jueves, 16 de octubre de 2014

Eleonor


A Eleonor le duele el corazón, como anoche, y no sabe qué ponerse para salir a llorarle de encubierto al mundo sin ofertas. Se prueba un par de blusas y unas remeras mangas largas y nada le queda entallado al cuerpo como quisiera, tampoco sus sentimientos encuadran en ese cuerpo delgado de jueves por la mañana. Sale muy desvestida intentando pescar enfermedades que maten los parásitos en cercanía, peligrosamente, a su botón de autodestrucción.

A Eleonor hoy le falta energía. La noche en vela le quita las risas por reír, y le anticipa lágrimas de soledades cercanas en bondis fantasmas de una ciudad apagada. Se muerde las uñas desgastadas de la mano del orgullo para no escribirle a quien la abandonó en cuanto se dio cuenta lo que estaba pasando. Le sangran los pendientes por la cutícula. Quisiera matarlo pero cuando lo piensa, él la asesina con silenciador.

A Eleonor el silencio le hace bien y mal, quisiera una nueva oportunidad para morir y matar: y porqué no seguir amando como yuntas. Solo tristes melodías desfilan por el celular buscando ser la reina de la melancolía, la antípoda a la cursileria de ojos lejanos y todo le vuelve a lastimar, sin que la miren, una vez más. Camina vacía, desnuda, triste... y nadie se da cuenta.

A Eleonor le dicen payasa porque hace reír, su locura es el juguete preferido de nenes y nenas que extrañan el pasado, que cuando más le arden las angustias buscan en su reparo la diversión sin lógica. Todos le dicen que es fácil la vida, aparentemente una cuestión de ponerse felicidad como una prenda, y ella se siente un reptil inválida intentando avanzar con un sol que la quema. La impotencia de patalear buscando un apoyo que le permita arrancar. Sin embargo, hay un sentir insoportable que no muere, no se sabe si porque no encuentra un refugio oscuro como lecho o porqué carajo.

A Eleonor le duelen las escaleras a su séptimo piso, pero al menos le molestan las piernas y no la cabeza. Efecto efímero. Descanso reparador. El día en que la muerte la deje de perseguir tomará ascensores y en las esquinas se pondrá a pensar en ese pibe del segundo que se cruzó en la entrada y le pareció guapo... mientras tanto sigue en la batalla del olvido, desnuda, sola, desamparada.

A Eleonor le cuesta mentir con palabras, pero en hechos disimula dolores. Las verdades se le salen fáciles por la boca, pero el cuerpo las confina a espacios mudos. La ilusión la ahorca y promete frialdad. Vuelve a amar desconsoladamente aunque le implique la más palpable angustia en una cama de dos meses sin arreglar.

A Eleonor la han defraudado y su imputado no fue a declarar. Su vida tiende a empeorar y en el otro punto de este recorte busca irse para nunca más volver, allá donde prometen una vida de alegría y eternidad: le prometieron completud y no quiere esperar.

A Eleonor le duele el corazón. Vuelve enferma a casa. Su objetivo se cumplió a medias: en la calle captó enfermedades... otra melancolía innegociable hace que la espera se achique mientras se acuesta a olvidar de él, del frío, de la vida y esa puta lucha por cosas que jamás llegarán. Y su botón se acciona.

Eleonor dice adiós con dolor.


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