jueves, 28 de marzo de 2013

Militancia conjunta

Nos conocimos militando por separado nuestra soledad. Nos emborrachábamos con música y yo hacía un paso acá y vos me lo replicabas allá, en tu casa de las alturas. Llevábamos casi la misma remera, ¿te acordás? Un corazón traspasado por un poco más de veinte hachas. Odiábamos las mismas cosas, mirando el reflector de una misma manera. Sonreíamos iguales. Tantas veces escondiendo los dientes.

Nos preguntábamos lo mismo equivocadamente. Éso no era interrogarse, compañera: sino matarse con aires malditos que corrían desde el sur. Queríamos pasar la noche en vela y despertar tarde, muy tarde al otro día. Soñábamos lo mismo. Sueños eternos. Algunas veces caían pesadillas sobre el mediodía e inclusive alguna sonaba como despertador allá por la siesta de 42 grados. No me voy a olvidar jamás esa unificación entre desayuno y merienda. Perdimos batallas con los almuerzos.

No somos católicos acérrimos, aunque suene mal, sólo creemos en nosotros: vimos tantas espaldas, inbox ajenos en oídos cercanos y hasta nos soplaron con un sorbete la suerte que nos condujo a fortalecer nuestras propias creencias en desmedro de las otras, las incontrolables e impredecibles.Antes nos corría el apuro por encontrar un amor, que sea el indicado, el de siempre. Los años nos dieron las palizas necesarias para que digamos con chichones: "hoy te espero en algún lado aunque pasen los años". 

Amamos a la familia. También a los amigos. En algún punto, ambos vamos por la zurda. Yo me tiro con el pie para adelante y vos me das la mano. No nos diferenciamos demasiado, excepto con alguna descompostura matinal y en algún exceso expuesto por alguno de los dos. Pero si ambos llevamos esta bandera, enarbolándola hacia la misma dirección las diferencias quedaran aplastadas por tractores de campo. 

Te entiendo. Me entendés. Nos dedicamos frases. Vos eres más escueta. Yo te lleno la cama de palabras. Nos entregamos, más allá de los signos, cuando encontramos al futuro en baby doll. 

Así es el amor. Es tirar la piedra contra las olas. Esperar. Respirar. Reír. Distraerse. Esperar. Ver. Enamorar. Dejarse enamorar. Disfrutar. Reconciliar. Amar. El contrapunto siempre está, en algún lado, siendo como vos o quizá, no tanto. De todas maneras, él o ella hace lo mismo. Te busca. Se buscan. Sólo falta encontrarse, conocerse y que alguno de los dos acelere el primer paso. Los dos lloran o sacan alegrías de la camisa al mismo compás, mientras se dedican textos. Yo te dedico éste imaginándome que vos me lees. No sé quién serás. Ni tu nombre. En algún cajón escondo algo. Solo espero ese amor que me abrigará en besos acolchonados, brindará conmigo con una botella de fidelidad sobria-cosecha 2013- y andaremos por ahí... bregando y militando en otras causas, un poco más justas. 

domingo, 24 de marzo de 2013

Nunca más

Se sentó en el sillón de siempre, intranquila después de buscar y no encontrar la radio. A su derecha se abrió la pequeña puerta de la habitación saliendo Mercedes: bombacha blanca y el frente desprotegido  Se sentó en la falda de su compañera llevando sus manos a la panza, desde allí se desplazó hacía arriba sacándole su remera. Las tetas se juntaron en besos descomunales, el abrazo vertical se hizo eterno y se empezó a mover la tierra. Se acostaron. Ella se quedó mirando el espejo desde abajo. Desde atrás de la cortina veía un foquito de luz creyendo que era la misma luna que le había bajado su compañera para hacer el amor: tenía sus manos en los muslos de su mujer, gotas que caían en su frente, y unos pies que se hacían base sobre los otros uniéndose en la hermandad.

Duró lo que dura un orgasmo. Un palazo derribo su techo. Sintió adentro suyo un cuerpo extraño; empezó a llover verde. Gritó 3 veces y no recordó más. Despertó. Veía mitad del cuarto pequeño. Estaba mojado el suelo. Le dolía la cara y sentía sed. Se sentía sucia. Alguna que otra arcada por el olor nauseabundo. "¿Dónde está Mecha?", gritaba con insistencia. Los puños se embarraban con la humedad y la desesperación se ahogaba en los tantos charcos dispuestos aleatoriamente en un espacio de tres por tres.

Se pasó el dedo por los labios, que no dejaban de temblar, como intentando reconocerlos mientras ellos navegaban en los besos de tiempo atrás. Los dientes eran murales que retratarían tiempo después el "nunca más". Aunque estaban amarillos se distinguían con exacta precisión cada una de las letras. Se hizo pis encima para calentarse un poco. Temblaba del frío estando desnuda. Se orinaba de a facciones para aumentar la temperatura en cada parte de su cuerpo: primero los pies, después las manos que después le servirían para llevarse algo a los lugares más extremos, acompañados por la fricción del masaje.

Otra vez, sentiría la tormenta verde pero esta vez no se desmayó, se aguantó los gritos y los merecidos "hijo de puta, déjame  cambiándolo por "¿adónde está Mecha?" No respondió. Se paralizó la dictadura y el momento. Sabía que tenía una oportunidad; un uno contra uno poniendo su vida en riesgo: esperó que termine, al momento que quiso abandonarla enterrándola en la humillación utilizó una de sus manos agarrándole el pene bien fuerte exclamándole "¡quiero ver a Mercedes Gómez!" Él reluciendo la risa, le pegó con el bastón que tenía en el suelo y le dijo: "tu novia está muerta, torta puta y la concha de tu madre". Allí se acordó de Perón, de los desaparecidos y que era un pecado mortal construir más allá de las obras de arena. Mecha, en un almuerzo años atrás, le había comentado sobre todo éso, asegurándose que "dejaría la vida por ver al país unificado, grande y potencia mundial" Comprendió que militar ideológicamente era fatal; y que los militares eran asesinos. Se pasó todos los días llorando. Se derrumbó los dos años observándose abajo de armas, sangre e historia.

Tiempo después, ya en democracia, y con tintes de sutileza, decidió contarle a su hijo quién era su padre comprendiendo sobre lo injusto de negarle su historia, como hicieron con los bebés a los que cuales le crearon una nueva identidad. Le dijo que le podía decirle muchas cosas, excepto del nombre de su papá: nunca lo supo. Ella estuvo hasta hace poco militando por la ley de matrimonio igualitario, creyendo que era la única forma de recordar a Mecha. Cuando se sancionó la reglamentación sonrío después de 32 años. Y pensando sobre cómo habría sido su casamiento murió con los dientes amarillos apretados entre si, como no pudiendo dejar el pasado atrás.

viernes, 22 de marzo de 2013

Tus ojos

Me pierdo en ese profundo, hermoso y desconocido camino. Es oscuro, pero bello. No es opaco, es que falta la luz estando en el otro extremo de la metáfora a la que se podría recurrir. Me vuelve paranoico que no reluzcas seguido el subsuelo moviendo masas de otro planeta destinándome a una pelea banal contra el mundo. Pero esquivo ingresar allí. Es un miedo que jamás sentí. Es sentirse paralizado más allá de dónde, sin importar si llevo armas o me sienta armado, me desarmás en metal y alma.

Te saqué una excusa importante para ver si te acercabas a mí. Ahora no sé bien porqué estás frente mío. Si por la superficie o mi motivo real. Debe ser la primera, pero no pierdo las esperanzas de conseguir la cuestión de fondo aunque no peleé contra nadie en el exterior, sin salvarse el corazón de formar antenas con cuchillos: buscadores de cortar la emisión de ansiosas hormonas mediante el flujo de color vino hacia diferentes puertos.

Sé que sufriste en guerras contra idiotas masculinos caracterizados por tener pelotas sin piel y yo te aseguraría la paz, un amor constante como un libro que re-leerías por gusto, un beso cada mañana, la dulzura de la rutina repetida en encuentros iguales pero distintos y unas tácticas para vencer el día a día, las diferencias y el pasado, que tanto nos azotó. Es una inspirada revelación, que de todas maneras quedará oculta a tus ojos color café, a quienes no puedo ver más allá de que te sientes adelante de mi computadora. Me doy cuenta que estoy en el médico cuando miro a la izquierda, y llego al infierno cuando te relojeo como para que no te sientas ignorada por nada del mundo.

En alguna coma se describen nuestras similitudes que son muchas al visto de mis apreciaciones más atentas.Te invitaría a un trago, aunque el alcohol y mi cuerpo son agentes extraños y la resaca es el sentimiento que siempre evité aunque ya me emborraché con otro espíritu que después fue difícil de desintoxicar. Me levantaba mareado, con ganas de vomitar tu nombre, dándome vuelta todos tus besos, quedándome encerrado en el baño abrazado al inodoro blanco. Salí al cierre de la unificación de noches encadenadas en largos eslabones unificados por la soledad sin aire. Asfixiado entre cartas desordenadas posicionadas verticalmente, sobre ellas me acosté comiéndome el orgullo y el dolor.

No sé qué hago recordándote en la guerra y jamás en el amor. En realidad. Más allá de que me duela. Nunca en la ficción. No te mencionó por la ilusión a la que me sometiste, pero te nombro de corrido al contar cómo solté tu mano para hacer mi camino. Mal o más o menos estoy caminando. Lo importante es marcar una historia y no sentarse a ver cómo- supuestamente- construían mi futuro.

Quiero mirarte continuadamente en estos ratos nocturnos, pero no lo haré durante el día hasta que sepa que tu camino, ese que me intriga tanto, me conduce a una realidad y, por ende, me evitará volar en juegos circulares, tomarme hasta la contratapa de la ficción borracha, que te interna en estados psicodélicos grises y sin salida.

Al amor se ingresa por la puerta grande. Se sale cavando, ensuciándote, poniéndote viejo y mal-humorado. Quedás embarrado, sin visión y poca movilidad. No querés saber más nada. Claro, hasta que aparecen soluciones al pasado, a un presente apático y a un futuro que se vestía de cura. Todo cambia, al menos éso me demuestran tus ojos.