lunes, 24 de marzo de 2014

Rocío Belén

Dicen que se llama Maria Ángeles mientras las sombras se oponen desde la clandestinidad gritando "¡Rocío Belén!"

Su presente se bifuca en dos realidades paralelas unificadas en un mismo punto de origen: 8 de noviembre de 1976 en la Esma. Podrán borrar su número de serie, pero seguirá siendo un alma libre, resultado de una lucha ideológica fomentada por sus padres, más allá de la cárcel del presente y el futuro que camina con botas. La obligan a celebrar su cumpleaños el 19 de enero cuando la alegría no ubicó la dirección de su casa. Tal vez estuvo tocando el timbre un tiempo antes, en otro lugar, en las antípodas del autoritarismo.

¿Quién podrá quitar lo que queda en el espacio? ¿Qué persona intentará borrar la sangre memoriosa, esa que llena de aire los orificios tapados a golpes?

Rocío Belén podrá contar las vejaciones con su cuerpo pequeño. La historia vestida de aceptación data siempre de episodios increíbles: golpes casuales, caídas, lastimaduras haciendo deportes, cuando a lo único que juega es a preguntar quién, cómo, cuándo, porqué; la respuesta viene con cinco dedos y un suelo que abraza lo más caluroso posible. Dos ángeles espían; dos ángeles lloran; dos ángeles saben que algo se enciende en un viejo cuarto que ellos formaron con filosofia y un deseo entre los bolsillos. Un pequeño cadenlabro que interroga a los silencios, los vacíos, lo que que nunca habrá.

Él nunca podrá decir la historia de frente cuando vivió de espaldas; ella nunca la podrá conocer viviendo encerrada y amedrentada. La violencia es la cara de la mentira. El pasado nuestros pies. El que está parado sabe que si relaja los fantasmas se cambiarán de ropa en sus sueños; la que está en suelo tiene miles de almas coetáneas quienes no dejarán que cierre los ojos sin ver sus partes conformantes de un sueño de multitudes.

La complicidad es la novia del olvido: como no se puede cambiar la esencia, un par de mimos lo transforman en algo más cariñoso cuando salta a la almohada. Éste tuvo varias parejas de diferente peso, tiempo después todos terminaron con el culo al aire porque la verdad nunca se marea en este circo.

Rocío Belén llora la sangre del pasado que ya es agua que ahogará a unos cuantos. De fondo, una radio y una voz con tono desgastado dice "los chicos han sido rescatados",  quedá impregnado en las verdes telarañas del orgullo en cada rincón del amplio hogar.

La realidad es un anciana de pañuelo blanco que gira una y otra vez para destrabar la olla de lo sepultado. Hay jóvenes que van saliendo por los costados, llenos de vapor, muchos de ellos quemados, sin embargo se suman a la tarea diaria: la luz se hace fuerte cuando no hay nada ni nadie que tape su claridad atras y adelante.

No sé cuánto durará en estas condiciones. Maltratada, borrada, humillada, escondida de sus vidas y de aquellos que la buscan una y otra vez, una suerte de encerrona trágica.

Aseveran que el futuro es una disyuntiva, cuando no es más que un camino único que se construye desde el primer segundo; podrán cambiarlos de calle pero llegarán al mismo lugar: la verdad. A tal punto, a Rocío Belén, aunque para darle la orden la denominaron María Ángeles, como siempre desde que llegó, la mandaron a hacer las compras, algo poco habitual. El recorrido era corto, superar tres casas y llegar a la verdulería, sin embargo algo, no sé qué, le hizo levantar la cabeza, de frente venía una señora con la mirada alta pero perforadora del presente ciego. Se vieron. A ella se les cayeron las bolsas; a Rocío Belén la mentira que le habían cargado. Empezó a sentir un ruido, parecido a una melodía de una voz dulce y una mano que la tranquilizaba.

El "Nunca Más" tiene un efecto superador sobre cualquier otro fenómeno: genera voces internas que despierta el alma, una protección divina y un tiempo que no pasa más; el pasado vuelve a ser presente; los padres, padres; los abuelos, abuelos; y los asesinos como los represores, presos.

Las voces y las ilusiones lanzadas al viento barre toda la suciedad acumulada y se hace cuerpo en aquel o aquella que mantendrá en alto el nombre de los que fueron sustraídos por debajo de la alfombra de la lucha.

Dicen que Rocío Belén al ver a esa mujer sonrío; dicen que esa señora por primera vez entendió la lucha de su hija: el fruto de los sueños es el alimento de los que irán posteriormente a la mesa de la memoria, verdad y justicia.






sábado, 22 de marzo de 2014

Mi normalidad


Desafino mi guitarra para no cantarte más. En mi iphone suena la quebrada melodía de tu adiós una y otra vez, eliminando a las demás, como vos quitaste de mi vida todo lo que alguna vez supo inspirarme motivos de progreso que desaparecieron al tono de tu voz ronca, insípida y carente de veracidad.

Siempre que veo piernas largas, muy largas, flacas que ejecutan pasitos cortos pero veloces me acuerdo de vos. No puedo negar que extraño los saludos lejanos, mi felicidad al verte, lo que sentía al encontrarte. No te extraño a vos; siento melancolía por lo que supe construirme. Ya no hay más residuos de aquel.

En la intemperie de lo construido llueven envidias a punta de cuchillo.

No puedo desajustar amarguras amarradas a mi cintura; ante la falta de aceite éstas friccionan mis huesos dejándome al borde del incendio en el intento por gambetear idiotas vestidas de idiotas, máxime cuando ellas intentan encontrar en mi infinito vacio una solución a su ahuecada soledad. Estoy estancado en mi interior, peleándome conmigo mismo, no puedo, ni quiero discutir con realidades ajenas, analizarlas, encontrarle soluciones sútiles. El que diga que le gusta la frontalidad del otro que lo repita tres veces mirándose al espejo sin sonreír.

Pareciera que estoy solo, éso jamás, estoy conmigo mismo elaborando planes para mí: destruyen mi propia cordura, encierran mis lazos entre dos pulmones que respiran un perfume que no es el propio, tampoco el tuyo, no te ilusiones. Este cuerpo es de una formula, de nadie más. El viaje a él es una dura travesía al ayer, un posible derribo; una sonrisa desfigurada mutándose a un boleto de vuelta.

Si intentas entenderme es algo que no me corresponde, tu normalidad no aplica en mi soberanía; la mía rige según alegrías distintas, pocas personas, música, placeres únicos y la soledad de un congreso que sesiona para su interior.

No volveré a pedir disculpas, ni agradecerme en grandes cantidades. Viviré con sonrisas en cada capítulo de este show mientras otros buscan la función de su vida.

Esta es mi normalidad, no te metás aquí si vienes con collares residuales de experiencias malvividas, vení desnuda y así, sin brindar explicaciones, salgamos a vivir el futuro que viste a la moda.