sábado, 7 de marzo de 2015

Mujer

Si por un instante, de esos que se contradicen con mi vida, le doy un visto bueno a la esperanza, digo que la única esperanza en la cual confío es en una mujer.

En algún libro personal me enojo por la falta de palabras para resumir el sentimiento amoroso, en estos ratos, entiendo que la palabra mujer sintetiza un universo de términos complicados, e igualmente hermosos. La belleza, la creatividad de Dios o del azar, el reflejo en sus ojos de la inspiración de un hombre para conquistarla, su sensibilidad, inteligencia, perseverancia, sus peleas culturales en pos de la igualdad de derechos. Y más.

Tengo buenos ratos de aburrimiento, en los cuales discuto en una suerte de mesa imaginaria cuál ha sido mi mejor viaje, me lleva unos buenos gritos ponerme de acuerdo, pero después termino con la vista hacia arriba, pérdida, recordando la travesía que hice desde el lóbulo de una oreja femenina, pasando por sus cachetes desinflados, y bajando hasta la sombra sagrada. Nunca me sentí tanto en la gloria como en ver dos piernas desnudas sobre las mías y de fondo unos dedos tímidos, con mucha cosquilla, que en sus uñas se relucía un rojo furioso.

Me preocuparía como el intento de escritor que soy, si no tendría una musa inspiradora sobre la cual basarme para atreverme a construir poemas. Si le faltó la rima a alguno de ellos, no me castigue ni juzgue, sencillamente se la han llevado las mujeres que pasaron por mi vida. Creáme, soy un defensor a ultranza de la soledad, pero escribir un poema de amor sin haber amado es una utopía. También lo será todo intento de describir a una mujer de manera completa, sincera y tal cual es. Hay espacios donde no se escribe, sino que  la piel de una mujer te escribe en la tuya, y no en un papel. Todo lo que se refleje en éste será una traducción de lo que se sintió, pero no en lo que se transmitió impolutamente.

Una mujer es... una mujer. Sí, en esa pobreza literaria termino. Prefiero un millón de veces ir a sentir el calor de una señorita con ese perfume que me revuelve hasta las durezas más interminables, que no parecen erradicables en el diván, a estar como un pelotudo buscando lo imposible. Si quieren saber lo que es una mujer, búsquese ésa que tantas veces subestimó y que con una oración, un peinado, sus labios, una figura exquisita, su mirada, una presencia inigualable lo va a dejar siendo un cachorrito buscando su amor.




jueves, 5 de marzo de 2015

Fracasar

No es fácil fracasar. Es sencillo lograrlo, difícil asimilarlo. En mi caso, es peor al intentar disimularlo.

Hoy fracasé. Qué puedo escribir. Hoy me senté a ver a los pseudos triunfantes festejarme en la cara, la misma que rebalsa de tristeza. No quiero frases hechas por autores de dudosa procedencia y capacidad. Descarto de plano a los consuelos de manos frías. Preferiría irme lejos de mi fracaso, pero qué pasa cuando éste te persigue cuerpo tierra. Se hace un juego promiscuo.

Nunca agarré la gracia del fracaso. Mi abuela diría que es la antesala del logro. Mi padre que es una enseñanza. Uno de mis hermanos que nunca se fracasa si no se intenta. Por lo pronto, estoy abrazado a este mal.

El fracaso está siendo idealizado, coronado, una especie de mala suerte que traerá de la buena. No se lo ataca, erradica, exilia. Él vive tranquilo como un ciudadano de bien, mientras mete puñetazo por atrás. No tiene códigos, es sucio para jugar: varias veces no es invitado y sin embargo aparece de la sombra, máxime cuando la esperanza está rezándole a la certeza venidera. Patada voladora. El árbitro que dice "siga, siga". Y él celoso. Extenso y largo. Pegajoso. Una ex pareja que no se resigna ante un amor extinguido.

En épocas de fracasos me arrimo mal a los poemas, la verba se reduce a niveles tristísimos, el lugar común del escritor mediocre se hace mi puerto maldito. El fracaso te deja mano a mano con él, vos desnudo y con el conteo que va por ocho.

Por lo pronto no deseo la quimera que desaparezca; simplemente que al fracasar todos sepan que estoy mal, con la visión empobrecida, la panza tensa y las patas cansadas. Y no le den una cálida bienvenida a mi cuerpo, al cual le suman más dolor y fracaso. Como si ya no tuviera demasiado de éstos apretándome el cuello torcido.