Ante la incertidumbre de qué escribir en los últimos momentos del día domingo y apunto de abrirle la puerta al lunes y las actividades consiguientes para que se sienten a tomar unos mates y escuchar la radio, incerto una cuchara sobre una sopa de letras que bailan entre dos tapas verdes que en su parte de adelante sobresale el título “ La metamoforsis”, novela corta que ha sido participe de algunas de mis preocupaciones semanales.
El locutor que agradece y se despide hasta la semana próxima, un mate seco y los dedos que toman velocidad en mi netbooks. Freno. Miro la cuchara que deje sobre el viejo mantel y observo la habitación de Gregorio. Visualizo el lugar donde dormia y su refugio ante el gran problema que lo aqueja, situación que me da el pie o la habilitación para que corra a través de la inspiración y que termine haciendo el gol de mi vida o la tire a la impaciente tribuna.
Camino por el pasillo de la casa de mis padres, doblo a la derecha e ingreso a mi ex habitación, la cual es mi ex novia y actual amante. Con ella compartí 17 años de mi vida: primeros pasos, caminatas, tropezones, palabras, gestos, llantos solitarios, rizas, sueños dormidos y sueños despiertos. Algunos de estos últimos se hicieron más o menos participes según el capítulo de la novela- que aún escribo- me ha tocado vivenciar, aunque el común denominador fue el soñar despierto, mirando un techo blanco que nunca se sonrojo ante una permante mirada.
Pienso sobre qué grande que son nuestros cuartos,¿ no?¿ Qué opinás? A ver, siempre tan fieles y compañeras a pesar de que gritemos desaforadamente y ni pestañean. Ellas guardan nuestros secretos, nos ven desnudos y vestidos tanto real como metáforicamente porque saben cómo somos por fuera como por dentro. Nunca emiten una palabra o gesto sobre lo que le contamos. Muchas veces la culpo de ser la responsable por la cual estoy encerrado y aburrido siendo que yo soy el homicida de mis actividades externas al no ser capáz de llamar a un amigo que probablemente esté pasando la misma situación.
A veces la mimamos pintándola de un lindo color y otra veces la disfrazamos, pobre. En algunos casos la intentamos ocultar debajo de posters, de mujeres o hombres llamativos, de un equipo de fútbol, entre diversas posibles y, hasta veces, se suele ser cruel dejándola mojándose con las lagrimas de su llanto y nadar en su humedad y ella es incapáz de secarse a sí misma sin ayuda externa y provocando una continua caída de reboque. A pesar del trato que le doy o les des, ella está intacta esperándote día tras día, noche tras noche y situación tras situación.
Desde hace un año y ocho meses estoy manteniendo una nueva relación con mi nueva habitación en Córdoba. Una relación que se dió por mi nueva vida en esa ciudad y que mantengo la misma mirada con respecto a la habitación que hoy lunes me encuentra escribiendo. Ésa que es complice en los silencios y dueña de los ecos de la felicidad que hace que ésta rebote durante un largo tiempo y permanezca acá porque soy muy feliz.
Necesito hacer un descargo ante las palabras que siempre cumplen la función de psicóloga y contar un poco de mi pasado, de mi ayer, en fin contar sobre mí porque todo lo que sentís que forma parte de un pasado está más presente que nunca en tus modales de vida, de expresión, de pensamiento y en tus actitudes que parecen que ser un presente pero es un pasado disfrazado de hoy. Necesito contarte palabras de la habitación de un niño que nunca pudo formar parte de un grupo de amigos, que nunca pudo escuchar el “click” , ese ruído de un objeto que encaja perfectamente sobre otro. Muchas veces quería, como Gregorio, quedarse ahí y no salir más. Quizás un aire, que no provenía de la ventana con un vidrio roto pero parchado de una manera muy casera sino que venia de algo del más allá, me dió la fuerza para salir sonriendo y con esperanzas de que “hoy va ser el día de que todo va a cambiar” y volvía llorando muchas veces a dormir. Los años se pasaron y las situaciones se hacían rutinarias porque tampoco en la secundaria pude hacer pie y mantenerme estable en la amistad, sumado a los golpes que he recibido tanto fisica como mentalmente.
A pesar de lo anterior, algo a los once años de edad empezaba a tomar el rol protagónico, a ser el bueno de la novela y dispuesto a vencer a los malos, el periodismo. En esa habitación empezaba a soñar despierto, a imaginarme cómo sería estar adentro de una cabina de transmisión relatando fútbol. Todavía esas sensaciones me llenan, satisfacen y emocionan porque es un amor que le tengo a la profesión incapáz de definirla ante palabras inútiles que se chocan nerviosas una con otras buscando unirse en una palabra que creo aún inexistente. Empezaba a hilvanar los primeros relatos inventandos u observando un televisor y cambiando los protagonistas de dicho partido por los jugadores de Talleres, club el cual era hincha y River, institución del cual mi familia es mayoritariamente simpatizante. Lo recuerdo con mucha nostalgia y recuerdo el pobre control de micrófono improvisado con bastante saliva encima y los pobres oídos de la pared y, sobre todo, de mi familiares escuchándome gritar con el agregado que mi voz aún no había a cambiado y era aguda.
Ni hablar de los gritos, insultos, pataleos, llantos, alegrías sucitadas a través del aire de la radio cuando escuchaba los partidos de Talleres. Ahí si que sufría y nadie podía entrar a mi habitación porque me terminaba de sacarme de sí, ya que mi habitación era el templo albiazul cuando jugaba la “T”. En ella, también, escuchaba todas las noches mientras hacia la tarea a uno de mis ídolos e impulsores hacia el amor de mi profesión: Arturo Jaimez Luccheta en LV2.
Hoy en otra habitación, hoy en otra noche, hoy en otro capítulo de mi vida, hoy con algunos sentimientos que se repiten, otros que desaparecieron y algunos que se resienten a hacerlo, me sigue pasando varias cosas en mi habitación. Hoy vivo solo en dimensiones mucho más pequeñas y con una habitación mas limitada en tamaño pero no en amor; ni mucho menos en la capacidad de paciencia ante alguien que pega el salto de la cama cantando y con la radio a todo el volumen si ni siquiera saludarla a ella que me cuidó toda la noche. Soy irrespetuoso ante ella pero otra vez elige sabiamente el silencio.
También sigue siendo la testigo de mi búsqueda constante en los cajones de los pretextos necesarios para escribir: recuerdos, añoransas, sueños, decepciones, amistad, etc; pero hoy se queda estupefacta ante la sorpresa que mi musa inspiradora es ella y no me emite palabras. Mi habitación actual conoce de mi amor hacia la escritura, de poder expresarme y desahogarme constantemente sobre el papel blanco que muchas veces me espanta y además me observa llorando sobre los borradores de mis escritos muchas veces cuando sigo con impotencia. Ahora ella es la testigo y me visualiza con los ojos abiertos hacia la pared del costado soñando con los ojos bien abiertos, imaginándome estar conduciendo un programa musical, o poder relatar efectivamente en una cabina de transmisión alguno de los equipos cordobeses.
Soy un persona que le encanta soñar y soy demasiado terco, porfiado y renuente en las ideas que tengo en la mente y esto sin dudas que me permitió estar hoy escribiendo un ensayo para literatura para una facultad que me abrió la puerta porque terminé una secundaria de pie y con un par de amigos que aparecieron y que me apoyan en el sueño de cada día, agregado a nuevos amigos que se suman para incorporarse a las retinas de mis ojos para empezar a girar una palanca que al moverlas en sentido de las agujas del reloj empiezan a proyectarse en esa pared totalmente blanca nuevos objetivos.
Estoy cansando, los ojos me pensan, el mate ni la coca evitan dicho efecto. La habitación me espera como cada noche para resguardame debajo de un techo y entre 4 paredes que las quiero por igual. Otra noche de recostarme soñando despierto para seguir soñando durmiendo, porque mi habitación está incapacitada en una cuestión fundamental: mis sueños son tan grandes que ni siquiera ella puede evitar conternerlos y evitar que busque su efectivización en la vida real. Allá a través de la ventana los veo apresurosos de llegar al fin del camino donde se harán realidad, mientras tanto me estiro sobre la cama, me acomodo un poco la colcha bien en mi cuello y empiezo a disfrutar del camino. Me voy de la racionalidad y del conciente, buenas noches mate, buenas noche palabras, buenas noches habitación, una habitación como cualquiera pero sos mi habitación y te quiero por todo esto y mucho más. Buenas noches.