Con la menté pensaré y con los ojos verdes escribiré esta
suerte de carta que no se publicará sin más que en mi corazón que a duras penas
late. Algunos dicen que “ya pasará”, otros sostiene que “el tiempo todo lo
puede” y los menos optimistas aseveran “un dolor de por vida”.
Tengo los ojos cerrados aunque vea todo blanco como si mis
retinas se sobrepusieran a las pestañas cerradas a candado. Es raro. Por mis oídos
ingresan palabras que escucho muy, pero muy bajo, casi sin detectar qué dice y
quién lo expresa. Los dedos de los pies no lo puedo ni mover. Y en mi boca siento
algo que no intento morder sin lograr resultado, es como una goma, pero mis
sensaciones están reprobadas.
Mis sensaciones dicen que hay hombres de chaleco blanco. No
lo podría asentar. Mi vieja, ella tan buena y hermosa, me pone Dolina, quien no
consigue resultado por primera vez y mis músculos no se mueven de medio a
costado para sonreír.
Perplejo.
Valdría la pena destacar que mi cabeza carbura sin saber cuál
es el norte, adónde estoy, pero piensa sin pensar del todo, es como la derecha.
Me gustaría que actúe en vez de racionalizar sentimientos y que todo tenga un
porqué: si me levanto, me levanto y punto, nada tiene que ver que las heridas
canalizaron en su punto justo, lo que permitió mi recuperación. Mente eres un
chamuyo barato. Si dejarás de maquinar seguramente estaría en otro lugar.
¿Alguien puede apagar esa alarma constante que me vuelve
loco?
Me aprietan la mano, lo cual me hace tan bien, no sé quién
será. No sé porqué siento esto, sabiendo lo de mis sentidos perdidos en alguna
parte del camino, pero es como un recargue de energía constante. Aunque espero
que no me apriete tanto porque mis nervios están quebradísimos al límite de lo
conocido, al menos por mí.
Algo me dice que la de celeste está buena, ¿vos me entendes
Matías? (otra vez jugando con la razón, la puta madre), y mi deseo sexual no
está, ¿será a costas de que me duele la garganta, con una mezcla de picazón constante?
Vaya a saber.
Un insomnio injustificado como consecuencia de estar
cerrando los ojos, pero sin dormir con ese “me voy” dándome vueltas sin parar
aunque sonara tan bajo, lo escuché y lo sentí en mi oído medio, el que te otorga
el equilibrio. Y en el corazón. El que me dio esto.
Apagaron esa maldita alarma que me lleva por primera vez a
la sensación más cercana a descansar. Gracias.