miércoles, 30 de marzo de 2016

Propuesta

Destierro mis ojos desteñidos
de unos diarios aburridos
previsibles, mal intencionados
prefiero pasar a mirarte,
enterrarme en ti,
creerme,
asegurarme,
afirmarme,
e informarme objetivamente de la belleza
que está ahí quieta,
como no debiéndole nada al resto,
a esos humanos desamparados y olvidados.

Los tacos de princesa te calzan bien
haces piruetas para mantenerte erguida
y sueles agarrarte de mí, también,
quizás para recordar lo que es el llano,
allá por tus costados bajos.

Entonces cualquiera te sigue,
las carcajadas llaman,
persuaden,
e hipnotizan.
Cualquier fulano
es poeta a tu lado,
tantos caballeros sin honores
pueden debatirse a duelo por tu cuello,
otros pueden vender su orgullo al peor postor
mientras escupen suplicios a los fantasmas
que hacen picnic en sus casas .
Un puñado podrán vender sus bienes
por tu único bien: esa mirada.

Es fácil ofrecer piernas para que no camines más,
es sencillo proponer un brindis lejos del hospital,
u ofrecer en el cielo un año vital.
Lo barato viene por ese costado
en ese ofrecimiento de los demás,
arañando lo obvio,
mezclando idiotez con engaño,
una dulzura que no se derrite en la boca,
un amor estático que no es flexible,
ni en momentos duros adaptable,
quédate por acá belleza,
cualquiera salta un abismo por tu boca,
buscando esos besos de buena fama
para volver contento a la jaula.

Yo te propongo un paseo por mi interior,
que te lleves mis tristezas,
te las pruebes,
que la hagas trizas,
y las produzcas de nuevo.
Las tristezas de un hombre tiene un incalculable valor,
porque de esos pozos cavados en antaño
surgen los amores próximos,
como este que siento por vos.
No me saques de paseo
si vamos a volver acá,
busquemos un nuevo destino.
Tu belleza llama a tirar anclas,
yo te propongo una incertidumbre bien afligida,
de esas que ni se levantan,
acarician lentamente desde el costado,
buscando descanso pero ya en otro lado.
A veces debes ser movida vos,
otras veces se desplaza con el viento,
o se arrastra con su lado prestado.

Digamos que podríamos brindar con campari
en épocas de vacas gordas,
triunfos anchos
y cinturas ensanchadas para encajar en el otro.
O con una cerveza descongelada
de otros días,
otras victorias,
sabe un poco aguada,
pero es tomable en temporadas malas
de pensamientos cortos
para problemas largos
en años extensos.
Nada más rico sería probar el alcohol en tu piel,
que tiene roturas,
parches por todos los costados.
Y para no desperdiciarlo iría cosiéndote,
armándote a besos.
De paso me emborracharía para jugarme un te quiero
anclarlos en esa colina
por donde caen los hielos para el whisky,
que servirían para brindar por si hay amor,
u olvido.
Celebro solo esos dos aspectos,
escapo de los puntos medios,
infelices en su indefinición.

El que te proponga felicidad, descártalo
porque vendrá uno perdido por ahí,
cruzando tu calle,
hablando por lo bajo
preguntándose qué tristeza siente allí
en esa parte intangible,
Ese ser vendría a ser yo,
por si aún no caes en la cuenta.
Te regalaré mi pesar para fundirlo con el tuyo.
Una tristeza desarmable
es una potencial alegría.
Si jugamos a desarmar amarguras,
siempre juntos, a la par o en sintonía,
por allí nos alzamos unas cuantas alegrías.
Tal vez.
Posiblemente.
¿Me lo negarías?






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