domingo, 18 de octubre de 2015

El escritor

Sé de muy buenas fuentes y unos cuantos apretujones interiores, que quienes escribimos- bien o mal- lo hacemos para escribir lo que otros ya tienen dibujado adentro. Algo nos falta, necesitamos tenerlo y escribimos. Como no resulta volvemos a intentarlo. Tenemos una biblioteca escrita y un vacío sin poder completar. Y debido al tiempo atroz nos vamos apagando y seguimos sin escribirnos internamente las ausencias que pesan. El tiempo es escritura, sobreviviendo en líneas que aunque se lean lindas esconden insatisfacción y angustia.

Como nos repetimos, reiterativos de las palabras y los sentimientos, daría todo esta verba inservible por estar escrito internamente. Sintiendo menos, escribiendo nada; a tener nada y escribir (casi) todo.

Los escritores, somos entonces, unos peleadores de la ausencia con armas desleales, pero tampoco hay otras-al menos conocidas- Nada nos completa, toda acción por ínfima que sea cala hondo, rebota más y tiene mayor acústica. El amor y el desamor se vive con la antinomia clásica, pero potenciada en miles de veces. Los otros sufren a partir de una mayor completud-nadie está completo, todos estamos en falta-

Preferiría estar más escrito y no escribir más: porque cada vez que hablo denuncio una ausencia y termino otra vez preso en una cárcel con un guardia sin la llave de esta celda turbulenta y que se la pasa escribiendo boludeces incompletas.

Vos y yo estamos enamorados- lo discutimos después- pero no sangramos por igual.

Hay una sonrisa distinta cuando nos vemos en pequeños escapes de nuestras vidas: hay algo de mí en esa risa. Tal vez porque me la estabas guardando. La que tenes periódicamente me gusta. La segunda me enamora y me coloca en vos.

Ya lo dije: el desamor es un regreso a casa. Me desenamoré de vos y de mí. No alcanzó con perderte, que también tengo que soportar un desarreglo sentimental que no puede parar.

El dolor es una resistencia a la locura, un reordenamiento psíquico, y un tour cercano a la muerte. Cuánto más nos duele algo, es mayor la cantidad de fotografías que sacamos desde atrás de un vidrio transparente a la muerte que no espera cuando ya no haya dolor propio y reine el ajeno, que se acercarán tan cerca a la muerte como quienes pasaron la raya, y son una retrato mental. Ergo, el duelo es una aproximación a la pérdida afectiva, una promesa de visita, un pedido de ayuda y un desesperado grito de auxilio a una energía disipada.

El amor es una redefinición constante, hoy, en esta situación, es una larga línea de puntos suspensivos... un aguardo en línea, mientras el mundo suena esperamos un poco de silencio en alguna noche descendiente y con la mitad del colchón comprado en la cotización del deseo, sacrificio, compañía, ilusiones y amor. A veces la vida se vuelve en un sonido constante y el amor una intermitencia para no quedarnos sordos; ni locos.

El enamoramiento es la compra de una imprevisto, pagadas en cuotas con intereses de previsibilidad a lo largo de los años.

El olvido es capa y espada; héroe y villano. La felicidad es una de las tantas formas que toma el olvido. La melancolía es su faceta más conocida. Olvidarse del destino, es una caricia en el alma reflejada en la cara.

El paraíso al que suelo pisar, está lejos de lo prometido y más cerca tuyo, sucediendo cada vez que te acuerdas de mí.

El saber es una promesa ignorante de quienes no saben nada. La nada suele ser todo. Y todo es menos que nada. La naturalización de las cosas: el pecado humano. Perdemos de vista a la belleza y al terror casi con la misma vara.

Él no es sin ella. Ella está incompleta siguiendo la regla del ser humano, pero se vuelve imperfecta sin él. Son complemento, pero juegan a relleno en otros terrenos infértiles.

Es una paradoja escribir sobre desolación en un mundo tan habitado.

Extrañarse suele ser un alimento que llena de ilusión y juega en el plano de la idealidad del amor. La tristeza abona a la soledad. Y vos me dejas ilusionado en una eterna soledad.

Estoy arrancando similares a los últimos párrafos y no sé a qué es. La "e" no me resulta mi letra favorita. Las definiciones limitan, pero me voy escribiendo adentro lo que no hay. Estoy definido, aunque no sepa cómo. Dícese. Tal vez para ser una definición debe haber un definidor. Nadie reclamó ese puesto. Esta realidad está dura para pelearla desde el vacío. Antes que trompear al viento prefiero escribir. Ya estoy gastado.

Erradamente, en mi aspecto lúdico, seguiré comenzando otro párrafo igual, como en mi vida. Retorno equivocadamente a juegos que causan gracia a pesar de conocer el desenlace trágico.

En un permitido destornillo a la rutina, viéndola como previsible y me preocupa que siga allí sin aplicar ninguna acción.

¿Existe la escapatoria? En todo caso, ¿escapando de mí llegaré a vos?

Estaría en el final. Se va acabando.

Escribo menos.

El escritor.

El adiós.

Ella.

Él.

E.
.



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