falta de respeto para los verdaderos) no se cree tal. Siempre estoy a un pisca de animarme a hacerla pero siempre me falta algo más, tal vez el miedo de quedarme más solo, aunque no creo que exista.

De igual manera, todos hablan de que hay que respetar al otro tal cual es, pero cuando se te sienta al lado, ya le cambiaste la silla, el vestimento, su religión, el Nokia 1100 por un Iphone y la cabellera en su conjunto.

Yo sigo igual, desfachatado, pero solo. Vuelvo a la tercera.

Los que hicieron historia-excepto salvados casos- quedan en la disyuntiva, en el papel bueno o malo, en la idolatría o en la oscuridad, pero podés hacer tu historia. Elegir cómo quedarás en el futuro. No pidas cambiar el mundo, pedí cambiar vos. Hacé historia, aunque el destino se limpie su boca grasa con el papel que resume tus batallas.

El tiempo no te espera, el mundo sigue; cuando quieras acomodarte a su velocidad tenés un rompecabezas para armar de 3000 piezas y te faltan 100 en la caja.

Aunque parezca oscuro, intento esclarecer.

El mundo te llama a que lo llames para que no te llame la soledad.

Enchufa tu cargador, descansá en los tiempos muertos, encara sin parar. Estoy solo y el mundo me importa igual a lo que el perfume “Pibes” le interesa la buena presencia y los altos estándares. No buscaré renacer a un muerto, yo me intento revivir debido a que he muerto. Asimismo, en el túnel hacia arriba- va creo- estoy solo. Ni Enrique, Hugo, Virgina están a mi lado en esta vida nueva. Quizá porque tenga que volver a lo terrenal.

Acá en el colchón estoy solo. Mejor, porque puedo así puedo hacer la revolución y no perderé a nadie, sólo a mí y al viejo conector de frases que dejo morir, para que algo cambie, no en la esfera sino en mí.

Una estrella no será nada en el cielo, pero con otras mil encendidas será un anochecer perfecto. Poné la pava, vieja, miremos al cielo brillar y a la luna cambiar.