domingo, 22 de diciembre de 2013

El colchón

La parte favorita de mi cama era donde me encontraba a tus pies. Hoy lejos de ti, me encanta mi almohada con su funda de un mes atrás. Mis pies se mueven como buscando a los tuyos, ya no hay nada más que aire, alguna media sin identidad y el rollo de sábanas que con calor fui desplazando hasta acumularse en la punta izquierda.

Prefiero taparme aunque la pared se derrita. Necesito once alarmas para despertarme, despabilarme y levantarme sin correr el riesgo de quedarme dormido. Los fines de semana los vivo con suma tranquilidad, en su mayor parte acostado. En este colchón le di guerra al mundo, la sume a mi trinchera, vistiendo una remera blanca, y un corpiño negro, huyó con el enemigo. Los recuerdos esconden minas que limitan mi campo de descanso. Duermo tenso. Siento que puedo morir con los ojos cerrados mientras el mundo juega con el dos de oro en la cara.

En sus tiempos me quitaste el sueño, hoy también, especialista del desvelo. ¿A quién andarás despertando?

El equipo de música a veces me pregunta por vos. Apago las luces intentando que se duerma la habitación. Sus pestañas bailan un tango de trasnoche, a la par controlo una y otra vez que no haya nadie queriendo saltar a mi ring. Hoy estoy lejos de buscar conflictos más allá de los míos, irresueltos en su mayoría. Me agarro de los pelos con el espejo, no daría a vasto con otro reflejo, mucho menos si es similar al mío.

Si venís, tirás dos granadas y te vas, podríamos hablar de un pacto esporádico que no despreciaría. Ya si querés pelear contra mis fantasmas posiblemente te conviertas en uno de ellos.

Mis abrazos pidieron carpeta médica.

Eres hermosa como para perfumar una guerra.

Hoy estoy lejos de mí. No sé si volveré a ser quien era.




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