jueves, 26 de noviembre de 2015

Balotaje

Estoy ante un histórico y ansiógeno balotaje: dos hombres, dos propuestas, dos realidades por una modelo, una señorita que ata mis convicciones como corbata que aprieta en noches de aguardo, de bunker, de seducción. Ella tiene para elegir la continuidad o el cambio. Puede optar por continuar con un amor que la devalúa, tanto a su sentimiento como a sus acciones que para él ya le son insignificantes o no suficientes, lo cual hace que se esfuerce más y más. La ajusta, la moldea, la cercena. La vuelve a su década del 90', cuando era una niña sin decisión. La hace pequeña, indefensa, hermosísima con esa cara tallada a gusto de los dioses y con inocencia pero al descubierto de estos lobos sin tapujos. Ella es hermosa en el mercado ilegal, ahí nos encontramos sincerados, sin cepo ni ataduras con un sueldo insuficiente como para llevarla a Barcelona, Londres o al mundo de sus sueños.

Me encantaría que pises con los dedos bien abiertos el pasto que bordea las flores de la República del enamorado.

Por acá vengo yo, bailando a duras penas con propuestas inconducentes, que se acentúan en la posibilidad del cambio, un cambio posible en donde sus sentimientos atrapados, maltratados hagan la revolución. Le propongo la revolución con dos piedras que junte a la mañana cuando saqué a mi perro a la plaza, y mucha libertad para negociar con quien quiera. Le doy libre mercado de amistades, y sólo actuaré cuando sienta que mi modelo me está fallando. Apuesto por ella y por el cambio. La quiero alejar de lo anti democrático de sus decisiones unilaterales, dictatoriales que la desplazan por años, imposibilitándola de avanzar.  Mi mejor estilo es desmerecer al otro, polarizarme. Nada que tenga el otro le propondré, yo seré distinto, mejor, superador. Le pido una oportunidad, le sugiero que no se deje devaluar. Él me retruca que yo seré quien la ajuste en serio, le respondo que "de casualidad me sé ajustar el cinto" y juro que jamás podría ir en contra de ella.

Hice una convergencia con mis amigos para demostrarle la unidad, la extensión federal del pedido para que cambie, para que me elija, para que cambiemos juntos. No se decide. El otro la interpela con "¿para qué vas a volver a retroceder, volver a comenzar?": presentarme sus padres, toda la familia, luchar por la pareja, defender el amor contra los buitres. Él dice, con desagrado, que también soy un buitre. Perdón, señor o como quieras que te diga, el único buitre desalmado sos vos. La menospreciaste, te hiciste tirano de sus lados amables y sensibles, la alejaste del menester de sus amistades, la mareaste, se perdió y ahora que la ubiqué quiero detenerla, frenarla, besarla y que me elija. Ella tiene miedo. No conoce otro estilo, otra forma de que la entiendan, representen y defiendan sus intereses.

Tengo poco más que estas promesas de renovación. Él tiene la seguridad de mantenerse: "mejor malo conocido que bueno por conocer". Ella indefensa, muerta de miedo. Estoy seguro que está enamorada del cambio. Daría las piedras, la camisa desabrochada y transpirada de tanto laburar y mis convicciones a que ella está enamorada. Yo desfachatado, hasta las manos por su amor. Mis rutas están averiadas, algo rotas por el peso de la soledad, de la espera, de la inspiración vencida.

Su elección no tiene fecha, ella es la única votante. Ella decide. Nosotros esperamos; qué feo ponerme al par de este mamarracho. La campaña es agotadora, desgastante por donde se la mire, toque o analice. Ella estira lo máximo posible el escrutinio, lo cual favorece a mi contrincante que le asegura la rutina, lo de siempre con un toque berreta de perfume de sábanas. Acá estoy, como siempre he estado, desde la más férrea oposición a tu peor extensión corporal y sentimental, y ahora quiero demostrarte que se puede tejer verdaderos puentes a lugares menos estables, pero verdaderamente hermosos. Mi amor, la inestabilidad es la vida misma. Cuando hay estabilidad es porque a la vida se la ha filtrado una y otra vez. Elegí movimiento, elegí bailar en situaciones que se mueven más rápido que vos, elegí pasión, deseo, incorrección política, moral o la que vos quieras, elegí que nuestras caderas se unan en un mercado único al valor de nuestro amor. Tengo reservas para resistir cualquier embestida externa. Tengo experiencia en resistencia. Tengo gestión sentimental y expresiva para escribir cuantos comunicados quieras, besarte en cada reunión con la tristeza, abrazarte después de cada acto externo para decirte que me enorgullece en lo que te transformaste. Tengo un amor sin cotización. Elegime. Y si todavía no te alcanza este escrito, descansá que saldré a seguir haciendo campaña por vos, para que cuando despiertes mañana veas otro camino, otra salida, otro puente, otro hombre que solo quiere amar- o que lo dejen amar- a su mujer.


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