viernes, 18 de marzo de 2011

El camino hacia tu casa

Cuando las ideas no se evaporizan e ingresan por la nariz generándome un estado subconciente, hay que hablar con el corazón al menos eso marca la razón, que en un punto ingresa en la contradicción. Sobre esta puntuación sobre la que no voy a hacerme eco, pero sí escribiré sobre otra perspectiva escuchando un sonido que no retumba, simplemente suena.


En la exageración de este sentimiento voy tocando estrellas en la inmensidad de tu cielo, voy navegando; voy flotando. Me dejo llevar, me dejo sentir: algo que había olvidado en el fondo de esta marea. Quiero apropiarme de este momento y usarlo cuando lo pierda, quiero perderlo para volverlo a ganar. Quiero, al caminar sobre baldosas verdes, bien por el costado del ferrocarril y mientras mis perras van y vienen, imaginarte que salís por aquel horizonte y me sonreís cuando me ves.


¡ Uh!, ¿ te acordás?


Si nadie te ha mencionado lo linda, tierna, suave, eficaz, compañera, carismática que sos, no te tiene que importar porque yo te lo asevero con un escribano de un cuento de amor y con la credibilidad de mi corazón. Te conozco más que nadie y me gusta detenerme en esos pueblos y vivir allí, leyendo lo corto que se quedan las terminologías que te intentan graficar, siendo estos individuos de traje y zapatos tan ilusos, porque a vos no te tienen que describir, sino te tienen que vivir.


Al vivir en vos, vivo; no siento que vivo amor, leíste bien, ¡vivo! A ese respirar que me otorgás, te lo devuelvo cuando al verte me quedo sin aire.


Con vos cambian las definiciones y el ángulo de mirada de las mismas palabras. Fracazar es volver a caminar. Fracazar es caer, pero sobre un resorte y volver a la vertical.


Ni el reflejo de mi mirada en un espejo imaginario, menos el sudor de mis manos, tampoco la revolución interna y ni siquiera mi desesperación por mirar el complemento de mi ser, pueden entender lo que siento, que a veces no puedo dejar de sentir. Todo es cuestión de tiempo para olvidar la añoranza porque al fin y al cabo, ésta se hará presente y para esperar la metámorfosis vivo en el pasado, en aquellas hojas de tanto amor ya escritas, deteniéndome en puntos y comas. Re- releo mensajes dándole un significado que me quite una ilusión más, sumándose a todas aquellas que ya me robaste y me devolviste transformadas en flores. Bailo con la dama de la historia, esperando que el hoy no sea mañana, y cuando hoy sea hoy te encontraré en mi plenitud y júbilo.


Desde que bailamos, desde que tomaste mi mano cuando estabas sentada esperándome no te suelto, podrás volar, podrás soñar, podrás guiñarle el ojo a alguna amiga para reírte, pero estoy a tu lado. No sé cuánto resistiremos este ritmo, quizás nos balanciemos hacia algún costado pero creo en nuestra inteligencia de saber cuándo sentarnos a descansar, y le pediré el mozo una agua saborizada . Te regalo mi tiempo, te dono mis espacios, te ofresco mi camino, te doy mis piernas y positivismo, me doy entero e incompleto, soy así: como me descubriste y como me encuentro cuando estoy sumido en mí.


Con virtudes y varios defectos; con tantas alegrías y algunas molestías que se borrarán en un par de pasos más; con seguridad, firmeza; con equivocaciones, con errores que me hicieron odiarme pero que al sentirme así, tan disminuido me recuperé para ser el mejor hombre; con zapatillas rojas, con una remera clara y jeen; con el pelo lacio, unos granos y dos ojos verdes; con chistes improvisados; con feas imitaciones; conmigo mismo voy, caminando apresurado en un camino largo, y mientras lo hago, voy leyendo carteles escritos por mi cerebro de frases que te podría dedicar y que están bien remarcados con un fibrón negro e insolubre. También, pienso qué palabras te podrían gustar o sobre qué regalarte; avanzo tan pero tan ingenuamente, sintiéndome desnudo y permeable, pero así voy caminando hacia vos, sin pudor alguno.


Bancá amor, estoy llegando...

miércoles, 16 de marzo de 2011

Contra la pared

Me siento, me paro y me vuelvo a sentar. Grrr, me duele todo. ¿Por qué siempre pasa lo mismo? , acaso, ¿nunca pueden armarse un banco un poco más cómodo que no sume más dolor al que ya tengo?. Me voy caminando, pisando baldosa por baldosa, bien lentamente porque no quiero llegar a esa esquina porque me alejo, no obstante, de la puerta noticiosa, pero lo hago porque necesito aliviar la presión de la sangre que no puede circular como corresponde por mis piernas. Me apoyo sobre el filo que unen dos paredes blancas, similar a las demás que rodean a una habitación naturalmente solitaria y que apesar de estar presente, parece que cada vez te deja y se deja más solitariamente.

-Dame agua...
-No tengo sed,¡salí!
-Dame un abrazo...
-¡Nooo!, correte mirá si viene.

No sé qué hacer, alguien me puede decir qué sentir: ¿me voy o me quedo?; ¿pienso en positivo o hago silencio?. Hojas, anotador y lapícera me podrían responder,¿ no? Les agradezcería, les recompensaría con mi vida.

-¿Qué? ¿Estás loco?
-Yo de acá no me muevo.
-¿Comer? Pero si no tengo hambre
-¿Qué me tranquilice? Pero...¿qué me pedís? ¡Andate!
-Vení.

Ojeo con un ojo, me cierro el otro, me doy vuelta, camino un poco más allá y giro otra vez hacia esa puerta para estar aún bien en frente de élla y llegar hasta donde quiero me llevaría escasos segundos. Julía está sobre un calefactor que vacaciona en verano y Horacio ocupa ese incómodo banco que dejé, por consiguiente tengo el camino libre para correr con celeridad hasta el otro extremo limpiando mis oídos, hablándole al superior, apretando manos ajenas y sencándome la transpiración.
La puerta se abre, empiezo a correr pero el que aparece es el cielo completamente celeste. Pego la vuelta, rascándome la nariz no soportando más este olor, acaso, ¿ésto que huelo es salud? Qué desesperanza que apareciste cielo, pero al fin y cabo, me diste más segundos, minutos, horas o días para pensar en pensamientos ya pensados, en conclusiones inconclusas y en sentimientos irracionales. Al lado, acá, también apoyado contra la pared viendo cómo escribo, está la contradicción.
A ver que saque este celular del bolsillo izquierdo porque me llega un mensaje...emm. Es mi casa diciéndome que me extraña. Pobre, hace tanto que no voy para allá, pero no puedo y ojalá que cuando regrese lo haga acompañado. Me auto-prometo, me auto-consuelo, e auto-inscruto en un sueño pidiéndole que me lleve, que en su nave me saque de la realidad blanca, celeste y otra vez, blanca. El sol no ingresa a este reducto. Llueve sin llover, cae agua sobre mi espalda y me resbala los pies pero afuera, aseguran, está despejado. Qué es la libertad cuando estamos atados a la emoción, cuán libres somos cuando tiramos un ancla a otro corazón para acercarlo al nuestro y cuando su sangre es la mía; acaso importa la libertad individual cuando está la grupal, la de dos, la de dos por dos ó dos por mil. Elegí ser preso de mi emoción, fuí a la cárcel gustoso pero nunca pensé que ese guardiacarcel se iba a enfermar, que me iba a dejar sin comida y sin su vestimenta.
Acá, si acá, el tiempo es la cantidad de pulsaciones que impulsa el corazón, pero es desproporcional, ya que, a mayor cantidad de pulsaciones más lento corre el tiempo y viceversa. Lo que hagas en él, es cosa de cada uno; por ejemplo, Julia se fue a la capilla y Horacio duerme semiacostado en el sillón(¿cómo hace?). ¿Yo? Me chequeo el ritmo cardíaco y está demasiado elevado; tiempo que te atás a las ataduras del dolor. Rebundancia que te tejés en dudas y ya no sabés cuándo si y cuándo no vales la rebundacia. Es una constante ahora que ante circunstancias tan homógeneas que espero siempre lo mismo y todo lo demás puede esperar: dormir, comer, beber, fumar, nada es primordial porque para que el cerebro empiece a emitir ordenes para la ejecución de dichas satisfacciones, primero debe escuchar la palabra clave en un cierto tono de voz y el tiempo debe volver a sincronizarse con el biólogico.
Qué sed, pero que ahogado que estoy.
Pienso, razono un poco con algunos cables que no fueron afectado por el agua. Creo que vivo en una casa; esa casa imaginaria donde quiero reunir ciertas personas y emociones que no quiero dejar escapar, pero se me van porque su construcción no es perfecta como la creadora de ésta. El que hoy también está en el cuarto blanco pero escondido, porque contrastaría mucho con el fondo, fue el que tocó la puerta que ella abrió y apesar de que no fuí yo el encargado de hacerlo me retumbo el golpe porque cuando ésta viene, lleva a ciertas personas y las que deja, las lleva también, robándole lo interno, dejando lo inútil de la materia, que no tiene profesor que la dicte.
Dejo de navegar por ríos internos, desembarco otra vez en la tierra movedisa y hago equilibrio simplemente para poder llegar a la puerta, sentir un poco de viento y sostener permanentemente a unas pocas palabras: ése es mi mayor deseo, que alguien lea esto y me los cumpla, ¿ si? Qué angustia sentir que nuestra vida no depende de nosotros, sino de quién abra la puerta y de cuánto metal tengamos internamente, lo cual nos lo debe informar otra persona que sea especialista en el tema. Esta vida es bastante burocrática, lleno de formularios, que cuando lo terminás por completarlos se te fue el regalo que fuíste a retirar; es una promesa constante de que detrás de cada papel que te entregan te vas a poder ir a disfrutarlo y no, porque aparecen, aparecen y aparecen más hojas. Sólo salís un rato de la oficina a comprar lápiceras que para colmo debés pagar vos. Ya es el colmo.
¡Ay, pará!. ¿Cómo hago para correr más rápido?. Me tropiezo y golpeo pero no siento nada, se acerca Horacio y Julia y rodeamos al doctor que con cierta resignación debajo de la chaquetilla blanca nos está por decir algo: “ hicimos todo lo posible, pero la paciente no resistió a las intervenciones. Lo lamento”. Qué dolor, qué resignación. Dejo todo acá, se acabó esta crónica porque sobre la muerte tenía dos teorías la primera es de Mario Benedetti: "después de todo la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida", y la segunda era la mía: “la muerte es aquel individuo que te toma de la camiseta, te jala hacia atrás haciéndote perder la estabilidad; te caes, te confinas entre baldosas y él toma velocidad para ganarte de mano. Más allá, mucho más allá está, pero abriéndote una puerta para que sigas adelante. Levantate y caminá porque la puerta está abierta y se abrió con la llave de la muerte, que aunque es diferente y poco convencional permitió otorgarte vida. Más acá, mucho más acá está la vida para curarte las heridas de la caída y vivir, que es lo que realmente vale la pena”. De nada me sirve el palabrerío fácil, que transcribo cuando vuelvo a mi hogar en el fondo del colectivo azul, no quiero ni resisto leer estas hojas porque nadie puede entender el verdadero dolor de perder la compañía y más por culpa de uno. No debí entrar a bañarme en ese momento que ella abrió esa puerta, que debí haber realizado yo, por ello cierro todas las puertas que no voy a volver a abrir. Le cierro la puerta a la escritura improvisada. Le cierro la puerta a lo blanco y negro. Le cierro la puerta a esta puerta que me conectaba con una ruta que compartía con el amor de mi vida. Hoy me sobra media calzada, hoy me falta compañía porque lo oscuro se llevó lo claro, se robó mi luz y me dejó apagado. Me encierro en la totalidad de esta casa para acaparar más oscuridad y esperar que me llame la puerta y sentir, que de una vez por todas, llegó el alivio, y así poco a poco me apagaré, lo cual me llevará a chocarme ,otra vez, contra la pared.