-Dame agua...
-No tengo sed,¡salí!
-Dame un abrazo...
-¡Nooo!, correte mirá si viene.
-No tengo sed,¡salí!
-Dame un abrazo...
-¡Nooo!, correte mirá si viene.
No sé qué hacer, alguien me puede decir qué sentir: ¿me voy o me quedo?; ¿pienso en positivo o hago silencio?. Hojas, anotador y lapícera me podrían responder,¿ no? Les agradezcería, les recompensaría con mi vida.
-¿Qué? ¿Estás loco?
-Yo de acá no me muevo.
-¿Comer? Pero si no tengo hambre
-¿Qué me tranquilice? Pero...¿qué me pedís? ¡Andate!
-Vení.
Ojeo con un ojo, me cierro el otro, me doy vuelta, camino un poco más allá y giro otra vez hacia esa puerta para estar aún bien en frente de élla y llegar hasta donde quiero me llevaría escasos segundos. Julía está sobre un calefactor que vacaciona en verano y Horacio ocupa ese incómodo banco que dejé, por consiguiente tengo el camino libre para correr con celeridad hasta el otro extremo limpiando mis oídos, hablándole al superior, apretando manos ajenas y sencándome la transpiración.
La puerta se abre, empiezo a correr pero el que aparece es el cielo completamente celeste. Pego la vuelta, rascándome la nariz no soportando más este olor, acaso, ¿ésto que huelo es salud? Qué desesperanza que apareciste cielo, pero al fin y cabo, me diste más segundos, minutos, horas o días para pensar en pensamientos ya pensados, en conclusiones inconclusas y en sentimientos irracionales. Al lado, acá, también apoyado contra la pared viendo cómo escribo, está la contradicción.
A ver que saque este celular del bolsillo izquierdo porque me llega un mensaje...emm. Es mi casa diciéndome que me extraña. Pobre, hace tanto que no voy para allá, pero no puedo y ojalá que cuando regrese lo haga acompañado. Me auto-prometo, me auto-consuelo, e auto-inscruto en un sueño pidiéndole que me lleve, que en su nave me saque de la realidad blanca, celeste y otra vez, blanca. El sol no ingresa a este reducto. Llueve sin llover, cae agua sobre mi espalda y me resbala los pies pero afuera, aseguran, está despejado. Qué es la libertad cuando estamos atados a la emoción, cuán libres somos cuando tiramos un ancla a otro corazón para acercarlo al nuestro y cuando su sangre es la mía; acaso importa la libertad individual cuando está la grupal, la de dos, la de dos por dos ó dos por mil. Elegí ser preso de mi emoción, fuí a la cárcel gustoso pero nunca pensé que ese guardiacarcel se iba a enfermar, que me iba a dejar sin comida y sin su vestimenta.
Acá, si acá, el tiempo es la cantidad de pulsaciones que impulsa el corazón, pero es desproporcional, ya que, a mayor cantidad de pulsaciones más lento corre el tiempo y viceversa. Lo que hagas en él, es cosa de cada uno; por ejemplo, Julia se fue a la capilla y Horacio duerme semiacostado en el sillón(¿cómo hace?). ¿Yo? Me chequeo el ritmo cardíaco y está demasiado elevado; tiempo que te atás a las ataduras del dolor. Rebundancia que te tejés en dudas y ya no sabés cuándo si y cuándo no vales la rebundacia. Es una constante ahora que ante circunstancias tan homógeneas que espero siempre lo mismo y todo lo demás puede esperar: dormir, comer, beber, fumar, nada es primordial porque para que el cerebro empiece a emitir ordenes para la ejecución de dichas satisfacciones, primero debe escuchar la palabra clave en un cierto tono de voz y el tiempo debe volver a sincronizarse con el biólogico.
Qué sed, pero que ahogado que estoy.
Pienso, razono un poco con algunos cables que no fueron afectado por el agua. Creo que vivo en una casa; esa casa imaginaria donde quiero reunir ciertas personas y emociones que no quiero dejar escapar, pero se me van porque su construcción no es perfecta como la creadora de ésta. El que hoy también está en el cuarto blanco pero escondido, porque contrastaría mucho con el fondo, fue el que tocó la puerta que ella abrió y apesar de que no fuí yo el encargado de hacerlo me retumbo el golpe porque cuando ésta viene, lleva a ciertas personas y las que deja, las lleva también, robándole lo interno, dejando lo inútil de la materia, que no tiene profesor que la dicte.
Dejo de navegar por ríos internos, desembarco otra vez en la tierra movedisa y hago equilibrio simplemente para poder llegar a la puerta, sentir un poco de viento y sostener permanentemente a unas pocas palabras: ése es mi mayor deseo, que alguien lea esto y me los cumpla, ¿ si? Qué angustia sentir que nuestra vida no depende de nosotros, sino de quién abra la puerta y de cuánto metal tengamos internamente, lo cual nos lo debe informar otra persona que sea especialista en el tema. Esta vida es bastante burocrática, lleno de formularios, que cuando lo terminás por completarlos se te fue el regalo que fuíste a retirar; es una promesa constante de que detrás de cada papel que te entregan te vas a poder ir a disfrutarlo y no, porque aparecen, aparecen y aparecen más hojas. Sólo salís un rato de la oficina a comprar lápiceras que para colmo debés pagar vos. Ya es el colmo.
¡Ay, pará!. ¿Cómo hago para correr más rápido?. Me tropiezo y golpeo pero no siento nada, se acerca Horacio y Julia y rodeamos al doctor que con cierta resignación debajo de la chaquetilla blanca nos está por decir algo: “ hicimos todo lo posible, pero la paciente no resistió a las intervenciones. Lo lamento”. Qué dolor, qué resignación. Dejo todo acá, se acabó esta crónica porque sobre la muerte tenía dos teorías la primera es de Mario Benedetti: "después de todo la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida", y la segunda era la mía: “la muerte es aquel individuo que te toma de la camiseta, te jala hacia atrás haciéndote perder la estabilidad; te caes, te confinas entre baldosas y él toma velocidad para ganarte de mano. Más allá, mucho más allá está, pero abriéndote una puerta para que sigas adelante. Levantate y caminá porque la puerta está abierta y se abrió con la llave de la muerte, que aunque es diferente y poco convencional permitió otorgarte vida. Más acá, mucho más acá está la vida para curarte las heridas de la caída y vivir, que es lo que realmente vale la pena”. De nada me sirve el palabrerío fácil, que transcribo cuando vuelvo a mi hogar en el fondo del colectivo azul, no quiero ni resisto leer estas hojas porque nadie puede entender el verdadero dolor de perder la compañía y más por culpa de uno. No debí entrar a bañarme en ese momento que ella abrió esa puerta, que debí haber realizado yo, por ello cierro todas las puertas que no voy a volver a abrir. Le cierro la puerta a la escritura improvisada. Le cierro la puerta a lo blanco y negro. Le cierro la puerta a esta puerta que me conectaba con una ruta que compartía con el amor de mi vida. Hoy me sobra media calzada, hoy me falta compañía porque lo oscuro se llevó lo claro, se robó mi luz y me dejó apagado. Me encierro en la totalidad de esta casa para acaparar más oscuridad y esperar que me llame la puerta y sentir, que de una vez por todas, llegó el alivio, y así poco a poco me apagaré, lo cual me llevará a chocarme ,otra vez, contra la pared.
No hay comentarios:
Publicar un comentario