Ella ya me olvidó.
Sentí el frío por mi piel. Mi sanción fue tremenda al punto de las lágrimas. Yo no la olvidé. Es parte de mi todo que se trabó con tu adiós de domingo pos almuerzo casero. Queda como registro un cosquilleo en el pecho que se conjuga con mis preguntas. Empiezo. ¿Adónde quedaron tus promesas? No puedo olvidarme de los "te amo por siempre", que se tatuaron en donde hoy se escabulle el escalofrío de un invierno mentiroso.
Construyo los hechos de una forma y otra; siendo asesino, como víctima, desde la inacción a ser un violento actor, y todo me conduce a extrañarte de igual manera con más o menos enojo pero inalcanzable para tanto sentimiento junto. Mi eterna compañera me resisto a decirte "adiós" sin que el tiempo nos haya sacado de la potencia de los hechos que nos llevaron a finalizar: ya estás fuera del paredón de fusilamento, y ahora ingresás nuevamente a mí como un tiro por la culata. ¿Qué decirte? Es posible que mis besos se hubiesen empacado consigo mismo por ende ya no querían sentir tu gusto tan exquisito. Porqué no pensar que mis manos estaban contaminadas y no querían intoxicarte. Dame la oportunidad de decirte que mi ego me jugó una mala pasada. No te vayas sin contarte que tus lágrimas son ahora las mías. Quisiera retroceder instantes pero solo remo para adelante desde donde se van perdiendo los recuerdos: cada vez cierro aún más los ojos para intentar revivir todos los detalles costándome más y más, a pesar de que me generas lo mismo con respecto a las mejores épocas, desarmándose las imágenes que no saben cómo vestirse: realidad o fantasía.
La excusa juega al loco conmigo, la acompaña la angustia, la inseparable tristeza, la vergüenza maldita, y un par de señoritas de las cuales no quiero saber nada, máxime conociendo que la pelota la tenés vos; yo corro tras una remota posibilidad.
El buen vino sigue abierto.
Desearía que esta memoria se mareara hasta el punto de vomitarte en olvido.
¿En qué se transforma tu olvido? ¿Con qué bebida se baja? ¿Se irá a quedar mucho tiempo? ¿Será solidaria y me creará una semejanza? ¿Será mi castigo? ¿La podré besar creyendo que sos vos?
Mis heridas bajan la vista ante la sociedad. Y no sé, bebé, cómo hiciste, cuánto lloraste, quién te apoyo, en dónde habré enarbolado mi nombre- si es que lo hice-, cuán doloroso fue. ¿En qué se convierte el espanto que ya no quedó? ¿Y esas ganas de desaparecer del mundo estando ahí adonde no queres mirar? ¿Qué refugio es simpático cuando no confiamos en nuestra mente? ¿De las cenizas naciste?
Tal vez ninguno tuvo razón y la verdad fue una quimera en camisón esperando al lado de la puerta testigo de nuestras discusiones. Enceguecimos y bifucarmos.
No puedo partir desde lo que nunca rompí. Nunca van a salir barcos del puerto a media construcción pero la furia inventa finales temporales e ilusiona con continuidades de la trama en unos buenos e increíbles epílogos. No. Sé que no habrá revancha porque este juego no finalizó. Tampoco. Nada tiene fin y la cadena se va oxidando por el medio. Sí.
Ya no quiero ver el sol.
Ni lunas a dos voces.
Es mentira que todo se transforma: un amor inconcluso es un hueco infertil en el patio del cerebro, sin quitar la posibilidad de que uses el resto del terreno. Queda expuesto, vacío, inservible y seguirá siendo un pozo carente de futuro. Pero, ¿es una valentía o un idiotez con medias de corazones ir a la conquista con la tropa cansada? Si a las buenas o malas esta energía no la puedo usar en otro lado que en tus orejas frías, tu pelo siempre cambiante y tu vestimenta de estudio.
El duelo es la cima del dolor. Ahora te entiendo bien. La tardanza es mi karma; tu felicidad.
Quedan los últimos afiches en el cajón de mis remeras mangas largas y buzos. Con ellos los recuerdos vivos, la muestra de ese amor inmenso que tenía por vos. Las cartas fueron el alimento de un odio visceral, profundo, hermoso.
¿Cómo estará ese tono de voz apunto de quebrarse? ¿Y si volvemos a hablar? ¿Recordás la radio de fondo? No voy a traducir lo que es silencio y miradas. Me excuso.
El frío cruje, bebé. Y soy un mar de preguntas. ¿Te diste cuenta? Cuando creemos que no necesitamos una inmediata respuesta fabricamos, de manera inversamente proporcional y con demora, la más insólita maquina de interrogantes internos, mudos y sin soluciones porque se fue el amor.
Te fuiste. Y no vas a volver. ¿O, sí?
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