Los pensamientos son elásticos que se estiran sin quebrarse, permanecen intactos, algunos más que otros, pero más allá de que no sean visibles no se les quita su capacidad de estar. No se debe escatimar el sentimiento, la fortaleza de lo inteligible. El amor es una idealización sostenida por un sentimiento que lo hace terreste, real, doloroso y permite que las promesas futuras sean una pelea del presente.
Estoy todavía discurriendo sobre el tema en cuestión, reflexionando y jugando con las heridas sin cicatrizar llego a considerar que no nos enamoramos del otro, sino de nosotros mismos: ponemos nuestras virtudes- o aquellas que creemos que poseemos- afuera, en un cuerpo, en las figuras eligiéndonos mutuamente. Creemos demasiado; pecamos con inocencia pero hacemos justicia con nosotros mismos: vamos culpables al banquillo equilibrando la balanza entre la mentira y la verdad. No podemos decir que conocemos a la otra persona, o sí, porque conocemos de memoria nuestras facetas, ya sea debido a la utilización diaria o nuestra creación casera, y de allí parte ese entendimiento mutuo, entre nosotros allá y nosotros acá.
Me enamoro de mi falta, de mi propia ausencia. Busco lejos lo que no pude edificar piel adentro, entonces, varias veces amar es sincerarme conmigo mismo, de mis vacios, y aliarme con mis deseos carentes de fugacidad y crearme el espejo de sonrisa grande.Y otras veces, como dije, es amarse a si mismo. Al fin, un camino u otro nos reduce a uno, quitando lo romántico, lo cursi o lo cubierto de miel, la dependencia de la acción del otro, siempre ubicándola por debajo de lo que somos o queremos ser.
El mal trato que deriva en la decisión de finalización de una relacion es fácil a comparación de lo complejo que es romper con esa porción subjetiva que tanto nos encantaba encontrar. El silencio es el espacio sobre el cual pisamos y tropezamos.
No intenten ofreceme amores en una feria de aire libre porque lo que busco está encerrado en cuerpos, luego de ser expulsado de mi mente. Busco eso, y ni levantes la voz que el amor no es sordo, mis deseos sí. Ignoro la opinión popular, pero mis miedos me acalambran los dedos de los pies: caminar hacia vos es tan difícil, aún más cuando te mutas de piel como yo de inseguridades.
Si el enamoramiento empuja a caminar yo soy un rengo de ciudad.
Lo que me define no tiene nombre, apodos, pero si varios años sobre el lomo. Acompaña siempre a oscuras y cuando hay luz se rompe en lógica para introducirse en los recónditos espacios del cerebro desde donde quiebra la realidad en fracciones más pequeñas de las que uno tiene levantado, comprobándose así que estar con los ojos abiertos no es sinónimo de estar despierto.
No tiene sentido alargar mi discurso descriptivo hacia tu persona total, cara va, cara viene, nos volveremos a ver. Y solo vos sabés, aparte de este escriba, conformantes de una unidad creativa, de nuestro vuelo: tenes las alas que te inventé y un cuerpo precioso que es el plus ideal para enamorarme una y otra vez de vos, o de mí y hacer de nosotros un equipo que pelea con lagrimales hinchados el paso del tiempo.
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