Me ilusioné que esta ilusión que me ilusionaba locamente iba a ser la sensata y correcta; un juego de palabras que me iba hacer ganar y sólo me hundió en el más triste de los acontecimientos: el silencio stampa sin aires de reacción. Un hecho que tenía la manija para dar salida a los sentimientos más intrisecos y profundos y sólo fue la ventana que se abrió para que desde afuera ingresen nuevos integrantes reácidos para hospedarse en mí. Tal vez sea una mirada al más allá que se transformó en la cegera del presente. O quizás, permití una debilidad consentida y sincera que fue una oportunidad de alguien para que el golpe sea eficaz y casi letal.
Cualquier de estas frases cortas podrían definir el error, la derrota, la enseñanza, el aprendizaje o la oportunidad, como tu moral lo quiera asumir porque mi conciencia es incapáz, ya que navega a la deriva en la fría noche invernal. Esas sensaciones nocturnas descriptas alguna vez en mi cama sólo fueron sensaciones creadas por un sensor un poco loco y enamoradizo para aliviandar el peso de la soledad pero éste nunca se da cuenta que al crearlas corre el riesgo de que la nube de esperanza se esfume y la realidad respire sobre mi cara.
¿Cuántas veces pateamos la pelota hacia adelante para no asumir lo irremplazable? En algún punto, ¿somos masoquistas? Intentamos no ver lo que vemos. Cerramos los ojos pero sentimos lo que cegamos con la vista. Corremos solos y apurados y él nos acompaña a la par. Volamos en diferentes mundos creativos y él es la nave. Pero en algún momento, una llamada, un mensaje, un chiste, una palabra hacen el efecto de una piedra que hace que frenemos el paso, tropecemos y caígamos al suelo y observemos lo que sabíamos que existía pero que negabamos a rajatabla.
Qué linda es la ilusión porque alimenta el día a día dándole al cuerpo vitaminas y minerales necesarios para el trajín. Pero qué fea que es ella cuando la vestimos para disfrazar una realidad no aceptada por sus interpretes en esta obra de teatro llamada vida en donde el actor o los actores creen que viven lo que él o ellos ficcionan, mientras los de afuera ven lo estúpidos que es o son.
Hoy me harté de crear, imaginar y actuar. Me cansé de gastar presupuestos y energías. Agotado de las burlas te voy dejando libro, porque me está tocando el timbre la realidad que está en la puerta.
¡Hola!
Soy yo, ¿puedo pasar?
Fue la pregunta más inteligente que me hiciste en los últimos años, dale empujá te estaba esperando para que vos y yo empecemos a ser una misma persona.
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