Destierro mis ojos desteñidos
de unos diarios aburridos
previsibles, mal intencionados
prefiero pasar a mirarte,
enterrarme en ti,
creerme,
asegurarme,
afirmarme,
e informarme objetivamente de la belleza
que está ahí quieta,
como no debiéndole nada al resto,
a esos humanos desamparados y olvidados.
Los tacos de princesa te calzan bien
haces piruetas para mantenerte erguida
y sueles agarrarte de mí, también,
quizás para recordar lo que es el llano,
allá por tus costados bajos.
Entonces cualquiera te sigue,
las carcajadas llaman,
persuaden,
e hipnotizan.
Cualquier fulano
es poeta a tu lado,
tantos caballeros sin honores
pueden debatirse a duelo por tu cuello,
otros pueden vender su orgullo al peor postor
mientras escupen suplicios a los fantasmas
que hacen picnic en sus casas .
Un puñado podrán vender sus bienes
por tu único bien: esa mirada.
Es fácil ofrecer piernas para que no camines más,
es sencillo proponer un brindis lejos del hospital,
u ofrecer en el cielo un año vital.
Lo barato viene por ese costado
en ese ofrecimiento de los demás,
arañando lo obvio,
mezclando idiotez con engaño,
una dulzura que no se derrite en la boca,
un amor estático que no es flexible,
ni en momentos duros adaptable,
quédate por acá belleza,
cualquiera salta un abismo por tu boca,
buscando esos besos de buena fama
para volver contento a la jaula.
Yo te propongo un paseo por mi interior,
que te lleves mis tristezas,
te las pruebes,
que la hagas trizas,
y las produzcas de nuevo.
Las tristezas de un hombre tiene un incalculable valor,
porque de esos pozos cavados en antaño
surgen los amores próximos,
como este que siento por vos.
No me saques de paseo
si vamos a volver acá,
busquemos un nuevo destino.
Tu belleza llama a tirar anclas,
yo te propongo una incertidumbre bien afligida,
de esas que ni se levantan,
acarician lentamente desde el costado,
buscando descanso pero ya en otro lado.
A veces debes ser movida vos,
otras veces se desplaza con el viento,
o se arrastra con su lado prestado.
Digamos que podríamos brindar con campari
en épocas de vacas gordas,
triunfos anchos
y cinturas ensanchadas para encajar en el otro.
O con una cerveza descongelada
de otros días,
otras victorias,
sabe un poco aguada,
pero es tomable en temporadas malas
de pensamientos cortos
para problemas largos
en años extensos.
Nada más rico sería probar el alcohol en tu piel,
que tiene roturas,
parches por todos los costados.
Y para no desperdiciarlo iría cosiéndote,
armándote a besos.
De paso me emborracharía para jugarme un te quiero
anclarlos en esa colina
por donde caen los hielos para el whisky,
que servirían para brindar por si hay amor,
u olvido.
Celebro solo esos dos aspectos,
escapo de los puntos medios,
infelices en su indefinición.
El que te proponga felicidad, descártalo
porque vendrá uno perdido por ahí,
cruzando tu calle,
hablando por lo bajo
preguntándose qué tristeza siente allí
en esa parte intangible,
Ese ser vendría a ser yo,
por si aún no caes en la cuenta.
Te regalaré mi pesar para fundirlo con el tuyo.
Una tristeza desarmable
es una potencial alegría.
Si jugamos a desarmar amarguras,
siempre juntos, a la par o en sintonía,
por allí nos alzamos unas cuantas alegrías.
Tal vez.
Posiblemente.
¿Me lo negarías?
Un diario y algo más
Un diario personal. Historias, cuentos, análisis y sobre todo, subjetividad a flor de palabras.
miércoles, 30 de marzo de 2016
miércoles, 30 de diciembre de 2015
Instrucciones para un buen morir
¿Hay un buen morir?
Las cosas que uno se entera del partir,
debe ser el primer caso que
la bajada
enfrenta al título.
Morir.
Búsquese sus zapatos más viejos
véalos.
Mírelos.
Ahora toquese con las yemas de sus manos
sus pies
¿Están iguales?
Antes de ir, gástelos,
déjelos,
inclinados, con parches de piel, rotos.
¿Hace que cuánto no canta a los gritos?
Báñese, y cante lo más fuerte que pueda.
Salga de la ducha desnudo, y camine así
disfrute de su cuerpo,
sienta cada parte suya rozarse,
sino lo siente acáriciese.
Muera afónico y conociéndose.
Sea negativo, téngale miedo a la muerte
los positivos nunca podría hacer este ejercicio,
creyendo en estupideces sin reparo.
¿Adónde siente miedo? ¿Huele?
Los positivos quedarán quietos,
usted disfrute sus buenos últimos ratos.
Ser negativo, un gran placer de sorprenderse
después de la sorpresa que pueda dar el objeto atacado.
Y sino,
ya lo sabía, ¿no?
¿Cuántas veces le dijeron que no?
Si fueran muchas, perfecto,
si cree que no,
vaya y búsquese un par de no.
Pida un crédito,
solicite un buen sexo sin mediar palabras,
intente convencer al tarado,
camine por donde no es correcto,
mánchese,
no se escude,
siga buscando no,
pídale a alguien un café en la peatonal,
y a su mente olvidar.
Los no se fusionan con nosotros,
los sí dan vueltas y se van con sus dueños,
no se vaya vacío y sea negativo.
Cuánto más duelan los no,
mejor hizo su trabajo.
Términese llenos de no
y que los vivos se guarden los sí,
espérelos.
No espere gente en su muerte,
es una espera solitaria,
vea a su alrededor y quiérase.
Ojalá que no tenga mucha gente por despedirse
intente no hacerlo, nadie podría soportarlo,
entiéndalo,
es mejor irse.
Se muere solo,
muy solo,
¿para qué intentar lo imposible?
Déjele esta enseñanza,
es preferible,
a un adiós con tantísimo dolor.
Nosotros nos iremos, y se irá la despedida
posiblemente en algún gusano o en una humareda
pero ellos se quedarán,
sin oír
sin entender,
en su interior
y le quitaremos la posibilidad de un buen morir.
Tómese unos buenos mates,
como a usted más le guste.
Póngale azúcar, café o grapa,
piérdase en un buen tango,
si está borracho mejor,
a los anticipos no le haga caso.
Recuerde a su ex más bonita,
la que infectó primero,
la que lo hizo estallar de amor,
escríbale unos buenos versos.
Amarte esas piernas largas,
oscurecidas como la noche,
no me importaba que hagan,
sólo las quería arriba de las mías
y más si no querías.
Tu amor como una lágrima,
pequeñas y perfecta dosis de amor,
¿qué más podrías?,
que humedecer un espacio desértico
así como una obra de arte,
y me amaste,
me llenaste,
con una gota tras otra gota.
Se extraña la lágrima de tu amor,
en la cama de dos plazas a tu corazón
descansando bien estirado,
porque confiaba en mí,
porqué confíaba en mí.
Sino le sale copíese esto y modífiquele algo
no se haga tanto problema,
juegue como un niño, invéntese un juego
de esos que una cosa nunca es tal,
siempre es otra,
la vida misma nunca es
lo que es,
siempre está cambiándose,
nadie lo entiende,
todos le creen.
Si hizo todo ésto,
créame que está más cerca de la vida que de la muerte.
Sea fuerte.
No será justo perder a alguien como usted,
recién ahora que lo ha entendido.
Pero vivir es no gastar,
no amar de más,
no jugar,
no emborracharse
no cantar,
y cuánta equivocación.
Pero si hemos usado un día para esto,
y nos vamos con no,
todos los días anteriores se justifican para llegar a la sabiduría.
Sabios del vivir.
Sabios del morir.
Las cosas que uno se entera del partir,
debe ser el primer caso que
la bajada
enfrenta al título.
Morir.
Búsquese sus zapatos más viejos
véalos.
Mírelos.
Ahora toquese con las yemas de sus manos
sus pies
¿Están iguales?
Antes de ir, gástelos,
déjelos,
inclinados, con parches de piel, rotos.
¿Hace que cuánto no canta a los gritos?
Báñese, y cante lo más fuerte que pueda.
Salga de la ducha desnudo, y camine así
disfrute de su cuerpo,
sienta cada parte suya rozarse,
sino lo siente acáriciese.
Muera afónico y conociéndose.
Sea negativo, téngale miedo a la muerte
los positivos nunca podría hacer este ejercicio,
creyendo en estupideces sin reparo.
¿Adónde siente miedo? ¿Huele?
Los positivos quedarán quietos,
usted disfrute sus buenos últimos ratos.
Ser negativo, un gran placer de sorprenderse
después de la sorpresa que pueda dar el objeto atacado.
Y sino,
ya lo sabía, ¿no?
¿Cuántas veces le dijeron que no?
Si fueran muchas, perfecto,
si cree que no,
vaya y búsquese un par de no.
Pida un crédito,
solicite un buen sexo sin mediar palabras,
intente convencer al tarado,
camine por donde no es correcto,
mánchese,
no se escude,
siga buscando no,
pídale a alguien un café en la peatonal,
y a su mente olvidar.
Los no se fusionan con nosotros,
los sí dan vueltas y se van con sus dueños,
no se vaya vacío y sea negativo.
Cuánto más duelan los no,
mejor hizo su trabajo.
Términese llenos de no
y que los vivos se guarden los sí,
espérelos.
No espere gente en su muerte,
es una espera solitaria,
vea a su alrededor y quiérase.
Ojalá que no tenga mucha gente por despedirse
intente no hacerlo, nadie podría soportarlo,
entiéndalo,
es mejor irse.
Se muere solo,
muy solo,
¿para qué intentar lo imposible?
Déjele esta enseñanza,
es preferible,
a un adiós con tantísimo dolor.
Nosotros nos iremos, y se irá la despedida
posiblemente en algún gusano o en una humareda
pero ellos se quedarán,
sin oír
sin entender,
en su interior
y le quitaremos la posibilidad de un buen morir.
Tómese unos buenos mates,
como a usted más le guste.
Póngale azúcar, café o grapa,
piérdase en un buen tango,
si está borracho mejor,
a los anticipos no le haga caso.
Recuerde a su ex más bonita,
la que infectó primero,
la que lo hizo estallar de amor,
escríbale unos buenos versos.
Amarte esas piernas largas,
oscurecidas como la noche,
no me importaba que hagan,
sólo las quería arriba de las mías
y más si no querías.
Tu amor como una lágrima,
pequeñas y perfecta dosis de amor,
¿qué más podrías?,
que humedecer un espacio desértico
así como una obra de arte,
y me amaste,
me llenaste,
con una gota tras otra gota.
Se extraña la lágrima de tu amor,
en la cama de dos plazas a tu corazón
descansando bien estirado,
porque confiaba en mí,
porqué confíaba en mí.
Sino le sale copíese esto y modífiquele algo
no se haga tanto problema,
juegue como un niño, invéntese un juego
de esos que una cosa nunca es tal,
siempre es otra,
la vida misma nunca es
lo que es,
siempre está cambiándose,
nadie lo entiende,
todos le creen.
Si hizo todo ésto,
créame que está más cerca de la vida que de la muerte.
Sea fuerte.
No será justo perder a alguien como usted,
recién ahora que lo ha entendido.
Pero vivir es no gastar,
no amar de más,
no jugar,
no emborracharse
no cantar,
y cuánta equivocación.
Pero si hemos usado un día para esto,
y nos vamos con no,
todos los días anteriores se justifican para llegar a la sabiduría.
Sabios del vivir.
Sabios del morir.
miércoles, 16 de diciembre de 2015
Besos
Los besos saben a despedida. Los besos saben de despedidas. Los besos anticipan, siempre anteceden. Advierten, avisan, sugieren. Suelen hablar bajo, casi en susurro después del primer beso, en esos momentos únicos de despegue que vaticinan un segundo, tercer, cuarto beso y en ese impase se empieza a delimitar un futuro. Nadie los escucha. Una voz que se irá incrementando en intensidad directamente proporcional a la cantidad de besos, y que llegará a su máxima intensidad en el último, que se besa como tal pero que nunca se presenta así en la previa.
Me gustan los besos en el cachete que son anteriores a los labiales. Esos que forman un camino entre el deseo y su consecuencia más inmediata. Me gustan los besos que callan antes, durante y después. ¿Quién podría agregarle siquiera una coma a ese acto? Me gustan los besos por celular y que luego se replican en el devenir. Me gustan los besos suaves, los que empiezan de poco, como aquellos repentinos cargados de una espera insoportable. Me gustan los besos al rayo del sol porque se calienta tu cara y puedo enfriarla con mis labios que están frescos después de unas copas. Me gustan los besos nocturnos que van a la oscuridad pero que hacen sentir bien y prenden. Los besos ciegos, exploradores, aquellos desconfiados. Cuánto miedo dan los besos que van a lugares desconocidos, aparentemente de ingreso prohibido y qué felicidad cuándo van quedándose; mientras tus pupilas se dilatan. Tu cuerpo se acerca. Gustan. Me gusta.
Los besos en escapadas, clandestinos, a las apuradas, en la cama, parados, apoyada en mi cuerpo, los que sorprenden de atrás. Los anteriores a los abrazos, a que te apoyes a mis hombros porque ya no soportas más eso que silencias. Me gustan. Los que buscan seducir, los resultantes del amor, los cortos que van en punta, los que salen del aburrimiento, como los que felicitan, avalan, certifican y sellan: me gustan.
La despedida como aquello que intenta delimitar a lo inexplicable mediante una palabra. ¿Quién entiende que dos corazones se rompan porqué sí? ¿Quién me garantiza que es lo mejor? ¿Adónde van los abrazos, dónde quedan los recuerdos comprados por ambos, las mejores risas, las anécdotas, los brindis? ¿Qué despedimos? ¿Se puede despedir? ¿Quién despide a quién? ¿Cómo termina esto? Despedida, mala palabra pero utilitaria a los fines, ¿Qué pasará con ese amor? ¿Es utilizable por alguien o queda así en la nada? ¿Existe en la nada?, o peor, ¿puedo ir a buscar algo a la nada? Demasiadas preguntas, propias de las despedidas. Las que no sabe muy bien qué pasó, cómo, cuándo. Algo se rompió y se huyó, se escapó, nos perdimos. Pero algo me quiero centrar en los besos visionarios.
Los besos saben de antemano si un amor durará, si esa mujer es digna de recorrer kilómetros puertas adentro de este cuerpo. Los labios son la primera frontera. Tienen tacto. Quizá ahí está su magia. Pueden palpar un amor siempre tan intangible. Quizá allí también radique porqué saben a y de despedidas: los amores huyen por la boca, tanto en palabras, dolorosas palabras, y en besos. Siempre supe que te ibas. Incluso cuando te abracé y nos dormimos, en esas tantas noches mentirosas. También lo sentí con el calor y la tarde melancólica que vino a continuación. Los besos me dijeron que lo disfrutara porque se acababan. Los besos me acogotaron con el "yo te lo dije...". Uno no quisiera creer en su percepción, y usa otras sin puntería, más acorde al enamoramiento. Los mejores besos, paradójicamente, son los que se van. Debe ser porque cuando perdemos la naturalización del besar y recordamos el menester de ser besados por esos labios, los intentamos aprovechar. Son mejores besos porque están llenos de ese no sé qué.
Esos besos son los mejores porque al ser los últimos volveremos sobre ellos, apretaremos los labios, los moveremos de manera conjunta para buscar el sabor del pasado, de la despedida, de la imposibilidad de explicar algo posible: ya no estamos juntos. En esa lluvia pobre labial nos intentaremos refrescar, volver a sentir y a recordar. Sin embargo, nos tendrán de hijo porque llegan los cuestionamientos como "porqué no lo bese así", "para qué me detuve" y tantas otras formulaciones banales que no tendrán sentido porque fueron excelentes. Exquisitos. Inmejorables. Y esos últimos besos serán el punto en común de todos los demás recuerdos.
Mis besos me lo anticiparon, me la señalaron, indicaron que venía el dolor, besé, besé y más besé, los intenté acallar y sólo me quedé con unos besos de despedida. A un corazón colgado en la plaza, le quedan unos besos de despedida mirándolo desde el alrededor.
Me gustan los besos en el cachete que son anteriores a los labiales. Esos que forman un camino entre el deseo y su consecuencia más inmediata. Me gustan los besos que callan antes, durante y después. ¿Quién podría agregarle siquiera una coma a ese acto? Me gustan los besos por celular y que luego se replican en el devenir. Me gustan los besos suaves, los que empiezan de poco, como aquellos repentinos cargados de una espera insoportable. Me gustan los besos al rayo del sol porque se calienta tu cara y puedo enfriarla con mis labios que están frescos después de unas copas. Me gustan los besos nocturnos que van a la oscuridad pero que hacen sentir bien y prenden. Los besos ciegos, exploradores, aquellos desconfiados. Cuánto miedo dan los besos que van a lugares desconocidos, aparentemente de ingreso prohibido y qué felicidad cuándo van quedándose; mientras tus pupilas se dilatan. Tu cuerpo se acerca. Gustan. Me gusta.
Los besos en escapadas, clandestinos, a las apuradas, en la cama, parados, apoyada en mi cuerpo, los que sorprenden de atrás. Los anteriores a los abrazos, a que te apoyes a mis hombros porque ya no soportas más eso que silencias. Me gustan. Los que buscan seducir, los resultantes del amor, los cortos que van en punta, los que salen del aburrimiento, como los que felicitan, avalan, certifican y sellan: me gustan.
La despedida como aquello que intenta delimitar a lo inexplicable mediante una palabra. ¿Quién entiende que dos corazones se rompan porqué sí? ¿Quién me garantiza que es lo mejor? ¿Adónde van los abrazos, dónde quedan los recuerdos comprados por ambos, las mejores risas, las anécdotas, los brindis? ¿Qué despedimos? ¿Se puede despedir? ¿Quién despide a quién? ¿Cómo termina esto? Despedida, mala palabra pero utilitaria a los fines, ¿Qué pasará con ese amor? ¿Es utilizable por alguien o queda así en la nada? ¿Existe en la nada?, o peor, ¿puedo ir a buscar algo a la nada? Demasiadas preguntas, propias de las despedidas. Las que no sabe muy bien qué pasó, cómo, cuándo. Algo se rompió y se huyó, se escapó, nos perdimos. Pero algo me quiero centrar en los besos visionarios.
Los besos saben de antemano si un amor durará, si esa mujer es digna de recorrer kilómetros puertas adentro de este cuerpo. Los labios son la primera frontera. Tienen tacto. Quizá ahí está su magia. Pueden palpar un amor siempre tan intangible. Quizá allí también radique porqué saben a y de despedidas: los amores huyen por la boca, tanto en palabras, dolorosas palabras, y en besos. Siempre supe que te ibas. Incluso cuando te abracé y nos dormimos, en esas tantas noches mentirosas. También lo sentí con el calor y la tarde melancólica que vino a continuación. Los besos me dijeron que lo disfrutara porque se acababan. Los besos me acogotaron con el "yo te lo dije...". Uno no quisiera creer en su percepción, y usa otras sin puntería, más acorde al enamoramiento. Los mejores besos, paradójicamente, son los que se van. Debe ser porque cuando perdemos la naturalización del besar y recordamos el menester de ser besados por esos labios, los intentamos aprovechar. Son mejores besos porque están llenos de ese no sé qué.
Esos besos son los mejores porque al ser los últimos volveremos sobre ellos, apretaremos los labios, los moveremos de manera conjunta para buscar el sabor del pasado, de la despedida, de la imposibilidad de explicar algo posible: ya no estamos juntos. En esa lluvia pobre labial nos intentaremos refrescar, volver a sentir y a recordar. Sin embargo, nos tendrán de hijo porque llegan los cuestionamientos como "porqué no lo bese así", "para qué me detuve" y tantas otras formulaciones banales que no tendrán sentido porque fueron excelentes. Exquisitos. Inmejorables. Y esos últimos besos serán el punto en común de todos los demás recuerdos.
Mis besos me lo anticiparon, me la señalaron, indicaron que venía el dolor, besé, besé y más besé, los intenté acallar y sólo me quedé con unos besos de despedida. A un corazón colgado en la plaza, le quedan unos besos de despedida mirándolo desde el alrededor.
miércoles, 2 de diciembre de 2015
Uno
Uno solo quiere fundar un poco de cariño en un tiempo maquiavélico.
Uno quiere algo de agua labial en el desértico paseo diario.
Uno quiere una vuelta alrededor de su linealidad, para que gire en los enrosques propios.
Uno desea eliminar los fantasmas de la casa y sólo termina negociando con ellos quién prepara los tragos.
Uno solamente escucha pedidos que inhabilitan los propios y le urgen necesidades.
Uno simplemente quiero un poco de luz en tanto túnel, recovecos y secretos. Andamos en puntapié para no despertar a las maldades que duermen de día y se anticipan de noche.
Uno necesita calma. Respiro. Aire, señores. La soledad a la que todos volvemos, se caracteriza por su falta de oxígeno en desveladas jornadas.
Uno quiere desprenderse de miedos que termina por guardarse más profundamente, más miedosos y reácidos a deshacerse.
Uno termina siempre en la pregunta porqué. Andamos con preguntas y sin respuestas. Linda vida acéfala de certezas.
Uno desea encontrarse consigo mismo cuando está seguro y protejido. Y cuando estamos así no nos encontramos más que con otra persona olvidándonos de nosotros.
Uno vive acostumbrado a estar equivocado.
Uno se acostumbra y solo quiere desacostumbrarse, alejarse de lo conocido y ver algo diferente.
Uno sabe que hay amores que se van a perder tarde o temprano y seguimos en la pérdida, en la derrota alzando la bandera del disfrute hasta el último segundo.
Uno conoce cuáles mejillas son las mejores para reposar. Y olvidar, corazón.
Uno sólo quiere prestarle la remera para que duerma y el amor para que viva.
Uno pierde más de lo que gana.
Uno desea únicamente poder comprar un poco más de felicidad en esas tardes feroces de adioses que ya ni nos miran la cara.
Uno espera que esos pestañeos nocturnos que danzan alrededor de la cama provengan de su habitación. Insomnio compartido. Sus pestañas en mi cama. Mirándome. Desvelada en otro lado pero con sus pestañas por acá.
Uno quiere suavidad; unas manos que nos acaricien el cuerpo rugoso y lastimado.
Uno busca imperfección para que no vean estos defectos con los que andamos creciendo. Solemos encontrar dolores perfectos que se clavan por esos lados débiles.
Uno anda perdiendo tiempo para ganar más tiempo. Uno anda ganando amores para perderlos. Uno anda en paradojas inentendibles.
Uno quisiera eliminar lo residual como lo hace con el teléfono pero todo se contamina en el pecho llenándose de humo la cabeza.
Uno es prófugo de lo imposible, que es escapar. Siempre volvemos de donde nos quisimos ir.
Uno juega para no recordar la seriedad que implica vivir.
Uno calla porque sabe que ya no hay palabras que alcancen para persuadir a esa otra persona. Callar suele ser la última forma de resistir.
Uno desaparece, o intenta hacerlo, para ver si así se le aparece al otro.
Uno busca a otro uno. El otro uno busca a uno. Pueden pasarse al lado sin darse cuenta que ese era el uno. Lo uno mucha veces no se une. Y otras veces sí.
Uno quiere algo de agua labial en el desértico paseo diario.
Uno quiere una vuelta alrededor de su linealidad, para que gire en los enrosques propios.
Uno desea eliminar los fantasmas de la casa y sólo termina negociando con ellos quién prepara los tragos.
Uno solamente escucha pedidos que inhabilitan los propios y le urgen necesidades.
Uno simplemente quiero un poco de luz en tanto túnel, recovecos y secretos. Andamos en puntapié para no despertar a las maldades que duermen de día y se anticipan de noche.
Uno necesita calma. Respiro. Aire, señores. La soledad a la que todos volvemos, se caracteriza por su falta de oxígeno en desveladas jornadas.
Uno quiere desprenderse de miedos que termina por guardarse más profundamente, más miedosos y reácidos a deshacerse.
Uno termina siempre en la pregunta porqué. Andamos con preguntas y sin respuestas. Linda vida acéfala de certezas.
Uno desea encontrarse consigo mismo cuando está seguro y protejido. Y cuando estamos así no nos encontramos más que con otra persona olvidándonos de nosotros.
Uno vive acostumbrado a estar equivocado.
Uno se acostumbra y solo quiere desacostumbrarse, alejarse de lo conocido y ver algo diferente.
Uno sabe que hay amores que se van a perder tarde o temprano y seguimos en la pérdida, en la derrota alzando la bandera del disfrute hasta el último segundo.
Uno conoce cuáles mejillas son las mejores para reposar. Y olvidar, corazón.
Uno sólo quiere prestarle la remera para que duerma y el amor para que viva.
Uno pierde más de lo que gana.
Uno desea únicamente poder comprar un poco más de felicidad en esas tardes feroces de adioses que ya ni nos miran la cara.
Uno espera que esos pestañeos nocturnos que danzan alrededor de la cama provengan de su habitación. Insomnio compartido. Sus pestañas en mi cama. Mirándome. Desvelada en otro lado pero con sus pestañas por acá.
Uno quiere suavidad; unas manos que nos acaricien el cuerpo rugoso y lastimado.
Uno busca imperfección para que no vean estos defectos con los que andamos creciendo. Solemos encontrar dolores perfectos que se clavan por esos lados débiles.
Uno anda perdiendo tiempo para ganar más tiempo. Uno anda ganando amores para perderlos. Uno anda en paradojas inentendibles.
Uno quisiera eliminar lo residual como lo hace con el teléfono pero todo se contamina en el pecho llenándose de humo la cabeza.
Uno es prófugo de lo imposible, que es escapar. Siempre volvemos de donde nos quisimos ir.
Uno juega para no recordar la seriedad que implica vivir.
Uno calla porque sabe que ya no hay palabras que alcancen para persuadir a esa otra persona. Callar suele ser la última forma de resistir.
Uno desaparece, o intenta hacerlo, para ver si así se le aparece al otro.
Uno busca a otro uno. El otro uno busca a uno. Pueden pasarse al lado sin darse cuenta que ese era el uno. Lo uno mucha veces no se une. Y otras veces sí.
viernes, 27 de noviembre de 2015
Realidad y querer
Realidad. ¿Qué es la realidad? Hay otra pregunta que me inquieta más: ¿por qué la realidad molesta?, si todos queremos otra realidad más acorde a nuestro bienestar. Todos queremos estar bien, y sin embargo la realidad nos da la ñata contra el piso. Entonces, me dejo llevar por la intuición entendiendo que la realidad no es impuesta. Ahora bien, ¿por quién?, ¿quién es el hijo de puta que hace una realidad tan mal?, ¿cuál es su realidad? El creador de la realidad, ¿tiene otra realidad o es preso de su creación? Con estas preguntas ya me voy hacia la seguridad que nuestra realidad no es nuestra, sino suya. ¿Suya?, ¿será uno solo? ¿Es hombre?
La flaca me dijo que no. Realidad. La flaca debería decirme que sí. Mi realidad, o mi irrealidad. Mi ausencia. La flaca me ofrece su cuello como recompensatorio ante la negativa de darme su corazón. Realidad. La flaca tiene corazón y debiera ser mío. Mi deseo que parece no ser suficiente para modificar la realidad. ¿Y cuál es la realidad de la flaca? ¿Será tan molesta como la mía? Y si la respuesta es afirmativa, ¿por qué no me dice que sí y me da su corazón como una forma de resistencia ante lo que nos avasalla? ¿Alcanza un sí y un corazón para resistir? Si fuese así, ¿por qué otros no lo hicieron? ¿A nadie la flaca le dijo que no y le dio su puente oscuro a los besos iluminados con dinamita que hace volar a cuanto hombre la bese? Lamentablemente un hombre puede ser amputado de sus extremidades pero mientras quede al resguardo el corazón volverá como pueda a esa mujer que entiende que le da pulsaciones. Un hombre no siente que se desprende de su cuerpo, solamente se da por abatido cuando le tocan el corazón, cuando se lo rompen a martillazos de besos, de no, de motivaciones para volver.
Si mi realidad me lástima dicen que debo cambiarla, ¿pero no era qué la realidad era algo ajeno a nosotros? ¿Cómo la cambio, rezándole a Dios? ¿Dios, quién es Dios? ¿Dónde está? La flaca me lastima y no puedo cambiarla porque es mi realidad, es la que me enamoró. ¿Qué es enamorar? No sé, pero no puedo cambiarla. ¿Por qué quiero a quien no quiero querer?, ¿quién me hace querer a este ser?, ¿qué es el ser? Es una contradicción que queramos a quien no queremos querer. Otra imposición. Estamos atravesados por imposiciones: ¿quién nos impone? Mientas más quiero querer a otra que si quiero querer, quiero más a la otra que menos quiero querer y caigo en sus lastimaduras que hace "sin querer". Lo querible es otra imposición. ¿A quién la realidad le estará imponiendo que me quiera? ¿Cómo se deja de querer? Si quiero dejar de querer ¿recuperaré mi querer para quererme un poco más y cambiar?, ¿qué hay que cambiar? ¿Y si querer no es querer y es una estructuración mental para justificar lo injustificable? ¿Por qué hay que querer? ¿Cómo se quiere?
No tengo hambre. ¿Por qué se me acabó el apetito? Sin embargo estoy con sed, y quiero un poco de Mix Tail. Voy, abro la heladera, tengo un poco que es suficiente para saciarme. Ves, quise, fui, tuve satisfacción y vuelvo a lo que estaba haciendo. El otro querer es algo que no se quiere pero se quiere igual. Y nunca volvemos a lo que estábamos haciendo. Un querer nuevo nos aleja más de lo que éramos y terminamos siendo otra cosa totalmente distinta que será aún más distinta cuando tengamos otro querer. No sé si es otro querer, un nuevo querer o una renovación del querer. Me pasa lo mismo con la realidad, más quiero otra más me alejo de la posibilidad de graficarla, encuadrarla, hacerla mía. Y nunca termino queriendo lo que quiero. La realidad y el querer parecen ser una misma cosa, al menos se mueven por una misma lógica. ¿Lógica?
Mis amigos me dicen que me afecta leer libros de filosofía, que soy insoportable con las preguntas. Puede ser cierto. Pero no sé si me afecta más la lectura o la negativa de la flaca y querer a quien no quiere ser mi realidad: mi tan inconstruible, realizable, manejable realidad. Si hubiese una persona que me construya la realidad quisiera que fuera ella. Pará. Ahí está la clave, boludo. Tantas preguntas para llegar a un fundamento. Ella lo está haciendo o a decir verdad me está haciendo una realidad que me conduce a ella pero no tanto, es decir, como no me puede dejar me mima, me lástima y me vuelve a explotar para que vuelva sumiso a que me cure, me mime y el círculo se hace perfecto. Ergo, la flaca no está siendo mi realidad, no quiere que nos duela la realidad que ella misma está construyendo y me está haciendo otra realidad para escaparse y volver como sombra. Pará, otra vez. ¿Dos realidades? ¿La flaca tiene poderes? Con razón no puedo dejar de quererla.
La flaca me dijo que no. Realidad. La flaca debería decirme que sí. Mi realidad, o mi irrealidad. Mi ausencia. La flaca me ofrece su cuello como recompensatorio ante la negativa de darme su corazón. Realidad. La flaca tiene corazón y debiera ser mío. Mi deseo que parece no ser suficiente para modificar la realidad. ¿Y cuál es la realidad de la flaca? ¿Será tan molesta como la mía? Y si la respuesta es afirmativa, ¿por qué no me dice que sí y me da su corazón como una forma de resistencia ante lo que nos avasalla? ¿Alcanza un sí y un corazón para resistir? Si fuese así, ¿por qué otros no lo hicieron? ¿A nadie la flaca le dijo que no y le dio su puente oscuro a los besos iluminados con dinamita que hace volar a cuanto hombre la bese? Lamentablemente un hombre puede ser amputado de sus extremidades pero mientras quede al resguardo el corazón volverá como pueda a esa mujer que entiende que le da pulsaciones. Un hombre no siente que se desprende de su cuerpo, solamente se da por abatido cuando le tocan el corazón, cuando se lo rompen a martillazos de besos, de no, de motivaciones para volver.
Si mi realidad me lástima dicen que debo cambiarla, ¿pero no era qué la realidad era algo ajeno a nosotros? ¿Cómo la cambio, rezándole a Dios? ¿Dios, quién es Dios? ¿Dónde está? La flaca me lastima y no puedo cambiarla porque es mi realidad, es la que me enamoró. ¿Qué es enamorar? No sé, pero no puedo cambiarla. ¿Por qué quiero a quien no quiero querer?, ¿quién me hace querer a este ser?, ¿qué es el ser? Es una contradicción que queramos a quien no queremos querer. Otra imposición. Estamos atravesados por imposiciones: ¿quién nos impone? Mientas más quiero querer a otra que si quiero querer, quiero más a la otra que menos quiero querer y caigo en sus lastimaduras que hace "sin querer". Lo querible es otra imposición. ¿A quién la realidad le estará imponiendo que me quiera? ¿Cómo se deja de querer? Si quiero dejar de querer ¿recuperaré mi querer para quererme un poco más y cambiar?, ¿qué hay que cambiar? ¿Y si querer no es querer y es una estructuración mental para justificar lo injustificable? ¿Por qué hay que querer? ¿Cómo se quiere?
No tengo hambre. ¿Por qué se me acabó el apetito? Sin embargo estoy con sed, y quiero un poco de Mix Tail. Voy, abro la heladera, tengo un poco que es suficiente para saciarme. Ves, quise, fui, tuve satisfacción y vuelvo a lo que estaba haciendo. El otro querer es algo que no se quiere pero se quiere igual. Y nunca volvemos a lo que estábamos haciendo. Un querer nuevo nos aleja más de lo que éramos y terminamos siendo otra cosa totalmente distinta que será aún más distinta cuando tengamos otro querer. No sé si es otro querer, un nuevo querer o una renovación del querer. Me pasa lo mismo con la realidad, más quiero otra más me alejo de la posibilidad de graficarla, encuadrarla, hacerla mía. Y nunca termino queriendo lo que quiero. La realidad y el querer parecen ser una misma cosa, al menos se mueven por una misma lógica. ¿Lógica?
Mis amigos me dicen que me afecta leer libros de filosofía, que soy insoportable con las preguntas. Puede ser cierto. Pero no sé si me afecta más la lectura o la negativa de la flaca y querer a quien no quiere ser mi realidad: mi tan inconstruible, realizable, manejable realidad. Si hubiese una persona que me construya la realidad quisiera que fuera ella. Pará. Ahí está la clave, boludo. Tantas preguntas para llegar a un fundamento. Ella lo está haciendo o a decir verdad me está haciendo una realidad que me conduce a ella pero no tanto, es decir, como no me puede dejar me mima, me lástima y me vuelve a explotar para que vuelva sumiso a que me cure, me mime y el círculo se hace perfecto. Ergo, la flaca no está siendo mi realidad, no quiere que nos duela la realidad que ella misma está construyendo y me está haciendo otra realidad para escaparse y volver como sombra. Pará, otra vez. ¿Dos realidades? ¿La flaca tiene poderes? Con razón no puedo dejar de quererla.
jueves, 26 de noviembre de 2015
Balotaje
Estoy ante un histórico y ansiógeno balotaje: dos hombres, dos propuestas, dos realidades por una modelo, una señorita que ata mis convicciones como corbata que aprieta en noches de aguardo, de bunker, de seducción. Ella tiene para elegir la continuidad o el cambio. Puede optar por continuar con un amor que la devalúa, tanto a su sentimiento como a sus acciones que para él ya le son insignificantes o no suficientes, lo cual hace que se esfuerce más y más. La ajusta, la moldea, la cercena. La vuelve a su década del 90', cuando era una niña sin decisión. La hace pequeña, indefensa, hermosísima con esa cara tallada a gusto de los dioses y con inocencia pero al descubierto de estos lobos sin tapujos. Ella es hermosa en el mercado ilegal, ahí nos encontramos sincerados, sin cepo ni ataduras con un sueldo insuficiente como para llevarla a Barcelona, Londres o al mundo de sus sueños.
Me encantaría que pises con los dedos bien abiertos el pasto que bordea las flores de la República del enamorado.
Por acá vengo yo, bailando a duras penas con propuestas inconducentes, que se acentúan en la posibilidad del cambio, un cambio posible en donde sus sentimientos atrapados, maltratados hagan la revolución. Le propongo la revolución con dos piedras que junte a la mañana cuando saqué a mi perro a la plaza, y mucha libertad para negociar con quien quiera. Le doy libre mercado de amistades, y sólo actuaré cuando sienta que mi modelo me está fallando. Apuesto por ella y por el cambio. La quiero alejar de lo anti democrático de sus decisiones unilaterales, dictatoriales que la desplazan por años, imposibilitándola de avanzar. Mi mejor estilo es desmerecer al otro, polarizarme. Nada que tenga el otro le propondré, yo seré distinto, mejor, superador. Le pido una oportunidad, le sugiero que no se deje devaluar. Él me retruca que yo seré quien la ajuste en serio, le respondo que "de casualidad me sé ajustar el cinto" y juro que jamás podría ir en contra de ella.
Hice una convergencia con mis amigos para demostrarle la unidad, la extensión federal del pedido para que cambie, para que me elija, para que cambiemos juntos. No se decide. El otro la interpela con "¿para qué vas a volver a retroceder, volver a comenzar?": presentarme sus padres, toda la familia, luchar por la pareja, defender el amor contra los buitres. Él dice, con desagrado, que también soy un buitre. Perdón, señor o como quieras que te diga, el único buitre desalmado sos vos. La menospreciaste, te hiciste tirano de sus lados amables y sensibles, la alejaste del menester de sus amistades, la mareaste, se perdió y ahora que la ubiqué quiero detenerla, frenarla, besarla y que me elija. Ella tiene miedo. No conoce otro estilo, otra forma de que la entiendan, representen y defiendan sus intereses.
Tengo poco más que estas promesas de renovación. Él tiene la seguridad de mantenerse: "mejor malo conocido que bueno por conocer". Ella indefensa, muerta de miedo. Estoy seguro que está enamorada del cambio. Daría las piedras, la camisa desabrochada y transpirada de tanto laburar y mis convicciones a que ella está enamorada. Yo desfachatado, hasta las manos por su amor. Mis rutas están averiadas, algo rotas por el peso de la soledad, de la espera, de la inspiración vencida.
Su elección no tiene fecha, ella es la única votante. Ella decide. Nosotros esperamos; qué feo ponerme al par de este mamarracho. La campaña es agotadora, desgastante por donde se la mire, toque o analice. Ella estira lo máximo posible el escrutinio, lo cual favorece a mi contrincante que le asegura la rutina, lo de siempre con un toque berreta de perfume de sábanas. Acá estoy, como siempre he estado, desde la más férrea oposición a tu peor extensión corporal y sentimental, y ahora quiero demostrarte que se puede tejer verdaderos puentes a lugares menos estables, pero verdaderamente hermosos. Mi amor, la inestabilidad es la vida misma. Cuando hay estabilidad es porque a la vida se la ha filtrado una y otra vez. Elegí movimiento, elegí bailar en situaciones que se mueven más rápido que vos, elegí pasión, deseo, incorrección política, moral o la que vos quieras, elegí que nuestras caderas se unan en un mercado único al valor de nuestro amor. Tengo reservas para resistir cualquier embestida externa. Tengo experiencia en resistencia. Tengo gestión sentimental y expresiva para escribir cuantos comunicados quieras, besarte en cada reunión con la tristeza, abrazarte después de cada acto externo para decirte que me enorgullece en lo que te transformaste. Tengo un amor sin cotización. Elegime. Y si todavía no te alcanza este escrito, descansá que saldré a seguir haciendo campaña por vos, para que cuando despiertes mañana veas otro camino, otra salida, otro puente, otro hombre que solo quiere amar- o que lo dejen amar- a su mujer.
Me encantaría que pises con los dedos bien abiertos el pasto que bordea las flores de la República del enamorado.
Por acá vengo yo, bailando a duras penas con propuestas inconducentes, que se acentúan en la posibilidad del cambio, un cambio posible en donde sus sentimientos atrapados, maltratados hagan la revolución. Le propongo la revolución con dos piedras que junte a la mañana cuando saqué a mi perro a la plaza, y mucha libertad para negociar con quien quiera. Le doy libre mercado de amistades, y sólo actuaré cuando sienta que mi modelo me está fallando. Apuesto por ella y por el cambio. La quiero alejar de lo anti democrático de sus decisiones unilaterales, dictatoriales que la desplazan por años, imposibilitándola de avanzar. Mi mejor estilo es desmerecer al otro, polarizarme. Nada que tenga el otro le propondré, yo seré distinto, mejor, superador. Le pido una oportunidad, le sugiero que no se deje devaluar. Él me retruca que yo seré quien la ajuste en serio, le respondo que "de casualidad me sé ajustar el cinto" y juro que jamás podría ir en contra de ella.
Hice una convergencia con mis amigos para demostrarle la unidad, la extensión federal del pedido para que cambie, para que me elija, para que cambiemos juntos. No se decide. El otro la interpela con "¿para qué vas a volver a retroceder, volver a comenzar?": presentarme sus padres, toda la familia, luchar por la pareja, defender el amor contra los buitres. Él dice, con desagrado, que también soy un buitre. Perdón, señor o como quieras que te diga, el único buitre desalmado sos vos. La menospreciaste, te hiciste tirano de sus lados amables y sensibles, la alejaste del menester de sus amistades, la mareaste, se perdió y ahora que la ubiqué quiero detenerla, frenarla, besarla y que me elija. Ella tiene miedo. No conoce otro estilo, otra forma de que la entiendan, representen y defiendan sus intereses.
Tengo poco más que estas promesas de renovación. Él tiene la seguridad de mantenerse: "mejor malo conocido que bueno por conocer". Ella indefensa, muerta de miedo. Estoy seguro que está enamorada del cambio. Daría las piedras, la camisa desabrochada y transpirada de tanto laburar y mis convicciones a que ella está enamorada. Yo desfachatado, hasta las manos por su amor. Mis rutas están averiadas, algo rotas por el peso de la soledad, de la espera, de la inspiración vencida.
Su elección no tiene fecha, ella es la única votante. Ella decide. Nosotros esperamos; qué feo ponerme al par de este mamarracho. La campaña es agotadora, desgastante por donde se la mire, toque o analice. Ella estira lo máximo posible el escrutinio, lo cual favorece a mi contrincante que le asegura la rutina, lo de siempre con un toque berreta de perfume de sábanas. Acá estoy, como siempre he estado, desde la más férrea oposición a tu peor extensión corporal y sentimental, y ahora quiero demostrarte que se puede tejer verdaderos puentes a lugares menos estables, pero verdaderamente hermosos. Mi amor, la inestabilidad es la vida misma. Cuando hay estabilidad es porque a la vida se la ha filtrado una y otra vez. Elegí movimiento, elegí bailar en situaciones que se mueven más rápido que vos, elegí pasión, deseo, incorrección política, moral o la que vos quieras, elegí que nuestras caderas se unan en un mercado único al valor de nuestro amor. Tengo reservas para resistir cualquier embestida externa. Tengo experiencia en resistencia. Tengo gestión sentimental y expresiva para escribir cuantos comunicados quieras, besarte en cada reunión con la tristeza, abrazarte después de cada acto externo para decirte que me enorgullece en lo que te transformaste. Tengo un amor sin cotización. Elegime. Y si todavía no te alcanza este escrito, descansá que saldré a seguir haciendo campaña por vos, para que cuando despiertes mañana veas otro camino, otra salida, otro puente, otro hombre que solo quiere amar- o que lo dejen amar- a su mujer.
lunes, 23 de noviembre de 2015
Amor no correspondido
No quiero olvidarme de vos y volver a enamorarme de vos mujer, porque no recuerdo cuánto mal le haz hecho a este hombre . Me quiero acordar aunque me boxee con mi lengua para no hablarte. Tenerte presente y que me quites futuro, que baile tango con mi pasado más aburrido pero no repetirme en tus pequeñas tetas que han sabido sacarme alegrías.
Prefiero verte aunque no pueda verte, o me angustie verte. Saber que tengo que verte para no verte después con otras intenciones más cercanas a las iniciales. Mejor tenerte más cerca de tocarte, que alejados porque manos que no tocan y se relegan vuelven cargadas de prescripción a acariciarte el pelo, agarrarte la panza y apretarte contra mí. Sentir tu aire y que me de un poco de respiro porque no quiero llegar al momento de asfixiarme y vos tengas que hacerme respiración boca a boca, besándome como si nada de mi esfuerzo te haya hecho cosquillas en la elección. Prefiero que seamos algo, un invento de la historia a ser nada, ya que ésta viene con una lanza a querer ser leyenda y caeré otra vez en un ruego permanente, en la degradación del orgullo, en ser un déspota de mis impulsos más pelotudos.
Escuche que "quien gana, manda; quien pierde, acompaña". Ganaste, mandas. Ahora sí, ahora no, tampoco ahora, después cuando sea nunca. Perdí pero desistí. Ya no puedo ver eso que tanto me gusta escribir, pero poco vivenciar, tus abrazos mal estacionados. No revisas tus actos, en escasos espacios entregas una lástima por mi sufrimiento que elijo dejar ahí, cerca pero no tan pegado al cuerpo, así recuerdo que no debo volver a creer. El amor no correspondido es una renovación de la creencia erigida permanentemente sobre la imposibilidad. Es levantar a un amor sobre una relación que no existe. El objeto amado y el amante se separan cada vez más por la no correspondencia. El amado huye de lastimar, aunque a veces cae en la parte pesada de ilusionar al lado más desmesurado por tristezas propias que cuando se ven saldadas se escapa chorreando lástima, pena, mientras que quien ama persigue, atosiga, busca reconocimiento, un premio a la insistencia, a los golpes, a las ilusiones mal dadas y que duermen con él, a hacer con un poco un amor inmenso. Y nada es. Nada son.
El amor no correspondido podría hacer que uno entregue la vida creyendo que el otro lo valoraría y moriría por él. Quien no ama no daría ni su despertar, menos daría su última decisión. El amante ya murió esperando con un reloj de plástico la eternidad.
El amor no correspondido hace que el amante de sus días de punta a punta a quien solo ofrece de muy vez en cuando una tarde melancólica de domingo, sin sábanas ni cena.
El amor no correspondido cuando no corresponde mata. Desarticula. Deconstruye. Desanima. Pero nunca se olvida, por suerte. Por la no suerte de presenciarte en los alrededores, ya no busco suerte en tus muecas. Málditas elecciones inconscientes. Maldigo mi conciencia que se inventa razones para que la prefieras. A quien pone primera a la mujer que lo ve último. Pero último veo más cerca a la primera que me está por pasar. Puta madre.
Pensé que un amor necesitaba palabras, gestos, acompañamiento, sentimientos compartidos, mimos, pero no se aplica en el no correspondido. Se rige mediante reglas especiales con consecuencias exclusivas a los amantes. Acércate un poco, verás cómo un perdedor de esos talentosos puede seguir derrotándose para que lo quieras un rato, lo acurruques al menos con dos dedos en punta. Los secos de la historia desisten de los transpirados por hacerla.
El amor no correspondido continuará siendo texto, porque afortunadamente sigue, peor sería volver a comenzar un tránsito sin saber cómo, dónde, cuándo acaba, si es que acaba.
Prefiero verte aunque no pueda verte, o me angustie verte. Saber que tengo que verte para no verte después con otras intenciones más cercanas a las iniciales. Mejor tenerte más cerca de tocarte, que alejados porque manos que no tocan y se relegan vuelven cargadas de prescripción a acariciarte el pelo, agarrarte la panza y apretarte contra mí. Sentir tu aire y que me de un poco de respiro porque no quiero llegar al momento de asfixiarme y vos tengas que hacerme respiración boca a boca, besándome como si nada de mi esfuerzo te haya hecho cosquillas en la elección. Prefiero que seamos algo, un invento de la historia a ser nada, ya que ésta viene con una lanza a querer ser leyenda y caeré otra vez en un ruego permanente, en la degradación del orgullo, en ser un déspota de mis impulsos más pelotudos.
Escuche que "quien gana, manda; quien pierde, acompaña". Ganaste, mandas. Ahora sí, ahora no, tampoco ahora, después cuando sea nunca. Perdí pero desistí. Ya no puedo ver eso que tanto me gusta escribir, pero poco vivenciar, tus abrazos mal estacionados. No revisas tus actos, en escasos espacios entregas una lástima por mi sufrimiento que elijo dejar ahí, cerca pero no tan pegado al cuerpo, así recuerdo que no debo volver a creer. El amor no correspondido es una renovación de la creencia erigida permanentemente sobre la imposibilidad. Es levantar a un amor sobre una relación que no existe. El objeto amado y el amante se separan cada vez más por la no correspondencia. El amado huye de lastimar, aunque a veces cae en la parte pesada de ilusionar al lado más desmesurado por tristezas propias que cuando se ven saldadas se escapa chorreando lástima, pena, mientras que quien ama persigue, atosiga, busca reconocimiento, un premio a la insistencia, a los golpes, a las ilusiones mal dadas y que duermen con él, a hacer con un poco un amor inmenso. Y nada es. Nada son.
El amor no correspondido podría hacer que uno entregue la vida creyendo que el otro lo valoraría y moriría por él. Quien no ama no daría ni su despertar, menos daría su última decisión. El amante ya murió esperando con un reloj de plástico la eternidad.
El amor no correspondido hace que el amante de sus días de punta a punta a quien solo ofrece de muy vez en cuando una tarde melancólica de domingo, sin sábanas ni cena.
El amor no correspondido cuando no corresponde mata. Desarticula. Deconstruye. Desanima. Pero nunca se olvida, por suerte. Por la no suerte de presenciarte en los alrededores, ya no busco suerte en tus muecas. Málditas elecciones inconscientes. Maldigo mi conciencia que se inventa razones para que la prefieras. A quien pone primera a la mujer que lo ve último. Pero último veo más cerca a la primera que me está por pasar. Puta madre.
Pensé que un amor necesitaba palabras, gestos, acompañamiento, sentimientos compartidos, mimos, pero no se aplica en el no correspondido. Se rige mediante reglas especiales con consecuencias exclusivas a los amantes. Acércate un poco, verás cómo un perdedor de esos talentosos puede seguir derrotándose para que lo quieras un rato, lo acurruques al menos con dos dedos en punta. Los secos de la historia desisten de los transpirados por hacerla.
El amor no correspondido continuará siendo texto, porque afortunadamente sigue, peor sería volver a comenzar un tránsito sin saber cómo, dónde, cuándo acaba, si es que acaba.
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