Un diario personal. Historias, cuentos, análisis y sobre todo, subjetividad a flor de palabras.
jueves, 4 de septiembre de 2014
Días difíciles
Mi sonrisa pide clausura municipal por insalubridad: ríe suciamente mientras llora barro de color piel. Cansado. Con el cajón del medio atravesado por una daga.
Tocaron la puerta, era la tristeza, el cansancio, la rutina, el desprecio, la incomunicación, el futuro, y la añoranza. Todos y todas juntas, así intercalados entre hombres y mujeres. Ellos de sports, transpirados. Ellas de luto. Sinceramente algo no andaba bien. Y así fue. Venían a cobrarme viejas deudas que saldé con manos abrazadas pero sin tinta. Me cagaron a trompadas, se llevaron todo. Menos a mí. Me habría gustado que me hayan perdido por algún monte rebelado con los mapas: ignoto.
Pero me quedé acá, atormentado de secreto: subí el volumen de la música a niveles insoportables para que lo revelado por otros decodifiquen qué de todo esto es lo que siento de arriba a abajo. No hubo caso, pero al menos "la música sonó más fuerte que los problemas". Es un día con doble zurda.
¿Será que la desaparición de lo que no conocemos asesina en silencio? Es difícil. No lo conozco. No lo extraño. Pero es uno menos. Y resta. Y cómo. Otro más que resta. Puta madre. Soy enemigo del dolor ajeno, pero éste se escabulló por alguna propia sin sanar, a media costura. Lo incurado avasalla sobre lo que es incapaz de borrar. Todo los rincones están secos por fuera, crudos en su corazón, roban la calma. No hay refugio de paz abajo de la tierra que avanza y tiembla como mi pulso.
Pareciera que la solución es dejarse... no nadar inclinado, ya que nadie te espera con una mano y una confianza. Mis problemas son contestadores. Reclaman por su desconsuelo de noble material. Y eso que esperé una eternidad por su confianza, pareciera que será así hasta que sea tierra de gusanos
Soy creyente, al punto de llevar mi cadenita de plata con la representación de alguien que lo creo más humano de lo imaginado por muchos. No discuto su creación, sí sus niveles de errores. No sé cómo ni cuándo llego a ser lo que es. Pero es humano, y así entiendo sus goles errados, su rencor, el codazo en las alturas, la desconfianza en las promesas de emergencia, llevarse gente que cultiva lo que otros se chorean impunemente. Dios de la carne y el error. Dios en la creación, las asistencia y la ayuda desconsiderada. Es el mismo. No lo hace más ni menos. Y él como persona está cansado y me dejó en la lona. Conozco el diablo de la promesa permanente, de sufrir acá con mis pantalones para otra desvestida de problemas. Premiado, reconocido.
El paraíso en donde descansan mis mejores besos está tronando sobre casa. Me refugio en el baño a rezar. No sé si Dios está escuchando a los músicos que se llevó o a mí. El humano es egoísta. Como tal, él lo es.
Debería rezarle al santo de los días difíciles: final.
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