Me siento incompleto: veo mi cuerpo pero no mi alma; veo las preguntas sin sus respuestas; veo al hombre sin corazón; veo palabras sin esencia; veo poesía sin musa ni destinataria; en fin, veo, veo y no te veo. Sensaciones, palabras y hechos que solo pueden verse completo, complementado y feliz si tu estás aquí: mi amor
Un amor lejano que solo se acerca escribiéndote y sino te escribo me escribís. No formas un ser, sos un concepto diagramado por otro ser en la necesidad extrema de amarte aunque no te conozco ni me conoces. Afirmaciones que preguntan. Preguntas que se interrogan entre si.
Nunca te di vida, al menos en este papel blanco, pero desde hace mucho tiempo vivís en mi mente, y en esos pensamientos me regas el jardín del amor buscando que tu flor representativa crezca y se interponga ante las malezas que intentan robar mi corazón. Benditas malezas que tantas veces han pinchado mi corazón produciendo derroche extremo de melancolía, que se convirtieron en lágrimas, musas o en perfectas máscaras que me permitían sonreír externamente; mientras tanto, buscaba consuelo en el libro del tiempo que en sus tesis afirman: “todo es cuestión del tiempo y el mismo todo lo cura”. Palabras sabias pero que en la realidad, en el dolor presente y en la necesidad urgente de recomponerse sobran y no aportan nada.
Las soluciones no son fieles al corto plazo. Prefieren hacerse desear interponiendo altas barreras que sólo se superan con inteligencia, por ende, aprendiendo; es decir, aprendiendo con dolor.
En fin, te escribo y no creo que me leas, pero yo me leo en voz alta para que me escuches porque, repito, estás en mi mente más viva que nunca.
Hoy simplemente cuento a los demás que estás pero llevas años ahí pidiéndome que te presente, a sabiendas que no te conozco. Hoy te sigo buscando más allá: en el exterior. Mientas tanto el resto de la historia la contas vos...
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