Hay corazones que no siguen a la risa. El tuyo es uno de ellos. Mirá que sonrío, me río, me tiento y sin embargo tu cuore es entregado a la perversión. Señorita de inocencia radiante, no le des más el corazón a la tristeza o no dejes que corra tras ella. En mi casa no hay felicidad, jolgorio ni júbilo. Hay risas. La forma positiva de llorar.
El silencio se olvidó de mí, dejando eternamente su recado. Se hizo música creyéndose sonido con notas de silencio que no dicen nada; sólo figuran. Silencio que aplasta, corazón que no elegís y yo, sin embargo, te espero aquí. Suelto carcajadas para darle una superficie a la nada y nadar sobre ella. Y otra vez, dejo mostrar el interior de mi boca para que de una vez por todas alquiles estos labios por tiempo indefinido. No sé si al gastarme los labios de besos seguiré sonriendo, tal vez sí; tal vez no. No lo sé. Pero sí asevero, que habrá algo cansado de rodar, alimentándose de los días y haciéndose grande y será un amor, el cual todavía no inauguraste. La tijera y la cámara está en el primer cajón al lado de la sinrazón.
Tejo con unas agujas que llevan tu nombre un futuro incierto con puntos que no sé cómo destejer. Ya parece que no tiene vuelta atrás este punto arroz. Y varios puntos se han caído, como mi cara al verte infeliz y lejos como el viento de anteayer.
Te vi bailar con una soltura que hablaba mi idioma... dijo que dejaba el dolor al costado de tus caderas, alejándolo ante cada caderazo. Me volví loco. En ese swing se mareó mi enamoramiento y éste reconoció entre copas de más tarde que está presente en mí, que estoy enamorado de una mujer que corre atrás de otro corazón. No sé cómo te moves así, ni porqué está tan cerca el abismo.
Ya dejaste de ser la confusión de noches sin alma, sin pasaporte. Noches que anduvieron metiéndose de pecho entre las patas de un caminante que solo vuelve a casa para reír tristeza. A mis reflexiones de lado A y B las congelas en el refrigerador de la razón sacando a relucir un desmesurado juego de misterios, adivinanzas y besos sueltos al azar que ya no dicen nada pero anticipan todo. No obstante, espero llegar a la gloria con una identidad, una ocupación, por ejemplo médico de un corazón golpeado, policía de tu bienestar, bombero de los incendios de tu vida personal, locutor de tus emociones más intimas que debería tomar voz y voto, oficinista del papelerio de tu pasado, amo de llaves de cada uno de tus misterios-aunque señalame algunos sin resolver-, músico que se inspira al momento en que tus ojos lleguen a su puesta máxima y empiecen a iluminar, un mendigo que vaya a tus sábanas buscando refugio de murmullos que duelen, o un simple apicultor que junte toda la miel que se cayó mientras pensaba en vos.
No seguís la risa, me dicen que tampoco a la incertidumbre. Dame un beso y veremos a cuántos años nos podemos proyectar. Déjame limpiar el nombre de los hombres, tu dolor y esas cuantas lágrimas que han marcado tu piel. Otro beso. Otra proyección. Una nueva promesa de que pronto al sentir una risa correrás porque te haz cansado de estar del lado del dolor y buscarás demostrarle al mundo cuán perfecta puede ser una mujer al reírse, ésa misma que se tira a los brazos de otro caballero que le promete la lluvia, la rutina, los silencios, pero un amor que creció entre la maleza del dolor y a tu sombra, sin sol. Esos son amores robustos e imposibles de olvidar. No intentes que lo haga. Si quieres huir hazlo, pero acá estaré, atrás de estas murallas esperándote, haciéndome más grande. Haciéndolo más potente. Siguiendo el ilógico crecimiento de este amor que hoy se reveló como tal y no lo quería callar.
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